Literalmente, un placer culpable. Ir al baño es una de las actividades básicas que más placer produce, pero de la que menos se conversa.
Esta fue la obsesión de Sim Jae-duck, el exalcade de Suwon, en Corea del Sur. La historia popular dice que nació en el baño de su abuela y que desde pequeño tuvo un especial interés por la calidad de aquella habitación de las casas que concentra los secretos y cavilaciones más profundas.
De hecho, su hogar tenía forma de W.C. que hoy se convirtió en un museo que concentra la atención de los habitantes de Suwon. Atrás quedaron los tiempos en que los turistas visitaban el lugar por la fortaleza de Hwaseong. Hoy el centro de la atención está puesto en el «Parque Cultural del Baño».
«¿Qué es lo primero que hacemos en la mañana cuando despertamos? Vamos al baño. Pero la gente pareciera no querer hablar de eso», dice Lee Youn-Sook, vocera del centro. «El baño no es solo el baño como lo conocemos, puede ser también un espacio cultural», asegura.
Hoy el parque ya está abierto al público y la mayoría de sus visitantes tienen menos de cinco años. En plena fase anal según la teoría freudiana, durante la cual precisamente aprenden las bondades de controlar los esfínteres e ir al baño, los niños parecen tener una especial atracción por esta nueva «cultura del baño».
Redordar que este tipo de monumentos no solo se encuentran en Asia, en la ciudad de Chicago también se encuentra la curiosa «fuente de mierda».