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Paisana Jacinta, ¿censurar o criticar?

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1.

Criticar a la Paisana Jacinta  es un deber. Censurarla es un error.

Regular su viabilidad es una posibilidad, siempre y cuando se realice de modo general.

2.

De más está teorizar acerca de lo negativo que representa toda forma de censura y/o distanciarla del ámbito de la regulación pero sí se debe señalar que la censura es indeseable solo ante un proyecto artístico y no ante un producto estrictamente «mercantil». Esta pauta evitará cualquier cuestionamiento en torno a la censura y a la libertad de expresión.

3.

En el arte, caben todas las licencias y, en ese sentido, puede afirmarse, a primera vista, que la Paisana Jacinta es una «producción artística» pero yo no le daría ese status porque no veo ninguna intención estética en el realizador ni en la propuesta. Además, Adolfo Aguilar y Jorge Benavides no son pares de  Lars von Trier. Con esta comparación quiero decir que, si alguien va a ser provocador basta una sola manifestación y una trama interesante, al menos, y sobre todo, que esa provocación estimule al pensamiento o a  la sensibilidad. La Paisana Jacinta no posee nada que brindar al espectador excepto un conjunto de miserias y hechos deplorables. Por lo tanto, no la cubre ni la ampara el ejercicio de la libertad de expresión «artística».

Si la Paisana Jacinta fuese un personaje aislado o un integrante de un proyecto «mayor» podría cavilarse en el proyecto y la propuesta en sí pero el problema con la Paisana Jacinta es que de ella emanan, directamente, todas sus posibilidades de realización, es decir, de ella, en tanto objeto individual,  acto seguido del enorme aval popular que la ha preferido durante años pese a que este personaje les enseña lo que, creo, temen ser o llegar a ser.

4.

En principio, no estoy de acuerdo con los agentes censuradores, como ya explique,  pero sí creo que el autor de tal o cual propuesta controvertida debe asumir toda la responsabilidad de sus actos y, en ese sentido, debe ser confrontado por los intelectuales o por cualquiera que asuma la posibilidad de ejercer un pensamiento de orden crítico. Si el Estado llegase a regular alguna norma en la que se sancione el racismo, no debería considerarse una censura sino un acto de preservación del interés general. Sin embargo, solo podría aceptar que se restrinja el acceso de los menores de edad ya que un ciudadano -mayor de edad- es libre y capaz de ver, leer o experimentar lo que se le venga en gana.

5.

La nula problematización del caso La Paisana Jacinta podría demostrar la gran indiferencia de la actual intelligentzia peruana o su profundo hundimiento y limitación. Imagino que un tema como este en los tiempos de la Generación del Centenario ya hubiera producido varios libros contrapuestos. De hecho, el problema del indio, aparentemente, extinto dado que la mayoría de la población se considera «mestiza» o eufemísticamente, «chola», resurge como un tema de primer orden.

6.

Jacinta no es una chola cualquiera, es una indígena de extracción rural y si observamos con criterio es la representación capital de lo que es un serrano en la mente de un gamonal o de la familia limeña de un gamonal serrano.

El limeño, según es fama, al jactarse de un absurdo orgullo criollo ha vejado siempre la dignidad del serrano: come-cancha, pezuñento, «indio» y todas las otras formas que el desprecio pueda recaer ha incidido, invariablemente, en el serrano, en el indio. Hasta del negro se dice que bien vestido puede pasar por chofer pero un indio no puede ser nada que sea distinto a un sirviente y si este indio hace dinero, en mala hora, puesto que como decían los viejos racistas, «un indio con plata o dinero es la peor mierda».

Como sabemos, en México se da la figura invertida, lo que vale es el serrano y al hombre de la costa se le ve como débil y manso. Se ha señalado que muy pocos presidentes de México no han sido serranos. Lo que allá vale es la sierra, lo azteca, la «raza». Aquí es al revés, siendo mayoría, el mestizo, el cholo, el indio, el serrano, etc. se ha tendido siempre a endilgar al vecino el desprecio que presumiblemente recibe cada uno por parte de quien se considere superior o simplemente más privilegiado.

7.

Ha querido verse en el dinero una forma perfecta de «blanqueamiento», de des-serranización pero vemos con el paso del tiempo que eso no es así de ninguna forma ni siquiera porque emparentes con familias «mejores» que la tuya. Más no nos distraigamos del tema propuesto:

Jacinta no es una simple mujer andina es una campesina y como ya señalé su creación sirve a un estereotipo que no pocos asumen como cierto. La risa y la indiferencia hacia la Paisana parecen demostrarnos que nos burlamos de ella a fin de no ser confundidos con ella. Es como el reflejo imposible de algo que no podemos aceptar como propio. En cambio, el otro estereotipo fatal de la actualidad, la China Tudela nos hace reír, quizás, porque lo tomamos como un referente de lo que nos gustaría ser.

