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Nuria Espert: Con Federico entre bambalinas

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Texto: José An. Montero

El «Romancero gitano» de Nuria Espert y Lluís Pasqual o cuando la poesía de Lorca desnuda e íntima acude a la llamada.

Hubo un día en el que el prólogo se hizo más grande que el poema. Ese día las explicaciones se extendieron y se extendieron hasta el infinito y más allá. Buscando el significado, perdimos a la poesía por el camino. Le llamamos García y nos olvidamos de Federico. Lo subimos a los altares del canon literario y lo alejamos del camino polvoriento, del recitado con las criaturas queridas y del misterio de lo eterno. Federico. Federico. La poesía es también un misterio para quien la escribe y poetas se llaman los que la escriben montados unicornios y también los que lo hacen sumergidos en cloacas. Como dijo Borges, en el principio siempre está el mito, y asimismo en el fin. 

La luna, luna, la luna llena el escenario. Algunos verán sólo un foco cenital, pero era la luna la que iluminaba a Nuria Espert sobre el escenario. Vino la luna, porque ya no quedan fraguas. El público la está mirando. Nuria Espert nunca vió a la Xirgu, pero es también ella sobre el escenario. En un descuido, Lorca asoma ensimismado entre bambalinas creyendo oirla sobre el escenario. «La una era la otra / y las dos eran ninguna». Luz verde sobre las tablas. Nuria sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. Desde el patio de butacas notamos la herida desde la garganta hasta el alma. 

Poesía descarnada, sin aderezos ni reinterpretaciones. Poesía de Federico, de Nuria y de Lluís. Palabras de Rafael, canto de Paquito y la guitarra de Roc. Dejando un rastro de sangre, dejando un rastro de lágrimas por el escenario la pena limpia de Soledad Montoya, el lamento por Antoñito el Camborio, el escupitajo de El Amargo o Thamar y Amnón. La noche se nos echa encima y los siete asientos del escenario cada vez parecen más tristes y fríos. Mariana Pineda, Yerma, la madre de Bodas de sangre y doña Rosita van dejando un sabor amargo y eterno que es capaz de multiplicar las lunas y las tragedias. Espert sola en un escenario tan inmenso como la soledad fría. Recitando para cada una de las criaturas presentes. «Alrededor de sus pies, / cinco palomas heladas». Los fantasmas se multiplican y nos susurran.

Hubiera bastado un solo poema para que lo mataran. Hubiera bastando un único verso. «Los maestros enseñan a los niños / una luz maravillosa que viene del monte; / pero lo que llega es una reunión de cloacas / donde gritan las oscuras ninfas del cólera». Un único rasgueo de guitarra basta para rompernos las entrañas, «porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra / que da sus frutos para todos». Versos finales y pertinentes antes de volver a lo racional al compás de los aplausos de un público que choca sus manos a un ritmo más rápido de lo normal antes de que los espíritus abandonen el escenario. Gracias por la poesía. Sola, pura, incomprensible, eterna. Romancero gitano. Federico García Lorca. Dirección de Lluís Pasqual con Nuria Espert. Una producción de Julio Álvarez e Interludio. 60 minutos. Tras la temporada en el Teatro Abadía de Madrid se encuentra de gira por toda España.

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