Opinión

¿Pedro Castillo quiere ser presidente?

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El mayor obstáculo de Pedro Castillo es Pedro “Autogol” Castillo: parece un muñeco programado para sabotearse. Y además ¿Tiene alguna ideología?  Militó hasta el año 2017 en Perú Posible de Alejandro Toledo y ese mismo año se alió con congresistas fujimoristas durante las protestas magisteriales. Hoy es candidato por Perú Libre y dice que indultará al etnocacerista Antauro Humala. ¿Con quiénes juega? ¿Con el aprista Miguel del Castillo, con la izquierdista Verónica Mendoza, con el marxista Vladimir Cerrón? ¿Con todos, con nadie? ¿Es comunista? ¿Cree en los equipos técnicos? Pero la pregunta más relevante es: ¿Quiere ser presidente o no?

Pedro Castillo dice que la biblioteca la lleva en la nariz. Si es así ¿Dónde lleva las ideas? ¿En los pies? A puertas de la segunda vuelta ¿Qué propone? Su performance política consiste en replicar el mismo formato de mitin en todas las localidades del Perú.

Más allá de su discurso populista no se escuchan propuestas, ninguna idea que tenga anclaje en la realidad. Se dice que es marxista, pero —a estas alturas— ese epíteto es un término gaseoso. Castillo no es comunista ni marxista. Dice que no debe haber pobres y a quien proclama eso,  los desavisados —en nuestro país— le dicen comunista. Si el candidato del lápiz es comunista, es comunista en ese único sentido. Porque Castillo no tiene la formación de Cerrón, ni jerga marxista, ni la práctica leninista.

Claro, Castillo es profesor y es sindicalista: es experto en el tire y afloje; es ducho en las artes de la negociación. Eso no lo convierte en comunista. Es, antes que un dogmático, un negociador. Durante las protestas magisteriales no le hizo ascos a negociar con el fujimorismo y ahora no tiene reparos en aceptar las propuestas del aprista Miguel del Castillo, de Verónika Mendoza, de Marco Arana y de su incubadora partidaria. Ha estado con Toledo, hoy está con Vladimir Cerrón y va indultar a Antauro Humala. El punto es: ¿En qué cree Pedro Castillo, realmente?

Quien ve a Pedro Castillo como un purista dogmático, dispuesto a luchar contra los corruptos, se equivoca. El maestro chotano no es Raskolnikov, no es un fanático, ni un iluminado. Es un jugador, sabe mover su pelota. Pero ¿Hasta dónde la mueve?

Castillo presenta una faceta muy extraña. Tiene filia por la autofagia: una vocación por sabotearse. Los próximos comicios —muy a tono con el regreso de los ’90s— parecen un sketch de Laura Bozzo. Un cuento borgiano donde el héroe y el traidor se reúnen en la misma persona.

Actualmente lo único que sostiene a Pedro Castillo es el antifujimorismo y Castillo no es —necesariamente— un antifujimorista. Sin contar que el movimiento antifujimorista es reactivo y no propositivo: por eso no ha logrado consolidar ningún actor relevante en los últimos veinte años.

Ya ni siquiera Perú Libre sostiene a Pedro Castillo: el mismo candidato desautorizó a los congresistas que lo secundaban. ¿Con quiénes los reemplazó? Con nadie.

Dice el maestro chotano que él se representa a sí mismo. ¿Y de qué manera se representa a sí mismo? Desde su pase a la segunda vuelta ha reforzado la atmósfera de improvisación que le achacan sus adversarios. Dice que no es comunista, porque los comunistas se aprovechan de la miseria, pero el ideario de su partido se proclama comunista. Dice que no tiene nada que ver con el ala institucionalizada del senderismo, pero el senderismo aparece entre las sombras de algunos partidarios suyos. Mece a los periodistas que le preguntaban por su equipo técnico y al otro día afirma que los equipos técnicos son cosa del pasado, pero luego se desdice y sus partidarios informan que sí van a presentar un equipo técnico. Invita a su contrincante a debatir y cuando la otra parte acepta, él recula. Dice que va cerrar la Defensoría, pero pide garantías a la misma Defensoría. Proclama que va a cerrar el Tribunal Constitucional y luego, que ya no lo va a cerrar. Anuncia que está dispuesto a todos los debates, pero sus personeros han puesto obstáculos para los formatos. ¿A quién se le cree?

Dice que quiere llegar a Palacio de Gobierno, pero realmente ¿Quiere ser presidente? ¿Está replicando el quechuchismo de Lourdes Flores? ¿O se está haciendo el “loco” Quiroga?

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