La pandemia y los cambios realizados han traído detalles que en la escena normal (en todo caso en el sentido rutinario) parecían ser llevaderos, o no preocupaban lo demasiado o no querían preocupar por conocimiento o por intereses específicos. El Perú es un pañuelo, como acaricia la frase cotidiana su enunciación en el argot criollo. Un pañuelo para limpiar los espejos que reflejan nuestros rostros en cada despertar, mostrando esa mutación y transmisión de cada sentido por día al cuadrado en estos momentos de confinamiento.
Un pañuelo que limpiaba las lágrimas de alegría de un pueblo al ver por vez primera en los últimos 30 años al Perú en un mundial y en una final de copa América con el tan ganador, endiosado y monstruoso Brasil. Un pañuelo que intenta limpiar las lágrimas resecas de la desnutrición, el analfabetismo, el desempleo y los colmillos de la corrupción. Un espacio ignorado, que toma mucha importancia en campaña de justas electorales, siendo un estribillo feroz al resumir un acto propuesto que no se encuentra desarrollado o estrictamente no está en los planes.
Los modos cambiaron en esta pandemia, el discurso de las autoridades se convirtió en un elemento más esforzado, tenía un aire de preocupación, hasta de congoja; sin embargo, las falencias se alimentaban en el pantano de la desidia y esperaban un navío preparado para su naturaleza que de algún modo los salvaguarde o llene simplemente una esperanza con sabor a populismo.
En la zona rural miles de niños caminan un número considerable de horas para escuchar en una radio que apenas batalla con la transmisión y el tiempo en una colina, hondonada, llanura, etc; enfrentándose a todos los obstáculos que demanda la zona rural y heroicamente son afrontados por estos próceres anónimos que no necesitan contar anegables hazañas para demostrar que el sacrifico y el esfuerzo son alimento del espíritu y de la fortificación de bases para el futuro. No obstante, lo dicho es totalmente falso en casos particulares que la actualidad nos provee.
Un rechoncho sujeto entra al Congreso de la República, en su caminar anuncia una arrogancia, que su misma extravagancia cabila un juego con la huachafería. Anuncia una suerte de título nobiliario, explica todo lo que ha hecho en su vida, podría llenarnos toda la tarde explicando lo que trata un examen o todo lo que se puede hacer para obtener un diploma, se contornea azucaradamente y se autonombra: “Márquez de las Causas rellenas y el arroz con papa” (ofrecemos una disculpa a la comida peruana). El tipo no puede explicar como llegó allí, ha formulado mil disparates y aún no puede explicar.
Su estadía en el ministerio es un caso para los ufólogos y para el mismo desconcierto. La imagen mental de un elefante dentro de una habitación sin acceso solo con un pequeño orificio acumulando luz es un caso explicable y argumentable, a diferencia de la anomalía del ser – cetáceo que representa la injusticia, la burla de un país que tiene los suficientes argumentos para salir adelante, pero es casi imposible con tanta mediocridad y los intereses de los arribistas que siempre van a buscar obstaculizar la línea disciplinada y merecida de todas las acciones que exige el desarrollo del País.
La lógica en el Perú parece ser un teorema mitológico que ya no tiene validez, la productora de un programa de televisión donde se ganan la vida respondiendo un contundente: “paso”, a la respuesta de la ecuación: x +15 = 18, o a la respuesta de en qué departamento se encuentra Chavín de Huántar; recibieron del gobierno un monto de tres millones de soles del estado como parte del programa Reactiva Perú.
Mientras que centenares de artistas en nuestro país pasan por momentos difíciles y angustiosos debido a la crisis mediática. Lo más rentable, desde la cultura talk show impartida desde los noventas, es entretener con la estupidez, ese es el concepto de entretenimiento para las mayorías: la hedionda estupidez. Y es camuflada de una manera agresiva con el típico: “hay que adaptarse al cambio”. Las situaciones seguirán, los nuevos personajes están por nacer o enérgicamente ya nacieron y caminan en la horripilante consecuencia de lo mostrado, además el advenimiento de nuevos lotes de incoherencia llegarán y navegaran en nuestra tan incolora y desértica sociedad.