Desde Palacio de Gobierno están haciendo las cosas mal. Algunos creen que la presidente Dina Boluarte viene siendo dominada por la derecha, los grupos de poder económico y por los militares, y otros piensan que la mandataria tiene un plan que se viene siguiendo desde que ocupó su cargo de ministra del MIDIS en el gobierno del expresidente golpista Pedro Castillo.
Lo único concreto son los hechos, acciones que ha tomado Boluarte Zegarra y que se resume en un pacto con personajes caviares y con operadores del gobierno de Humala, PPK, Sagasti, Vizcarra y Castillo. Un arroz con mango que tendría como finalidad repartir su cuota de poder para cada grupo político. Pero Dina Boluarte se viene disparando a los pies, ya que para elegir a los ministros que componen su segundo gabinete liderado por Alberto Otárola, no se filtró a los funcionarios. Debido al “error” de no filtrar, el actual gabinete terminó con ministros vinculados a casos de presunta corrupción, algunos cuentan con investigaciones en la fiscalía y otros con graves informes de Contraloría.
Pero de lo que no se ha dado cuenta la presidente Boluarte, es que le están metiendo cuestionados personajes de contrabando, como la actual ministra de Cultura Leslie Urteaga Peña, funcionaria del gobierno vizcarrista que tiene graves informes de Contraloría durante su gestión en el MINCUL. Y que, además, estuvo vinculada al caso Richard Swing. Leslie Urteaga negó conocer a Ricardo Cisneros Carballido, pero en Lima Gris publicamos un video donde se desmintió a la actual ministra de Cultura, ya que en el video filmado en diciembre del 2019 aparece Leslie Urteaga bailando con Richard Swing en el auditorio del Ministerio de Cultura. Ni Pinocho se atrevió a tanto.
¿Qué está pasando ahora? Como es de conocimiento público, la cuota de poder que se reparte es para tener de aliados a los distintos grupos políticos y automáticamente eliminar sus críticas. Esto no sería por amor al país ni por el cariño que le tienen a la presidente, sino por el jugoso dinero que se podría conseguir en los distintos ministerios. Es decir, las instituciones del Estado se terminarían convirtiendo en una especie de “caja chica”. Para decirlo de otra manera más directa: tendrían el presupuesto de cada ministerio o institución estatal para contratar a la eterna argolla política que desfila década tras década en los cargos gubernamentales. Tal como lo hizo el expresidente investigado Martín Vizcarra con su amigo Richard Swing.
El tiempo es cíclico, y si recordamos los videos de Vladimiro Montesinos en la salita del Servicio Nacional de Inteligencia (SIN) donde se repartía fajos de dinero a distintos políticos y dueños de medios de comunicación, podemos darnos cuenta que con los años solo ha cambiado la forma, pero no el fondo. Porque todos los gobiernos tras la caída de la dictadura de Fujimori terminaron haciendo algo parecido, solo que en estos tiempos se reparte los ministerios y se gasta millones de soles en publicidad para los medios de prensa con factura incluida. Publicidad estatal lo llaman los ingenuos.
“El periodismo es libre o es una farsa”, palabras del recordado escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh, autor de “Operación masacre”, libro que deberían regalarle en esta Navidad a la presidente Dina Boluarte.
(Columna publicada en el diario La Razón)