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PAULINA, DEJALA DECIDIR

Published

9 años ago

13/08/2015

La película argentina Paulina de Santiago Mitre ha sabido mantener al espectador tan enganchado como incomodo en su butaca. Precisamente, en Latinoamérica entera se vive una feroz violencia de género que ataca a muchas mujeres.

En ese sentido Paulina es una película política en parte, y reflexiva en general. Ya que plantea, confronta, y cuestiona algunos modelos legales y sociales que imperan en una sociedad plagada de convencionalismos y que no hace otra cosa que imponer roles establecidos a sus habitantes.

Más que genial es el inicio de la película, donde el juez Fernando Vidal interpretado por un contundente Oscar Martínez, dialoga con su prometedora hija Paulina (Dolores Fonzi) que además de abogada, estudia un doctorado de especialización. En dicha escena que se prolonga el plano secuencia por muchos minutos, se devela una discusión impecable entre un padre especialista en leyes, y una hija clara en sus convicciones personales, que a pesar de ostentar un promisorio futuro como próxima magistrada, se deja llevar por sus inclinaciones socialistas que le llevan ejercer un menor trabajo social en el interior del país.

Paulina es el remake de una película que dirigió en 1960 el francés-argentino Daniel Tinayre cuyo título fue La Patota, se promocionó en otros países como Ultraje, y precisamente Mirtha Legrand, su esposa, supo marcar con efectividad su rol de actriz dramática. Coincidentemente, esta vez Santiago Mitre, actual novio de Dolores Fonzi, ha logrado que ella encuentre a través de su batuta su gran registro dramático como actriz. Y sus interpretaciones en cada una de sus escenas convencen sin exagerar, mostrando a un ser sensible pero fuerte en sus convicciones.

Dos temas controversiales marcan la película: la violación y el aborto, que son dos variables que hasta nuestros días generan debates de todo tipo; y en el filme de Mitre, Paulina que es una chica sumamente letrada e inteligente, toma grandes decisiones que incomodan a su padre, y a los propios espectadores, porque a simple vista se puede sospechar que a ella le inunda una gran necedad que aumenta su condición de mártir, sin embargo, su mentalidad va más allá de lo establecido convencionalmente, y no es que una Paulina confundida por las circunstancias busque alimentar la impunidad; precisamente, en una de las escenas la terapista que la interroga, le increpa si ella es presa del Síndrome de Estocolmo, reacción que ataca a las víctimas en su afán de querer congraciarse efectivamente con sus agresores; y en ese momento es el público quien se desconcierta con sus determinaciones, y siente incluso cierto rechazo. Es precisamente ahí que el sostenido ritmo de la película con ingredientes como el desconcierto y la tensión nos sabe mantener enganchados hasta el final.

Hay dos componentes que quizás no hayan sido muy explotados por el director, me refiero a la poca presencia de la Patota, (grupo de agresores) durante la película, y la insignificante participación de Alberto el novio de Paulina, que es interpretada por Esteban Lamothe, el actor de la primera y soberbia película de Mitre El Estudiante.

Probablemente Paulina sea una película que no guste a cierto público, por el crudo tratamiento, y hasta cierto punto difuso que se le da a temas como la violación, y el aborto, que hoy hacen trabajar y romperse el cerebro en demasía a autoridades, legisladores, y sociólogos; sin embargo, es meramente arriesgada, aguda y versada, de ahí que ganó el Gran Premio de la Semana de la Critica en el 68°Festival de Cannes, y el premio FRIPESCI de la crítica internacional. Y esta vez pretende lo mismo en la Sección Oficial Ficción del 19 Festival de Cine de Lima.