El 19 de julio de 1977 se escribió una de las páginas más intensas de la política peruana, acaso la prueba más contundente de que la izquierda peruana era la más avanzada del continente en ese momento, sólo superada por la nicaragüense respecto de sus logros formales, etc. La literatura peruana, como pocas veces, halló su paridad ante esta realidad en el célebre poema de Chacho Martínez, “Donde Se Dice Cómo Habló El Pueblo Peruano El 19 De Julio de 1977”.
El paro se realizó debido al paquetazo dictado por el ministro de Economía Walter Piazza que incrementó en casi el 50% el precio habitual de los alimentos básicos y contra las tácticas represivas del gobierno como la supresión del derecho a la movilización, la suspensión de la Ley de Estabilidad Laboral y otras gracias del famoso Gaucho Cisneros, ministro del Interior, en ese momento.
La población, acertadamente, no aceptó mantener su pasividad habitual e insurgió –Y este pueblo hermoso sacudió la escarcha de la cabeza, / dio un paso adelante, /a los cielos despejados y salió con la camisa abierta/ a ver la jeta/ de los poderosos. / Se nos había dicho, se nos había informado/ que éramos/ cobarde pasto de las botas, meadero de las moscas, / peruanitos sin democracia. / Pero cuando brilló el día deshelando la esperanza/ corrimos hacia el Sur/ y encontramos al viento levantando a los pájaros–.
El saldo político de esta acción multitudinaria es que se facilitó la caída del “felón” –Jorge Basadre, dixit– Morales Bermúdez quien tuvo que convocar a la Asamblea Constituyente. Posteriormente, el despido de 5000 líderes o prospectos de líderes posibilitó el debilitamiento del movimiento obrero durante la década siguiente y ya nunca más pudo fortalecerse.
En términos más individuales, luego del paro se detuvo a más de 1500 participantes y hubo, al menos, 16 muertos –En prisión nos enteramos que jamás volveríamos a fumar/o jugar a las cartas/con algunos compañeros–, prisiones y silencios, gritos y ausencias, desesperación y sangre derramada que como de costumbre no significa nada para las grandes mayorías embrutecidas ni para el esbozo de “ilustrados” que padece este país, tan divorciado de sí mismo que preocupa a cualquiera que intente preguntar por su futuro.
En contraposición a este ejemplo de movilización colectiva, el debilitamiento de los sindicatos propiciado por los despidos masivos que organizó Morales Bermúdez, más la nulidad de las respuestas al amordazamiento impuesto por Fujimori y la Ley de Negociación Colectiva, norma absolutamente proempleador, constituye una de las derrotas más graves que se ha autoinfligido la izquierda.
Siendo que gracias al poder emanado de los mismos obreros se constituyó la notable acción política que comentamos es válido señalar que al dejar de lado la lucha sindical, la izquierda se traicionó a sí misma, lo que se demuestra en la inexistencia de líderes obreros entre los principales “representantes” políticos de la izquierda actual y en la proliferación de reclamos tangenciales y la disputa de cuotas de poder en los márgenes de la verdadera problemática o, por último, la sola carta política de ser antifujimoristas y de salir a marchar solo en contra de un potencial indulto que favorezca al ex dictador, ex candidato al senado japonés.
Nunca más, la izquierda, tuvo un despliegue masivo tan genial en el curso de su torturada y no pocas veces acomodaticia historia. Debe enfatizarse que esto se posibilitó no sólo por la preeminencia de sus líderes tradicionales sino porque casi todos los dirigentes que participaron en el paro, a la vez que dirigentes políticos en sus respectivas organizaciones eran dirigentes obreros en sus respectivos sindicatos, es decir se estableció un doble frente de acción, político-partidario y organizacional-sindical, mancuerna que debería haberse consolidado en el futuro inmediato y que, lamentablemente, no sirvió ni para constituir un frente político electoral sólido ya que la malhadada ARI, ante cuya disolución se cuenta que Javier Diez Canseco lloró, no duró ni cuatro meses y el resto ya es historia conocida.
El paro de 19 de julio de 1977 fue la más agrande acción colectiva de nuestra historia, demostró las grandes posibilidades que tenía la izquierda si consolidaba su unidad y fue lamentablemente saboteado por ella misma al no saber conducir la estimulante insurgencia que el pueblo demostró desear y, también, por las fuerzas del orden represivo, es decir, los despidos masivos dictados por el ex dictador Morales Bermúdez y la estocada definitiva que asestó el ex dictador Fujimori.
Entre las dictaduras que están en contra del pueblo y una izquierda que pocas veces supo que hacer frente a esa opresión, además de la indiferencia de todo el resto del espectro político, debemos insistir en las luchas contra toda forma de represión desde cualquier trinchera – inclusive, desde cualquier ideología– en la que uno se encuentre, bajo riesgo de ser un miserable.
Reitero, debemos insistir en luchar y para mayor paradoja, la poesía peruana nos enseña, a contracorriente de su muestra actual, que todo escenario es positivo para luchar si se tiene talento y si se es valiente. El poema de Chacho Martínez que mencioné en el inicio de este texto es una muestra perfecta de esta elevada conjunción y por tales razones lo comparto como cierre de esta reflexión.
DONDE SE DICE DE CÓMO HABLÓ EL PUEBLO PERUANO EL 19 DE JULIO DE 1977
¿19 de Julio?
Aló, ¿Diecinueve de Julio?
¡Aló, carajo! Contesta el pueblo peruano
sobre este caballo de fuego.
Y este pueblo hermoso sacudió la escarcha de la cabeza,
dio un paso adelante,
miró a los cielos despejados y salió con la camisa abierta
a ver la jeta
de los poderosos.
Se nos había dicho, se nos había informado
que éramos
cobarde pasto de las botas, meadero de las moscas,
peruanitos sin democracia.
Pero cuando brilló el día deshelando la esperanza
corrimos hacia el Sur
y encontramos al viento levantando a los pájaros.
Volamos hasta el Río,
tramontamos los nubarrones del odio, dejando
a nuestras esposas
que cuenten los últimos granos de arroz.
Y hubo gran estallido de luces en estas calles
trajinadas por el Sol
y el infortunio, hace milenios.
Tanques / La belleza / Gases / El silencio / Estrellas/ El cinismo
/ Aullidos / Aullido de gorilas
engordados a propósito.
Los compañeros eran flechas lúcidas.
Eran liebres libres
que cortaban el aire tiznado, el aire vendido.
Y hubo terror en casa de los poderosos, terror en Palacio
y terror en las cloacas de este reino.
No hubo amarillos pero sí muchos soplones agazapados
confundidos entre los pocos árboles
de los parques incendiados.
Ellos salieron a la guerra.
Salieron a la guerra y les brotaba espuma por los ojos.
Espuma por la boca
y espuma por el culo.
Habían salido a la guerra, digo, no es un decir, salieron
instruidos hasta los dientes.
Viéndonos cercados, a punto de ser linchados, un compañero
dijo: ¡Viva el cinco de febrero! Y nos perdonaron la vida
por lo bajo.
En prisión nos enteramos que jamás volveríamos a fumar
o jugar a las cartas
con algunos compañeros.»
Cesáreo «Chacho» Martínez.