En la infancia del hombre, cuando la Naturaleza cobraba una íntima dimensión de correspondencia con lo humano, surgió la mística de asemejarnos a los animales y plantas: encontrar diálogos, abrir un razonamiento entre sus causas y efectos. En la era cibernética que habitamos, aquel diálogo ancestral aún permanece vivo en algunos poetas. En ese sentido, la comunicación poética de Gloria Mendoza Borda nos acerca en su última muestra poética, Pájara Bravía (2024), a un panorama de verso diverso, aunque ciertamente arraigado a la tierra, sus problemas y esencias: «no entiendo / el discurso/ de la tierra/ penetro a sus ritos/ busco ser yatiri/ tomo sus yerbas/ su milenaria muña/ sé que nos siente/ sé que nos exige/ sé que tiene razón» El poema “Me convertí en reverenda” establece tertulia con las rocas, las plantas medicinales, el viento, el agua, el fuego; pese a que afirma no entender el discurso, busca una conexión natural. En otro pasaje, nos advierte: «perdonadme pájaros/ por no abrir mi ventana/ gaviotas/ albatros/ cuervos/ alcatraz». Así, la poeta se distancia de las aves, pero con el afán de volar con sus propias alas. Si, tal como Baudelaire afirmó, las alas de gigante impiden, en esta poética, leve y directa, flota sobre nosotros la esencia de su vuelo. En otro verso, se afirma que el yo poético desea ser yatiri, es decir, ocupar el rol de sabio de una comunidad. Y no olvidemos: el poeta pertenece a las Santas Legiones. Busca entre los ritmos de la realidad, los que convoquen la música de la mente. Por todo ello, la idea de yatiri se superpone a la del poeta vidente. Por otro lado, aparte de aves y lobos, encontramos un espacio para los retratos y testimonios. En ese marco, encontramos poemas como Salustiana Tuano, que busca dar un retrato andino, o, Muchos años después de Accomarca, que es claramente una estampa poética de los años de violencia de los ochentas: «muchos años después/ un enjambre de huesos perforados/ (…) nos recuerdan/que Ayacucho/ es una herida abierta.» Leamos la bravía poesía de Mendoza, desde el sur que más nos duele.
(Columna publicada en Diario UNO)