Literatura

«Orquídeas marchitas», un cuento de Gabriel Rimachi Sialer

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A quien corresponda…

Lima, invierno del 2002

No importaba nada más. ¿Sabes? Ayer estuve pensando en todas las tardes que pasamos juntos, en los árboles donde grabaste mi nombre, pero de nada valió. La música que no quiero oír, las calles por donde no quiero andar, son cosas de todos los días. Una de estas tardes te llamaré. No deberías estar preocupado. Muchas veces he pensado en que las cosas siempre suceden por algo. Tal vez por eso es que hoy te escribo estas líneas. Desde tu oficina, con ese ventanal que da aquellos enormes jardines, sentirás que la vida es más bonita, solo y lejano. El brillo del sol a veces engaña. Mientras tanto estoy aquí, sintiendo que te pierdo definitivamente, y que nada de lo que haga puede hacer que regreses. Creo que es lo mejor. No volvería contigo después de lo de ayer. No. Aún no comprendo cómo después de tantos años juntos, de haber vivido tantas cosas, pudiste haberme dejado de la manera en que lo hiciste, sin que nada te importara. Nada, excepto tu libertad y el haberte dado cuenta –según tú— de que lo nuestro no daba para más.

He llorado todos estos días sin que nadie se dé cuenta. Mis amigas creen que estoy resfriada, tengo los ojos hinchados y la nariz roja. Me veo fea, lo sé, pero eso no importa, en realidad me veo triste. Mi mamá me lo dijo esta mañana. Me preguntó si habíamos peleado y le conté que sí, que me dejaste porque estabas cansado de mí y mis tonterías, de que te celaba mucho, pero eso no es cierto, siempre hiciste lo que querías y yo te perdoné muchas cosas feas. Las veces que te fuiste sin decirme nada, las tardes que te esperé como una idiota sentada en el parque, mientras todas las parejas entraban al cine o caminaban despacito y tú, tú nunca llegabas. Mucho trabajo ¿no?, si pues, mucho trabajo. Ahora tienes todo el tiempo libre para trabajar, pero seguro que lo pasarás con tus amigos, lo sé porque ayer en la mañana me contaron que te vieron en el bar del centro bebiendo como un loco, gritando que celebrabas tu libertad. Nunca me quise drogar contigo ¿Es eso malo? ¿Acaso me dejaste de querer por eso? No me gustan esas cosas, pero jamás te pedí que no lo hicieras. Pensé que si no te decía nada dejarías de hacerlo por no hacerme sentir mal. No soy una cucufata, lo sabes, siempre hemos hecho el amor como unos locos, y siempre te he deseado con la misma intensidad de la primera vez, cuando, burro tú, creíste que no dolía nada. Pero sí dolió. Y no sé por qué te escribo esto. Tal vez sea un descargo de mi conciencia o de mis sentimientos. Un desahogo que me haga sentir mejor, que me permita gozar del sol como lo haces tú ahora, pero es difícil. Muy difícil. Te extraño muchísimo y estoy confundida. No sé si es la costumbre o el amor, pero cuando llega la tarde espero que aparezcas por esa maldita puerta y me abraces fuerte, y tomemos lonche. Pero ya no es posible. ¿Cuándo fue la última vez que viajaste? Ya recordé: hace dos meses. Mensajitos en el mail que no decían nada. ¿Cómo crees que me siento? Luego llegas, nos vemos cada semana menos y después desapareces. Ya no te quiero, dijiste. Ya no te quiero. Y yo, ¿qué hago con esto que tengo dentro? Se te pasará. ¿Fácil, no? Y los días vuelan, pero tú no das noticias. Ayer te llamé a la oficina en la mañana. Dijiste ¡Aló! ¡Aló!, varias veces. Te habrás dado cuenta que era yo, luego colgaste. Quise contarte muchas cosas, pero no me atreví. Me trataste tan mal la última vez que aún siento aquí dentro cómo se retuerce algo que sé ya no existe. No sé dónde quedó mi amor por ti, mis ganas de sentirte; no sé si odiarte o cómo olvidarte. Apareces en mis sueños como un fantasma que pasa riendo, burlándose de esta tonta sentada en una banca. Como la canción ¿recuerdas? Ya no quiero saber más de ti. Es más, ya ni siquiera deseo escribirte, pero estas líneas tienes que leerlas, serán las últimas, lo sé. Y sabes que no miento. No te buscaré más. Ayer mamá me vio tan desolada que no tuve más remedio que contarle. Tampoco quiere volverte a ver. Mi papá mucho menos. Ya no serás mi pareja de prom. iré sola, o tal vez no vaya (no te molestes). Ya no necesitarás gastar en la orquídea que vimos en la tienda. Ya no me importa. Me dolió mucho, sabes, como nunca antes. Un dolor distinto, más grave.

Las clases acabarán en dos semanas. Espero viajar donde mi abuela, allí no estuvimos nunca (menos mal, no soportaría aceptar que llenaste todos mis espacios). En verano las cosas se ven mejor, iré más seguido a la playa, tendré muchos amigos y nadaré bastante, hasta cansarme y dormir. Dormir mucho oyendo al mar. Nunca te gustó la playa. Eres alérgico al sol.

¿Por qué te quise tanto? Cuatro años. Cuatro años de mi vida los pasé contigo y me dejaste como a una perra. Creo que sí te odio. ¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso te enamoraste de alguna de tu oficina? ¿De tu secretaria? ¿De tu jefa? Ya no me importa. Inventaré tu respuesta. No será difícil. Mientras tanto caminaré más, hasta borrar tu último beso de mis labios, tu último calor. Desde ayer no soy la misma.  Caminaré a dejarte esta carta en la recepción de tu trabajo, y volveré a casa. Con mi dolor a cuestas, y el vientre vacío. 

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