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ODEBRECHT, PERIODISMO Y POLÍTICA

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1. El actual escenario político peruano es un entorno tan horriblemente problemático que sólo puede afrontársele como a un monstruo de varias cabezas imposibles de matar en conjunto porque todas se insertan en un tronco común que es la corrupción.

Si a este detalle, se le suma el hecho de que la gente no está preparada para gozar de los beneficios que trae el vivir en una democracia ni para cumplir con los deberes ciudadanos que la misma exige, la cosa se oscurece mucho más pero el monstruo, al mismo tiempo, se ve mucho más claro.

2. La gente se sorprende porque se elige como “autoridades” a personajes turbios a sabiendas que han participado o que han estado involucrados, directa o indirectamente, en actos de corrupción.

Les sorprende el crecimiento insolente de Cesar Acuña en el norte, que empezó con la alcaldía de Trujillo, siguió con el Gobierno Regional de La Libertad y, finalmente, accedió a disputar una elección presidencial; les sorprende que Castañeda sea alcalde de Lima por segunda vez pero no les sorprende que Alan García haya sido Presidente dos veces, que quiera intentar un tercer gobierno y que hunda a cualquier posible adversario dentro de su “partido” ni que a Keiko Fujimori se le haya tenido que vetar en dos oportunidades consecutivas pese a que sus contrincantes no representaron ninguna alternativa verdadera frente a su vacua propuesta.

3. “Hildebrandt en sus Trece”, en su edición del viernes, 27 de enero de 2017, ha nombrado a ocho periodistas de cierto reconocimiento público como agentes vinculados a Odebrecht y para mí, su enumeración en mayoría, no representa ninguna sorpresa: Mario Saldaña, Pedro Tenorio, Augusto Álvarez Rodrich, Alfonso Baella, Ricardo Uceda, Juan Carlos Valdivia, Enrique Castillo y Raúl Vargas.

Siendo que es muy difícil ejercer justicia o fundamentar una prensa verdaderamente libre en el país, la reciente vinculación de los periodistas mencionados con la vasta serie de componendas que trata la corrupción odebrechtiana es una buena prueba de cómo, directa o indirectamente, la corrupción se filtra en cada sector de interés para el poder.

4. El caso Odebrecht, probablemente, no repercutirá en nada porque nadie se atreverá a ir en contra de los ex presidentes y, en caso se diera esta posibilidad, no hay quien se meta con Alan García salvo en una columna periodística o en un discurso que no tiene ninguna consecuencia material sobre la impunidad que le cubre desde hace tantos años.

5. Se argumenta que uno de los elementos que PPK considera para no soltar con toda intensidad al elemento persecutor del Gobierno es que si lo hiciera se detendrían muchas de las obras de Odebrecht y eso paralizaría la economía nacional.

Si, mal no recuerdo, en el gobierno de Paniagua se usó el mismo tipo de “argumento” a fin de no retornar a la Constitución de 1979, añadiendo el tema de la Seguridad Jurídica como un elemento superior a la Dignidad Nacional, y miren como estamos ahora por no tener gestos políticos que otorguen a la gente el respaldo necesario cuando esté en juego la ética o la grandeza de la nación que no somos, es decir,  cuando uno asome la cabeza al abismo que es la posibilidad de grandeza y de gestos que nos es tan necesaria en tanto es tan escasa en este país.

6. ¿No es posible, acaso, que PPK – o cualquier otro agente que ejerza poder, en este momento, en el país- no está interesado en sancionar a los responsables porque tales sujetos y sus acciones lo comprometen a tal punto que, si se empieza a sancionar, él mismo sería objeto de las más severas sanciones?

7. La subsistencia de minúsculos “Odebrechts” en todos los estamentos de la administración pública hace difícil que, si se llegase a sancionar a todos los culpables, la corrupción disminuya en todos sus recovecos e implicancias, pero, al menos, sería un inicio, un inicio francamente importante.

8. Los grandes agentes del poder en el país, es decir, los grandes “políticos”, los grandes empresarios, los grandes banqueros no sólo son cínicos, sino que creen en la sempiterna estupidez de la gente que tiene menos recursos que ellos no siendo ellos, precisamente, luminarias del intelecto. Los descargos de Graña y Montero- “Hemos sido engañados nosotros y los bancos”-, por ejemplo, definen esta circunstancia con una precisión mortalmente fina.

9. El problema de nuestro país es que ha perdido toda posibilidad de grandeza, no existe ella en sus “políticos”, ni en sus intelectuales, ni en su propia gente y eso es un escenario demasiado triste como para no decirlo siquiera.

Quizás este sea el problema más grave que afronta el mundo entero, en la actualidad, pero a mí como peruano me duele este Perú y así esta indignación no transgreda el marco de un muro privado en una red social o en un espacio virtual como este, tenía que expresarlo porque mantenerme en silencio me exponía al riesgo de encanallarme como tantos otros miles de peruanos que se hunden en el silencio más cómplice de la Historia.

10. Hércules venció a la Hidra de Lerna, monstruo multicéfalo, con fuego.

Quizás esa sea la única alternativa válida y definitiva contra la corrupción.

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