Uno de los más notables retratistas peruanos es el pintor realista don Óscar López Aliaga Núñez, más conocido como Don Osquitar. Él a sus 89 años tiene un gran sentido del humor que se mezcla con una innata caballerosidad solo similar a la del Caballero de los mares; precisamente hace unos años donó a la pinacoteca de una importante universidad un impresionante retrato al óleo del almirante Miguel Grau.
Don Osquitar, que hace algunas semanas
expuso su muestra individual Retratos en
la casona Pardo de Miraflores, conversó con nosotros sobre su pasión por el
dibujo y la pintura, la Escuela Nacional de Bellas Artes, algunas anécdotas presidenciales,
y el amor incondicional que aún le guarda al que fuera su inseparable: su
hermano Diego López Aliaga.
¿Qué recuerdos del lugar donde naciste?
Nací en la gloriosa villa de San
Pedro de los Chorrillos, aquí al sur de la costa de Lima. Más o menos a 50 años
de la ocupación chilena; y vi las cicatrices que dejaron ellos en Chorrillos,
e incluso tuve algunos compañeros que
eran hijos de chilenos, pero los soldados
también sufrían porque tenían la
orden de destruir la ciudad, y durante
la ocupación hicieron destrozos.
¿Cuántos hermanos fueron ustedes?
Éramos 3 hermanos. Una mujer, y
un hermano hombre con el que fui muy unido porque él también pintaba. Diego nació en Arequipa.
¿Recuerdas tu primera experiencia con el dibujo?
Fue desde niño. Mi padre tenía la
colección de la enciclopedia Espasa Calpe, y allí encontré dibujos (sobre todo
para el retrato) de un pintor catalán Ramón Casas Carbó. Lo curioso es que Carbó
en castellano es carbón. Él era un buen retratista modernista; así le llamaban
a los que antes habían sido impresionistas, y luego pasaron al
postimpresionismo. Aquellos retratos me gustaron mucho. Yo tenía 10 años, y
empecé a dibujar muñequitos, sin ninguna noción del dibujo realista, y después
poco a poco avancé. En aquel tiempo gobernaba el presidente Óscar Raimundo
Benavides.
¿Quién empezó a dibujar primero, tu hermano, o tú?
Los dos. Pero él era más
estudioso, y yo era más relajado, aunque él nació el primero de mayo, justo el
día en que nunca había trabajo, por eso los revoltosos en esa época eran los
apristas, porque los comunistas no molestaban.
Ambos estudiaron en la Escuela Nacional de Bellas Artes
Claro. Mi hermano Diego fue primero porque era mayor; él ingresó saliendo del colegio en el año 1944, y yo ingresé al año siguiente al mismo taller. Allí me recibieron con aprecio, aunque aún se mantenía la influencia de Sabogal que quiso imponer el indigenismo, y fue un error, porque aquel que no dibujaba como él quería, le rompía la hoja. Era un dictador. Yo he visto sus cuadros y me gustaban, aunque no me gustaba pintar con él, porque su pintura era muy ingenua, era naif.
¿Y tus maestros?
José Gutiérrez Infantas fue mi
maestro. Él tenía la influencia europea porque era alumno de Daniel Hernández, pero
Europa también tuvo influencia americana. Y cuando ingresé a Bellas Artes Germán
Suárez Vértiz era director de la escuela; él era muy liberal, porque no era
nada dictador. Y el que le siguió como director fue Ricardo Grau, que también
tenía una escuela europea porque estudió en Bruselas.
¿Cuándo egresaste de la escuela?
En el año 1953, y con
especialidad en todo; aunque mi fuerte era el realismo.
¿Cómo fueron los gobiernos de turno en tu juventud?
Para mí la de Odría fue la época
de oro. Yo tenía 18 años, y ya había sacado mi libreta militar, porque recién a
los 21 fui mayor de edad y pude tener mi libreta electoral.
¿Y qué piensas de los que dicen que Manuel Odría fue un dictador?
Yo pensé eso cuando él se levantó
en Arequipa, pero ahora no me parece, porque Odría fue un hombre honesto; y
dijeron que había robado, pero eso es falso. Soy su defensor porque no era
justo lo que se dijo, pero los que le hicieron la guerra fueron los apristas.
Luego, el presidente Manuel Prado era un hombre carismático; a mí siempre me
agradó, y no solo por la amistad que tenía con mi padre. Él vivía en la calle
de la Amargura, hoy jirón Camaná.
Y desde allí se iba caminando hasta Palacio, pero antes hacía una
parada en el bar Queirolo para tomarse una copa de pisco
Así es. Te voy a contar una anécdota de este hombre. Un día él se dirigía al Club Nacional e iba por el jirón de la Unión cerca de La Prensa, y en el segundo piso de aquella fachada había una ventana con cortinas de tul, y alguien le gritó ¡hijo de traidor!, Valentín Quesada fue el que le gritó eso, porque era de la oposición, y los Miró Quesada también estaban en contra de Prado, además, la revista Variedades y La Crónica creo que en ese tiempo la tenían los Prado. Y cuando llegó a almorzar al Club Nacional, a un amigo suyo le dijo: “me vas a hacer el favor de invitarme a tu casa en Chaclacayo a una reunión, y lo invitas al tal Quesada para almorzar juntos, y te ruego que luego me dejes solo con él”. Y cuando llegó ese momento a solas, Prado le dijo a Quesada: “A ver repite lo que has dicho el otro día”, e inmediatamente lo agarró y lo masacró. Él era muy tranquilo, pero sabía pelear.
¿Y sobre Fernando Belaunde Terry?
