Opinión

Obrismo versus fujimorismo: repensando el Perú del siglo XXI

Lee la columna de Rafael Romero

Published

on

Por Rafael Romero

El Partido Cívico OBRAS (PCO) nació primero que el fujimorismo bajo el formato de un movimiento independiente fundado por Ricardo Belmont Cassinelli el 8 de julio de 1989.

Cuatro meses después, Ricardo Belmont ganaría las elecciones municipales de la ciudad capital del Perú, iniciando funciones el 1 de enero de 1990.  Igualmente, por ese tiempo, aparecería Cambio 90, ocurriendo que cuatro meses después Alberto Fujimori derrote a Mario Vargas Llosa pasando a ocupar la presidencia de la República.

No obstante, el primer outsider de nuestro país -y en buena parte de América Latina- es Ricardo, y sobre la base de esa plantilla de un ciudadano independiente metido en la política, Fujimori supo capitalizar ese contexto político-electoral y repitió la fotografía del outsider Belmont.

Recordemos que Ricardo les ganó a las fuerzas partidarias más grandes y tradicionales de entonces, e incluso al poderoso FREDEMO, conformado por el Movimiento Libertad de Mario Vargas Llosa, a Acción Popular de Belaunde y al PPC de Bedoya. Es decir, el candidato de apellido Inchaustegui fue aplastado por el Movimiento OBRAS.

Eran otros tiempos, sin Odebrecht ni caviares, al menos frente a las grandes obras realizadas para la ciudad de Lima. El caso concreto es que Belmont fue reelegido sin problemas en noviembre de 1992, reeditando una gestión exitosa el 1 de enero de 1993, pero las zancadillas políticas no faltaron, ya que para entonces Fujimori estaba en el gobierno y con más poder que el normal dado su golpe del 5 de abril de 1992.

Además, se acercaba 1995, por lo que Vladimiro Montesinos empezó a corromper todo para que Fujimori no perdiera la reelección. Incluso dictaron un decreto para quitarle las rentas a la Municipalidad de Lima y movieron todo el aparato estatal para inclinar la cancha a su favor. Para entonces ya el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) había sido transformado por la Carta Política que nació del CCD, consagrando para las justas electorales a la ONPE y el RENIEC.

De manera que hoy, treinta años después, en la práctica las dos fuerzas políticas mayores y populares para las elecciones del 2025 o 2026, según dure Dina Boluarte en la casa de Pizarro, son el Partido Cívico OBRAS y el fujimorismo; y esto a la luz del continuo desmejoramiento de otros partidos políticos antiguos como el PAP, AP y el PPC.

El caso es que las demás tiendas políticas solo son clubes electorales o vulgares vientres de alquiler donde los tránsfugas pululan en medio de un pobrísimo nivel de debate y de propuesta. Precisamente por eso el OBRISMO y el fujimorismo deben repensar el Perú seriamente de cara al caos que se vive, a la inseguridad ciudadana que se agrava y a la corrupción que se generaliza.

No pueden ser dos organizaciones políticas más dentro del montón y ya mismo deberían de empezar a construir partido sólidos y sostenibles en el tiempo, corrigiendo taras y dotando a sus propuesta de basamento filosófico e ideología consistentes, con madurez política, y por qué no hasta propender para el mediano plazo a establecer en el país no más de tres o cuatro fuerzas políticas, para no imitar experiencias lejanas como la identidad e idiosincrasia sajonas, que tienen en el bipartidismo una fortaleza democrática-electoral.

El Perú ya tiene bastante con expresidentes procesados por corrupción como Toledo, Humala, PPK, Pedro Castillo o Dina Boluarte. De modo que, en manos de la alta política está la solución y por ahí deberían de conducirse el OBRISMO y el fujimorismo, convocando a los mejores para construir una clase política y dirigente de cara a los tres cuartos de siglo que quedan y eso se logra con madurez, pedagogía, sentido común y amor al Perú.

A contrapelo, el elector no debe votar por votar. Por eso resulta positivo que Ricardo se haya preocupado de dotar a su organización de una filosofía política, la espartana y estoica, así como en el plano del fundamento histórico de su movimiento esta la revaloración de nuestros mayores y de nuestros héroes republicanos.

Por su parte el fujimorismo, que nació a la palestra tras el golpe del 5 de abril de 1992, todavía manifiesta vacíos y deficiencias ideológicas, y debe dejar de ser reactivo. Es decir, debe salir de su aparición a la vida peruana como una simple reacción pragmática al terrorismo, porque hoy por hoy las naciones necesitan conductores y líderes proactivos.

Por último, la musa de la historia, Clío, tiene caprichos curiosos y podría darse el caso de que en las próximas elecciones se enfrenten dos movimientos populares de finales del siglo pasado, una suerte de revancha al proceso electoral de 1995, entonces viciado por el factor corruptor de Vladimiro Montesinos, uno de los principales culpables de haber generalizado la destrucción de la vida peruana.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version