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El Oscar que celebró Donald

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ESCRIBE FERNANDO SARMIENTO

El bochornoso episodio de la reciente noche del Oscar ha servido para que Donald Trump, el empresario hecho presidente y objeto de un despiadado escarnio la noche del domingo, pueda abrir un whisky en la oficina Oval y disfrutar de la satisfacción de un vencedor que contempla como a su enemigo le estalla su propia bomba en sus manos, quedando más burlado y ridiculizado que el pobre Coyote antagonista del Correcaminos.

Porque el papelón llega en una coyuntura en que la crisis del Oscar y su ceremonia es una realidad que nadie puede ocultar. Este es su tercer año consecutivo de caída en los ratings, y a estas alturas nadie podrá negar que los cambios destinados a agilizar la ceremonia han tenido el efecto contrario.

Por ejemplo, la noche del domingo dio vergüenza ese supuesto homenaje a Jackie Chan, a quien le entregaron el Oscar Honorario en una ceremonia previa, medio clandestina, de la que pasaron extractos, cuando lo lógico hubiera sido permitir la ovación en vivo de los asistentes y las palabras en directo de la estrella.  Pero no, en lugar de ello prefirieron darle minutos a Justin Timberlake, un tipo muy simpático, pero que, siendo sinceros, es poco más que un mono parlante frente al micrófono.

De allí que el blooper del final, haya sido lo mejor de una ceremonia que, para recuperar brillos de antaño, decidió salir con la pata en alto, y mostrar a una industria cinemera combativa, con conciencia social y opositora a Trump, a quien no dejaron de pegarle presentadores y premiados. Una imagen, que, siendo sinceros, dista mucho de lo que es en realidad la Academia de Artes Cinematográficas.

Y es que hablamos de la Academia que le robó el triunfo a Brokeback Mountain, puenteo a Tiempos Violentos, ninguneó a Casino y demás cintas políticamente “incorrectas”, en su afán de no agitar las aguas y promover lo correcto y lo zanahoria. De allí que cause risa ver a estos mojigatos y encopetados convertidos de la noche a la mañana, en adalides de la democracia, la tolerancia y las libertades.

Pero bueno, quisieron vernos la cara, y la hipocresía les reventó en la cara de un Warren Beatty, ya jubilado, pasando el roche de su vida, deseando haberse quedado esa noche en su casa tomando un baño en vez de ser el blanco de las miradas de los rabiosos productores de La La Land, que estuvieron a un tris de pechar al casi octagenario Dick Tracy.

¿Ganó la película correcta? Siendo sinceros, ambas son películas con méritos, pero andan a años luz de Los Imperdonables, Ben Hur, Nido de Ratas, El Padrino o la misma Danza con Lobos. Son correctas, aunque inofensivas, como la mayoría del cine que se hace hoy por esos lares. Y ello se aplica incluso al circuito Indie, donde la autocomplacencia cada día gana más terreno.  Por ello, cuando el año pasado Spike Lee se quejaba de las nominadas, lo único que se nos ocurría responderle era “Cuando vuelva el Lee de Haz lo Correcto y Malcolm X, conversamos”.  Más claro ni el agua. Hasta el siguiente roche.

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