Cultura

Nostalgia de la luz

Ricardo Córdova, pintor arequipeño, administra la luz para esculpir soledades y melancolías. Esta vez entrega una decena de grandes y medianos formatos: “Habitados/ deshabitados” se inaugura en La Galería de San Isidro.

Published

on

“No existe una escuela de pintura arequipeña, sino más bien una tendencia, pues no hay una base teórica ni filosófica que sustente esa tradición. Es, más que nada, una coincidencia temática y técnica. Por lo tanto, eso llamado pintura arequipeña no es una escuela sino un limitante geográfico cuyas coincidencias se dan principalmente en el uso de la acuarela como técnica y el paisaje como tema”. Lo afirma, enfático, Ricardo Córdova (Arequipa, 1961), pintor mistiano a quien difícilmente se le podría llamar provocador.   

“Es cierto que hay muy buenos acuarelista como Teodoro Ñoñez Ureta, Vinatea Reynoso, Mauro Castillo o Luis Palao. Sin embargo, con la globalización y la facilidad para estar al día con lo que pasa en el mundo, los jóvenes pueden recibir múltiples influencias y expandir sus posibilidades creativas. Creo, finalmente, que esa predilección puede originarse en deficiencias académicas respecto al aprendizaje del dibujo de figura humana. Siento que hay un retroceso porque estamos volviendo a la tradición exclusivamente acuarelista y paisajista que no era el discurso dominante en los años 90”.

Ocurre que Córdova, además de pintor con 53 individuales y colectivas aquí y afuera, es profesor universitario. Pero, sobre todas las cosas, es un artista que siempre se desmarcó del costumbrismo y de la clásica temática paisajista: su interacción figura humana-entorno ocurrió en una comunión silenciosa. Sus objetos domésticos no son meros accesorios, son símbolos que aportan capas adicionales de significado a las escenas. Sus efectos de luz y sombra dotan a sus pinturas de un realismo casi tangible, de una riqueza cromática sorprendente con el añadido de alguna cualidad etérea deudora de Vermeer y Hopper.

Ahora son ellos, pero antes lo fueron Staprans, Romiti, Kline y de Kooning. La apropiación se sitúa en esa delgada línea que separa la copia, el homenaje y el plagio. Lo tuyo se presenta como un diálogo intertextual que explora, reinterpreta y recontextualiza obras anteriores. ¿Qué capas de significado incorporas en tu defensa? “Si entendemos copia o plagio como el tratar de apropiarse de algo que le pertenece a alguien más, entonces no estamos hablando de mi obra en absoluto, porque siempre yo menciono de qué artista se trata, que además son muy conocidos”, responde.

“Mi anterior muestra en La Galería fue hace 2 años. Al finalizar una serie viene un periodo de reflexión y de investigación para generar una nueva serie. En este caso, Habitados/deshabitados nace con la idea de incorporar la figura humana en los interiores, algo que siempre estuvo dando vueltas en mi cabeza y se concretó con un cuadro, homenaje a Vermeer, para la feria Pinta PArC en abril de este año. Las series se gestan primero intelectualmente, pero el verdadero resultado se da en el delicado equilibrio cerebro-mano, concepto-técnica, algo que debe primar siempre en el arte, pues a veces se le da mucha importancia a uno o a otro de estos elementos”.

La luz también se estudia en relación con sus fuentes, como las pantallas LED, reflectores de la digitalización planetaria. ¿Cómo manejas las dinámicas visuales que contrastan lo orgánico con lo manufacturado? “En mi caso, yo utilizo exclusivamente luz natural porque se presta más para mi discurso visual, pero estoy abierto a la posibilidad de incorporar en algún momento otras fuentes lumínicas si es que el contenido de mi obra lo requiere. Por ejemplo, hay iluminaciones artificiales en películas o videos musicales que resultan muy interesantes y en algún momento podrían incorporarse. Las texturas de los elementos dentro de un cuadro son diferentes, efectivamente, de si son orgánicas e inorgánicas, pero eso también está subordinado al discurso que tú quieres dar en la obra”.

A sus respetables 63 años, Córdova no solo sigue enseñando y estudiando pintura, es también filósofo y una mente abierta a todas las posibilidades. “Las influencias de un artista pueden venir de muchas fuentes, en mi caso provienen principalmente del cine, de la música, un poco de la literatura y de las experiencias de viajes, así como en la parte académica tanto de la maestría en arte como del doctorado en filosofía, que me permitieron enriquecerme en otras disciplinas que no eran necesariamente las de mi carrera. Hoy en día hay que estar muy atento a lo que sucede en todas las manifestaciones culturales para poder enriquecer tu lenguaje y que esto se manifieste en la obra”.

Entre la abstracción y lo figurativo –objetos cotidianos, paisajes y gestualidad en tus figuras humanas—, ¿seguirás pintando así hasta el fin de los días? “El proceso creativo es dinámico, por lo tanto, es difícil predecir con exactitud lo que uno va a pintar en el futuro. Sin embargo, cuando se encuentra un lenguaje personal, esas son las bases sobre las que se construye tu obra. Las formas pueden ir cambiando, pero la esencia creo que se va a mantener”, dice.

¿Y qué significa inaugurar tu muestra número 53? “Cada vez que presento una muestra nueva significa un nuevo reto porque detrás hay un proceso de construcción que implica investigación tanto intelectual como manual y el resultado, para mí, es siempre emocionante a pesar de los más de 40 años de labor profesional en los que he podido mantenerme vigente. Que mi carrera artística dé frutos es reconfortante, no solo porque es difícil vivir del arte sino también porque me gusta que la gente conecte con lo que hago”, sentencia con ese énfasis propio de los hijos del volcán.

Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro.
Inauguración: 14 de agosto, 7 p.m.
Hasta: 7 de setiembre.
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 p.m.; sábados de 3 a 7 p.m.

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version