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OLGA RODRÍGUEZ ULLOA “Cuando me siento muy crítica, me pongo a limpiar el baño de mi casa”

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OLGA RODRÍGUEZ ULLOA

“Cuando me siento muy crítica, me pongo a limpiar el baño de mi casa”

Entrevista Fernando Morote
Foto Rocío Pichon-Rivière 

Conocí a Olga Rodríguez alrededor del 2005, cuando ella trabajaba para la sección cultural del diario Correo. Por esa época me invitó también al lanzamiento de la revista “Casa de Citas”, de cuyo comité editorial formaba parte. En el 2007 vino a Nueva York para seguir en la Universidad de Columbia un doctorado sobre Culturas Latinoamericanas e Ibéricas, del cual está a punto de graduarse. Actualmente además es miembro del colectivo “Crítica Latinoamericana”.

Aprovechando la coincidencia en la misma ciudad, tuve oportunidad -después de mucho tiempo- de charlar con ella:

Me gustaría titular la entrevista «Criticando a la crítica», parafraseando el nombre de una de las secciones de Crítica Latinoamericana. ¿Qué te parece?

Esa es una sección en la que no participo como editora. Evidentemente, no puedo hablar por Crítica Latinoamericana, así que solamente te contaré mi posición respecto de la crítica y el crítico. Prefiero no pensarme como crítica literaria y tampoco me atrae criticar a los críticos. Me interesa más bien interrogar ese lugar de la crítica y el crítico, que puede ser un espacio muy cómodo y muy legitimado entre intelectuales, escritores y profesores, y que no sale de ahí. Desde mi punto de vista, es una figura que tiene que incomodarse y que tiene que escribir desde su cuerpo. Cuando hacía reseñas de libros algunos me llamaban crítica y otros reseñista (con afán peyorativo). Nunca me interesó identificarme con uno ni con otro lugar. Traté más bien de dar una lectura honesta a partir de una serie de herramientas y lecturas que había hecho en la facultad de literatura y desde lecturas personales. Cuando hacía esto era consciente de una falta de correspondencia entre ser mujer y ser crítica. Históricamente la crítica fue una institución creada por figuras masculinas (periodistas, editores, mecenas, escritores, etc.). Virginia Woolf cuenta que cuando escribió su primera reseña el editor le hizo saber que se esperaba de ella delicadeza y generosidad al momento de reseñar el libro de un autor, sólo porque ella era una mujer joven y el autor, un hombre de letras consagrado. Muchas veces tuve la impresión de que se me pedía lo mismo. En Perú el campo sigue siendo mayoritariamente masculino. Como en esta página, por ejemplo, cuyo comité editorial está integrado por tres hombres y de sus 20 colaboradores una es mujer. Me sorprende que se formen revistas de 6 ó 7 personas y que todas sean hombres. No por una cuestión de cuotas, sino por una necesidad vital de pensar entre mujeres y hombres. Por otro lado, la voz pedagógica y solemne del crítico me parece que, aunque quiere ostentar cierto poder, termina siendo siempre un poco ridícula. Cuando me siento muy crítica, me pongo a limpiar el baño de mi casa. Pero no se emocionen, sólo limpio el mío.

¿Cómo ha sido tu experiencia hasta ahora en la Universidad de Columbia?

Tal y como son las cosas en el sistema de educación estadounidense, debo decir que aunque los grados resulten beneficiosos en ciertos círculos, no me gusta mucho la idea de promocionar mi trabajo partiendo de ellos y de su capacidad de autorización. Además, creo que la academia y la universidad estadounidense funcionan en base a una serie de malentendidos y atrocidades como los millonarios endeudamientos, la pauperización de las oportunidades de trabajo (puestos adjunct), la extrema jerarquía entre estudiantes graduados y profesores contratados (con tenure), el limbo en el que vive la gente que tiene una posición tenure track, etc.

¿Por qué, entonces, sigues queriendo obtener el título?

A estas alturas, por el placer de terminar lo que empecé, pero no porque crea particularmente en el sistema ni porque me parezca imprescindible encontrar un trabajo tenure track. Hacer el doctorado acá fue una estrategia para salir de Lima y vivir en Nueva York, también.

¿Ha cambiado tu forma de mirar al Perú desde que vives y estudias en Nueva York?

No creo que mi paso por la escuela graduada, ni el hecho de radicar en Nueva York, haya cambiado sustancialmente mi manera de pensar y sentir el Perú, lo cual es además tremendamente subjetivo. Creo que sería absurdo pretender que entiendo más a mi país desde que estoy acá. Es una actitud muy ligada a cierta intelectualidad latinoamericana.  Por otro lado, no me parece que la academia sea un lugar privilegiado desde el cual se pueda hablar, muchas veces es todo lo contrario. Tampoco creo en importar a Perú instituciones ni teorías. Lo que sí me ha traído, vivir acá, es un interés creciente por lo que se llama lo latino, los inmigrantes latinoamericanos y el trabajo ilegal que es un sistema esclavista en muchos sentidos.

¿Cuáles son los aspectos específicos de estos temas que despiertan más tu atención y te han llevado a profundizar en ellos?

