Muchos habrán escuchado la famosa frase “Vale un Perú”, relacionándola a algo sumamente costoso o exuberante, y razón no les falta al darle esa cualidad al nombre Perú, pues su origen se aproxima más al deseo de los exploradores españoles de encontrar cantidades inimaginables de oro.
El gran historiador peruano Raúl Porras Barrenechea escribió en 1951 el libro titulado “El nombre del Perú”, desmitificando a base de documentos académicos lo mencionado por los cronistas Garcilaso de la Vega y Blas Valera, quienes adjudicaban el nombre del Perú a un río del mismo nombre.
Fue el conquistador español Francisco Pizarro uno de los primeros que pronunciara Perú (luego pasaría a llamarlo Tumbez, con zeta) a la tierra que había descubierto, sin embargo el nombre Perú en sí fue una alteración o mala pronunciación de otra palabra que los soldados utilizaban para denominar las tierras más allá de Panamá, que a propósito lo decían de manera despectiva o burlesca pues todos los que iban en busca de la mítica ciudad El Dorado perecían en su intento. Ahí se van “los del Perú”, decían los soldados y desertores, como compadeciendo a los exploradores.
El cronista Pascual de Andagoya fue uno de los primeros en dar a conocer la existencia de un cacique de nombre Birú que vivía al norte de la actual Colombia, y de ahí el nombre de las tierras que los expedicionarios le daban a esa zona. Es así que Francisco Pizarro, quien oyera por intermedio de algunos viajeros que afirmaban regresar cargados de oro y plata, fuese uno de los primeros en interesarse en esas tierras donde habitaba el cacique Birú.
Antes de pisar tierras peruanas, Pizarro denominaba a toda el área desconocida por el hombre europeo como “la costa del Levante”.
“Así, desde el primer momento, la atención de los aventureros descubridores de Panamá se polariza en dos direcciones o imanes de riqueza ilusoria: el Poniente, que habría de dar con las tierras fértiles y próvidas de Nicaragua, y el Levante, que conducía al Dorado legítimo del Perú.”, escribió Porras Barrenechea hace más de 70 años.
Entre sus conclusiones, el historiador citado resalta que el nombre del Perú carece de significado y que no es una derivación del quechua, y que al contrario es el resultado de una larga corriente, iniciada por los exploradores españoles, al intentar darle un nombre a las tierras conquistadas.
“El nombre del Perú no significa, pues, ni río, ni valle, ni orón o troje y mucho menos es derivación de Ophir. No es palabra quechua ni caribe, sino indo hispana o mestiza. No tiene explicación en lengua castellana, ni tampoco en la antillana, ni en la lengua general de los Incas, como lo atestiguan Garcilaso y su propia fonética enfática, que lleva una entra india invadida por la sonoridad castellana. Y, aunque no tenga traducción en los vocabularios de las lenguas indígenas ni en los léxicos españoles, tiene el más rico contenido histórico y espiritual. Es anuncio de leyenda y riqueza, es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura y, geográficamente significa tierras que demoran al sur. Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral.”, resalta el historiador.
Entonces, respondiendo a la pregunta inicial, fue en el año 1529 en donde se puede encontrar el nombre del Perú en la Capitulación de Toledo, firmada por la propia reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, rey de España.
Retrocediendo un poco más, en 1526 se redactó el Pacto de Panamá, mencionándose la palabra Perú; sin embargo, no hay prueba cierta de ello ya que mencionan que ese pacto fue solo de palabra.