Por Edwin A. Vegas Gallo
Tal parece que lo sucedido, en la noche del domingo y la madrugada del lunes pasados, en el noveno piso de la sede de la Fiscalía de la Nación; en el marco del operativo Valkiria (operación que buscaba asesinar a Hitler); ha sido “una noche de los cuchillos largos”, tal como la noche en que Hitler, ordenó una violenta purga política en “su Alemania nazi” o como cuando Harold Macmillan, ex primer ministro británico destituyó a 7 miembros de su gabinete.
Históricamente la “noche de los cuchillos largos”, tiene su raíz en el tiempo del rey Arturo, con la matanza traicionera de caudillos britanos por mercenarios anglosajones. En gaélico es el símbolo de la “traición sajona”.
En peruano la noche pasada, los cuchillos se afilaron y blandieron, desde la Fiscalía de la Nación, traicionando el precario amor, que mantenía, con la presidencia de la República, en un divorcio matrimonial; por instinto de supervivencia; y en que hasta los 47 testigos congresistas, comprometieron su voto por impunidad, divorcio sucedido a los 11 meses de matrimonio, en que las protagonistas de esta historia de amor trunca, fueron felices comiendo perdices y que ha puesto en vilo, el futuro de nuestra débil democracia.