El apellido Belaunde siempre ha
sido muy familiar. Mi padre era ingeniero civil y dejó mucha obra en Arequipa,
además tenía el grado de teniente en la reserva. Rafael Belaunde Diez Canseco
el padre de Fernando, era amigo de mi padre.
¿El régimen del general Velasco Alvarado te afectó?
Velasco el bien lo hizo muy mal,
y el mal lo hizo muy bien. A mí me sacaron como si fuera un criminal de Expreso
que era el periódico donde yo trabajaba en esa época. Tomaron los medios, y recuerdo
que el primero fue Radio Reloj. Yo ingresé a Expreso en 1968 justo en el
momento que Velasco tomó el poder. También hubo anécdotas muy graciosas, y
siempre había un reportero que salía de noche a ver qué noticias encontraba, y en
las calles había tropas del ejército. Ellos tomaron el periódico y lo primero
que yo hice fue renunciar, y les dije que yo no era político. Eso fue por
lealtad a Ulloa que fue quien me llevó a trabajar ahí. Yo había ingresado como
dibujante, y hacía las carátulas y los avisos comerciales.
¿Cómo era tu rutina en el periódico?
Yo ilustraba el suplemento
dominical “Estampa”; y recuerdo que muchos coleccionaban esas carátulas. Yo
tenía un jefe HDP, que era un cusqueño
acomplejado pero era muy culto e inteligente, Sánchez se apellidaba, y en esa
época había mucha influencia Castrista. Ese jefe me dijo un día: “Los tipos como
tú deben ir al paredón, porque eres un pituquito
y debes haber sido muy engreído”. Y le respondí: “Sí. Has dicho la verdad; he
sido muy mimado, y gracias a ello mis padres me enseñaron a amar y no a odiar,
y a no tener ningún complejo, como tú bien sabes”; y lo dejé calladito. En
Extra y Expreso me sentía muy bien porque ahí hice amigos, pero cuando renuncié
estuve en La Prensa. Yo salí en 1994 porque sinceramente la gente había
cambiado, y ellos se miraban con cierta desconfianza, y ya no me sentía bien
ahí.
¿También se hablaba de corrupción cuando fuiste joven?
Había por supuesto, pero no
tanto. Escuché anécdotas del presidente Benavides cuando decía: “Yo no sé por
qué se quejan, si mi gobierno protege la religión y el deporte; pero el que no
comulga conmigo lo deporto”.
Volviendo a las artes, ¿Quiénes influenciaron en tu trabajo?
Aquellos dos modernistas, como te
dije: Ramón Casas en el retrato, y en la pintura me gustaba mucho
Jean-Auguste-Dominique Ingres que era romántico y realista; ese sí era muy
pegado a la línea. También me incliné por los de la época de la revolución
francesa, y algunos impresionistas.
¿Te gusta hacer caricaturas?
Claro. Pero hay muchas clases de
caricaturas, y yo hacía caricaturas
graciosas, pero sin maldad, porque un compañero de la escuela de
apellido Korante y que tenía mucho ingenio, hizo en una ocasión una caricatura
de una compañera del salón, y cuando se la enseñó la hizo llorar, porque le
dolió que la dibujara de una forma tan ridícula, porque lo hizo con una maldad.
Ese es el tipo de caricatura que yo no hago.
¿No necesariamente un buen dibujante puede ser un buen pintor?
Precisamente, había un artista
arequipeño que me gustaba mucho, me refiero a Carlos Baca-Flor. Y recuerdo a un
profesor que era amigo mío, él era Miguel Baca Rossi, que enseñaba dibujo
anatómico, y explicaba clases de escultura; pero el que tenía el taller de
escultura era Ismael Pozo Velit, que aún exhibe una gran escultura en el Paseo
de los Héroes Navales.
Podrías afirmar que siempre has vivido de tu obra
Sí. Aunque mi mamá me decía
cuando era chiquillo: “Te vas a morir de hambre”, a pesar que ella tenía mucha afinidad con el arte.
¿Consideras que los medios periodísticos han sido mezquinos contigo?
Yo no sé si me han hecho algún
reportaje, pero tampoco he tenido distancia con los medios, porque tenía
amigos, y también trabajé en una agencia inglesa de publicidad.
¿La fotografía reemplazó al dibujo en las publicaciones de los
periódicos?
La fotografía se usaba siempre,
pero también se utilizó muchísimo el grabado en punta seca; los fotograbados.
¿Tienes idea de cuántas obras has realizado?
No sé. Yo he sido bien cuidadoso,
porque tengo un registro ordenado desde el año 1947 donde están todos los
cuadros que he hecho, con clientes, direcciones, técnica, RUC, dimensión,
precio, fecha de encargo, fecha de entrega, y observaciones.
Tu mirada es académica y ortodoxa, pero actualmente en pleno siglo XXI
se habla del arte contemporáneo ¿Qué opinas?
Ya lo dije anteriormente; que
ahora algunos ya se creen artistas, y miran con desprecio todo lo que les
rodea. E incluso gente que nunca ha pintado, de repente sale a pintar; y por
qué no decirlo: los que se encargan de auspiciar a esa gente son los dueños de
galerías, algunos periodistas, y los críticos, por supuesto.
¿Cuantos años de carrera?
Desde que salí del colegio en
1946. Ya son 73 años, porque desde el colegio ya me encargaban trabajos.
Para finalizar ¿Qué le dirías a un joven que está empezando a dibujar?
Primero, que no sea vanidoso, y que tome apuntes de la vida real en un parque, o de lo que suceda alrededor de la calle.
(PUBLICADA EN LA REVISTA IMPRESA LIMA GRIS NÚMERO 17)