Por Jorge Paredes Terry
El Congreso de la República, lejos de ser un órgano de control y equilibrio del poder, se ha convertido en un ente desbocado, sin freno ni control, que avanza con la fuerza de un caballo salvaje, pisoteando la voluntad popular.
La falta de un verdadero órgano de control político ha permitido que el Congreso se convierta en un ente autocrático, violando la Constitución con impunidad. El Tribunal Constitucional, que debería ser el garante de la legalidad, se ha convertido en un apéndice del Congreso, un tumor maligno que no cumple su función.
Todos los poderes del Estado, Ejecutivo, Judicial, Fiscalía, etc., tienen mecanismos de control y balance de poder. Sin embargo, el Congreso, con una voracidad insaciable, ha eliminado a todos los que podían fiscalizarlos.
Sus últimos actos que indignaron a la ciudadanía, los pinta de cuerpo entero, el caso “Los Niños” por ejemplo, en su afán de controlar el sistema judicial, declararon la guerra a la fiscalía, por investigar a varios congresistas, el informe final de la denuncia constitucional recomendaba acusar a los políticos por los presuntos delitos de tráfico de influencias durante la gestión presidencial de Pedro Castillo.
La gota que derrama el vaso además de otras tantas perlas de estos mal llamados padres de la patria, es la ya famosa Ley 32108 qué cambia el concepto de organización criminal, limitando su aplicación a delitos con penas mayores a seis años. Así, quedan excluidos los delitos que tienen menos de 6 años de condena, como trata de personas, extorsión, tráfico de órganos, estafa agravada, tala ilegal, tortura, corrupción de funcionarios, entre otros, esto último facilita la vida de todas las mafias del Congreso, investigados por varios delitos.
La situación es insostenible. El pueblo, cansado de la impunidad y la corrupción, ha decidido alzar su voz. Los transportistas, los comerciantes, las amas de casa, unidos en un clamor por la justicia, anuncian un paro indefinido. Los mineros artesanales, miles de ellos, se preparan para salir a las calles y frenar al Congreso.
La situación es crítica. El Congreso, con un apoyo popular que no supera el 5%, se ha convertido en una amenaza para la democracia. La destitución de Dina Boluarte y del Congreso, a través de la presión popular, se vislumbra como una posibilidad real.
Para combatir la corrupción en el Congreso, se necesitan medidas drásticas y contundentes:
- Reforma del sistema político: Se necesita una reforma profunda del sistema político que permita fortalecer la democracia y combatir la corrupción. Esto implica la creación de un órgano de control político independiente del Congreso, la implementación de un sistema de financiamiento transparente de los partidos políticos, la eliminación total de la inmunidad parlamentaria y la promoción de la participación ciudadana en la política.
- Fortalecimiento del sistema judicial: Es necesario fortalecer el sistema judicial para que pueda investigar y sancionar eficazmente la corrupción. Esto implica la independencia del Poder Judicial, la lucha contra la impunidad, la profesionalización de los jueces y fiscales, y la creación de un sistema de justicia transparente y eficiente, me atrevo a sugerir la elección popular de jueces y fiscales, al mismo estilo de México.
- Promoción de la transparencia y la rendición de cuentas: Se debe promover la transparencia y la rendición de cuentas en todas las instituciones del Estado, especialmente en el Congreso. Esto implica la publicación de información pública, la creación de mecanismos de control ciudadano, la implementación de sistemas de alerta temprana de corrupción y la promoción de una cultura de transparencia.
Solo con medidas contundentes y la participación activa de la ciudadanía se podrá frenar al caballo desbocado y construir un país más justo y transparente.
El pueblo peruano, en su lucha por la democracia y la justicia, ha llegado al límite. La calle se convierte en el único escenario posible para frenar al caballo desbocado. Solo la voz del pueblo, organizada y unida, podrá poner fin a la impunidad y la corrupción que asfixian al país.