Ambos personajes utilizan el racismo para sus fines específicos y soterrados pero la China no puede dolerle a nadie. En cambio, la Paisana es un cuchillo en el vientre de las miles de mujeres andinas que no pueden reconocer como propio a un espanto y a una canallada de parodia. Si nos identificáramos más con la Paisana, nadie en su sano juicio se vería impasible ante lo que ella representa.

8.

Sería importante reflexionar acerca de que provoca la risa de la gente en la Paisana, ¿acaso esta gente se burla de sí misma y no se dan cuenta?

9.

¿Es válido censurarla? No, sobre todo, porque no hay un modo exacto que haga reflexionar a sus seguidores. En realidad, no sorprende que un personaje tan repugnante como la Paisana tenga tanta aceptación ya que por ninguna parte aparecen siquiera indicios de que tengamos una identidad nacional. Fuera del futbol, la gastronomía y la tolerancia ante la corrupción casi nada nos hace tener algún parecido entre peruanos.

10.

Es ruin y cobarde sugerir que se debe tolerar a la Paisana. Lamentablemente, censurarla es darle más importancia de la que tiene. Lo verdaderamente interesante es cómo no se puede hacer nada contra la turba que la ha hecho un récord de taquilla.

11.

La pobreza «afea», innegablemente. La riqueza no te hace más hermoso pero al menos te permite tener cierto cuidado personal del todo imposible cuando te esfuerzas solo en conseguir lo mínimo para pasar el día.  Pero en la Paisana no solo se señala su obvia y rotunda fealdad en el tipo étnico- como si en todas las etnias no hubiera gente agraciada y sin gracia-  y en el estado de su apariencia, sino, también, en su condición económica.

En este sentido, la falta de dientes es lo más triste.

Si hubiera algún rastro de tuberculosis o sida en la Paisana, ¿alguien sería capaz de reír? Creo que no, pero como solo son dientes que no pudieron ser curados adecuadamente por un buen dentista ni siquiera se piensa en esa precariedad económica o en la nula participación del Estado en lo que corresponde a la cautela de la salud pública.

12.

No puedo estar de acuerdo con aquellos que promueven la censura de la Paisana. Tampoco con quienes no se dan cuenta de lo indeseable del personaje.

13.

La Paisana Jacinta debe seguir en cartelera pero cada uno debería expresar sus ideas al respecto según sus posibilidades. Que esté en el cine no significa que no sea una representación nefasta de un Perú que todos temen ser por no aceptarnos como somos. ¿ Pero cómo es que realmente somos los «peruanos»?

14.

Imaginemos un comercial de Ripley o una gigantografía  con una familia formada por personajes construidos en base a la apariencia de la Paisana Jacinta. ¿No sería una figura más cabal de lo que es el Perú? ¿No detestarían ver esa imagen en las carreteras o por allí? ¿No será que se teme reconocer en la Paisana a cierta forma de mirarnos que nos impide reconocer nuestra ascendencia o proximidad al Ande?

15.

Se burlan de la Paisana pero en Puno todos los años tiene que recurrise a la ayuda de los compatriotas porque los pobladores no son capaces de afrontar con solvencia unas condiciones climáticas que sí son duras pero no tan extremas que devengan en imposibles.

El problema estriba en ¿cómo hacer que esa gente se «desarrolle» y «progrese”? Quizás, un ña ña ña ña… y darles algo de «ayuda» una vez al año nos evite identificarnos con ellos, etc.

16.

Mi impresión final es que si nos reímos de la Paisana nos reímos de lo que nos duele ser o de lo que nos dolería ser en los ojos de un tercero.  La China Tudela, en cambio, es el reverso de la moneda. Es lo que a sus seguidores les gustaría ser o la gente con la que preferirían tratar.

17.

La boca desdentada de la Paisana Jacinta es un símbolo perfecto de pobreza y dejadez. Y es muy similar a todos aquellos que siendo los más próximos a la Paisana, se distancian y se ríen como si no fueran parte del mismo escarnio que Jorge Benavides les enrostra todo el tiempo desde la presencia y acciones de su personaje de «ficción».

18.

Se sugiere que el Estado debería intervenir en el ámbito cinematográfico. De hecho, quizás, la Ley de Cine debería incluir presupuestos por los que películas de determinado sentido no reciban ningún favor en el país. Considero que esa sugerencia es superflua. Y opongo un ejemplo, al respecto: desde el gobierno de Velasco, el país es bilingüe y ¿acaso el conocimiento del quechua se ha hecho masivo u obligatorio?

En todo caso, antes que regular en el ámbito del cine, debería regularse directa y contundentemente una norma nueva y original que censure al racismo y a sus diversas manifestaciones.

19.

Las leyes no pueden transformar la realidad. Pero la realidad necesita ser transformada. Hagamos posible esa transformación, pensando y llevando a la práctica las ideas que devengan de ese ejercicio crítico del pensamiento.

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