Opinión

Ocaña, retrato intermitente, de Ventura Pons (1978)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Ya pues: raro según quién. Es Ocaña… Él mismo. ¡Y ya! Nadie como él. Absoluto y concreto, una pura vitalidad. Uno que se atreve a ser un individuo. Ser quien eres poco no es. Y ves, bien claro, que los disfraces usados así y asá (la gente cree que los travestis son los otros, cuando todos vivimos disfrazados) -muchos, muchos disfraces, aunque básicamente el mismo- o son exteriorizaciones de los seres internos pugnando por emerger, contribuyen a una fundamental y ‘definitiva’ desnudez. Física; y ontológica también y más. La utopía, hasta qué punto realizable, del no hay nada que esconder. Uy, pero ¿si luego ya no hay más que desnudar? Entonces ¿qué vamos a hacer?

Así (si la estrategia existencial resulta, si el método provocativo funciona) se respira bien y mejor. No es tanto la negación de la intimidad como su libre expresión. Ocaña tal cual es una práctica triunfante y no una -arrinconada o enterrada o en su torre acobardada- teoría. Anda y hazlo. Ve hasta el fondo. Tiene su valor. Artista. La palabrita manoseada. Y de remate, sí, un marginal. No precisamente un niño mimado (minado) por la institución.     

Podrías decir que es super rutinario, el formato de una entrevista cualquiera. Un poco, bastante sí. Pero a este tipo tienes que dejarlo simplemente hablar, te diría. Directo y sutil. Fijar su imagen. Contemplar la corriente de su conciencia. Y hay un tono de confesión; y de culpa, nada.

¡Ah y la imaginación lujuriosa de la fiesta religiosa popular! A la que él se une. Y si Dios fuera Eros, el non plus ultra de lo sensual. Mira tú. Bueno sería.

Ahora, para dar la contra y equilibrar. Qué tan simplonas e infantiles (aunque graciosas, vistosas) o si quieren digo naif, eran sus pinturas. ¿Si era crítico, eso cuánto se nota en su arte, tanto como en su discurso explícito?

Dudas. Y si ahora es cool ser raro y más raro y si se puede el más raro. Si ahora ya nada ni nadie es raro. O ya da lo mismo. Si la provocación ahora ha sido engullida y es, más que nunca, parte del negocio. Y ahora: qué revolución es posible, cuál liberación es la consecuente y verdadera, ¿qué hay que hacer para no amar las cadenas?    

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