Los inmigrantes ilegales por un lado y, por otro, lo latino o hispanic, la segunda o tercera generación, los hijos y nietos de los inmigrantes que, además, son estadounidenses. Me interesan particularmente las formas de organización comunitaria de los inmigrantes. ¿Cómo hacen frente al sistema desde ese lugar tan precario? Ser inmigrante, aun con papeles, es una situación difícil. Ahora, imagínate no tenerlos, no tener identidad. Ser un nadie en un país en el que pagas impuestos, porque la mayoría de ilegales lo hacen. No poder regresar a tu país, ni a visitar, no tener beneficios sociales, ser mal visto y perseguido por un sistema que está aprovechándose de tu fuerza de trabajo. Entonces, me interesan sus comunidades, sus sindicatos, sus proyectos. Particularmente, aquellos que usan el arte y la cultura para comunicar una urgencia política y social. De lo latino me interesan desde sus formas de representación en objetos, producidos por el mainstream, hasta la literatura de Junot Díaz.

¿En qué consiste tu participación actual en el colectivo Crítica Latinoamericana?

Edito las secciones de Violencia y Colectivos. Participo en la organización de las discusiones, como lo hacemos todos. Es curioso porque, como dice Rocío, eso de pensar lo latinoamericano viene solo en Nueva York. Un poco como ocurría antes en París, aunque la comparación sea terrible, alucinada y centrista. La cuestión es que somos gente de Perú, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela y Estados Unidos, que hasta recalar en Nueva York no pensó en lo latinoamericano o en lo sudamericano como un bloque, al menos, quienes venimos de Latinoamérica. La mejor manera de ver nuestros puntos de confluencia me parece que es a través de la página y los eventos.

(“Crítica Latinoamericana es un colectivo de investigación e intervención críticas que crea espacios -reales, virtuales, imaginarios, sociales, comunitarios, textuales, etc.- para activar la reflexión acerca de los problemas de la cultura latinoamericana. Operando en las intersecciones entre literatura, arte, filosofía, culturas visuales y política, nuestro colectivo no se constituye en torno a una disciplina o un tema interdisciplinario, sino alrededor de objetos o problemas críticos que, si bien pueden caer bajo el espectro de diferentes disciplinas, no figuran completa y necesariamente en ninguna de ellas. Entre estos objetos o problemas críticos colocamos en primer lugar a lo que ha sido llamado América Latina, a sus formas de representación e imaginación pasadas, presentes y futuras, a los discursos y las textualidades y virtualidades que se han tejido y destejido en torno a ella, y a la multidimensional historia de su constitución geopolítica y cultural. América Latina es, en este sentido, el lugar de donde partimos pero también el que en primera instancia criticamos, como el barco de Neurath que se tiene que reconstruir en medio del mar sin poder jamás anclar en puesto seguro, pues asumimos que la crítica está en las antípodas de toda seguridad. Crítica Latinoamericana busca entonces, por un lado, propiciar circuitos e interconexiones que iluminen la dimensión cultural multipolar y relacional y por ello problemática de América Latina; y, por otro, inventar proyectos de intervención sobre la realidad cultural que estimulen movimientos reflexivos que se reproduzcan. Iris Zavala dice que si entendemos la cultura como un medio para conocer y transformar lo social y lo político, entonces es un lugar a ser ocupado. Es en ese espacio de conocimiento y transformación donde Crítica Latinoamericana quisiera intervenir.”).

¿Cuál fue el propósito original de “Casa de Citas”? ¿Puedes contarme un poco más sobre tus retos y logros en el proyecto?

La idea surge de una conversación con Luz Vargas de la Vega, cuando todavía estudiaba en la facultad de literatura de la Universidad Católica). Yo, personalmente, no me sentía reflejada en las publicaciones de la época, ni en lo que se hacía en la facultad. Como cualquiera que empieza un proyecto así, quería aportar en la escritura y en la edición desde mi propia perspectiva. La primera revista la editamos Fernando Toledo, Claudia Arteaga, Luz y yo. Es un número de presentación en el que hay artículos nuestros y trae una entrevista a Blanca Varela, que algunos vieron con muy malos ojos. En el 2005 Varela estaba muy mal de salud (hasta ahora no sé exactamente qué enfermedad era) y no se reservó ningún tipo de adjetivo para calificar a críticos, escritores y artistas. Mucha gente pensó que sabíamos eso y que nos habíamos aprovechado de la circunstancia para sonsacarle frases polémicas. Nosotras -Claudia, Luz y yo- fuimos a hacer la entrevista con la mayor ingenuidad y admiración. No sabíamos de la enfermedad de Varela. Nos sentamos con ella a conversar y nos divertimos mucho porque congeniábamos, al menos yo, con muchas de sus interpretaciones. Nos ilusionó mucho que fuera tan generosa en persona porque en las coordinaciones a la entrevista había estado, más bien, reservada. Salimos muy contentas y entusiasmadas. Me metí una tremenda borrachera esa noche.

¿Cómo ves desde aquí la creciente actividad que muestra el movimiento editorial independiente en el Perú?

Sé de algunas editoriales, pero no conozco los detalles de cómo trabajan.

¿Piensas volver a trabajar en el Perú? ¿Cuáles son tus planes profesionales para el futuro próximo?

No sé si voy a radicar nuevamente en Perú. No hay planes.

 

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