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No soy un escritor Marca Perú

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Imagen de César Carlos Castillo García.

Hace tres años, escribí un artículo titulado “Marca Perú o Marca Chancho” (http://rodolfoybarra.blogspot.com/2011/05/marca-peru-o-marca-chancho.html), el cual tuvo cierta acogida y también provocó ciertas desavenencias con algunas personas, especialmente con gente vinculada al Estado o a las “altas esferas” de la política nacional. Hoy, después de tres años, me vuelve a llegar otra carta, esta vez de parte de los directivos de la Agencia de Promoción de la Inversión Privada (PromPerú), acerca del tema Marca Perú, con la que estoy en desacuerdo y, por cierto, no pienso acatar sus “sugerencias”, por ningún motivo. Vuelvo a repetir lo que les respondí a quienes pretenden domesticar el pensamiento crítico y/o en contumacia: NO SOY UN ESCRITOR MARCA PERÚ, nunca he aceptado ni aceptaré sus prebendas (premios, regalos, viajes, etcétera) y mucho menos aceptaré imposiciones o sugerencias para “ponerme en vereda” o servirles de herramienta útil o “cabeza de turco” para maquillar la torpeza con que vienen manejando el poder.

Lo curioso de la carta escrita de PromPerú, al mejor o peor estilo de McCarthy o Edgar Hoover, es que me sugiere que haga una corrección con respecto a unas imágenes que he usado en mi blog, con lo que se afecta mi derecho a la libertad de expresión, a la crítica y a hacer oposición ante un gobierno que se ha venido despintando gradualmente en desmedro de las clases populares y en beneficio de la plutocracia, los empresaurios y la clase política que, como siempre, se ha zurrado y se sigue zurrando en sus promesas electorales y en las ilusiones de un pueblo engañado y llevado al matadero cada cinco años.

Otra “curiosidad”, por decir lo menos, es que, entre los argumentos de PromPerú para que retire mis imágenes, está el hecho del buscador de Google, el cual, al poner Marca Perú, arroja la astronómica cifra de 46 500 000 resultados, de lo que se desprende lo siguiente: o el blog del señor Ybarra es realmente “importante” o simplemente hay un afán programático de querer intimidar a todo pensamiento que no sea afín al del gobierno de turno.

Dejo la carta de PromPerú, la imagen que este organismo estatal quiere que retire de mi blog y mi artículo “Marca Perú o Marca Chancho”, palabras que vuelvo a hacer mías tantas veces sea necesario hacerlo.

 

CARTA DE PROMPERÚ

Estimado señor Ybarra:

Lo saludamos a nombre de la Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo – PROMPERÚ, y a la vez le informamos que hemos tomado conocimiento que en su página web http://rodolfoybarra.blogspot.com se viene utilizando una imagen incorrecta de la Marca País Perú.

Es preciso señalar que PROMPERÚ es titular de la Marca País PERÚ, la cual se encuentra registrada en el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual – INDECOPI para distinguir diversas clases de productos y servicios, bajo los Certificados Nº 2566 y 17302, conforme al siguiente diseño característico que se aprecia a continuación:

Cabe indicar que la Marca País PERÚ es una marca de promoción del país principalmente en los sectores del turismo, las exportaciones y la imagen del país, y como tal, está debidamente protegida por las normas de Propiedad Intelectual. Asimismo, cuenta con un procedimiento para la autorización de uso regulado en el Reglamento para el Uso de la Marca PERÚ aprobado por Resolución Nº 153-2011-PROMPERÚ/SG y su modificatoria aprobada por Resolución Nº 032-2013-PROMPERÚ/SG para utilizarse a nivel institucional, en productos o en eventos.

Como se puede observar, la marca que utiliza en su página web, no corresponde al uso correcto y efectivo de la Marca País. Asimismo, dicho diseño genera confusión entre los usuarios de internet ya que aparece en el buscador de imágenes de Google, al escribir la denominación “Marca Perú”.

Por lo expuesto, solicitamos que, a la brevedad posible, se sirva cambiar el diseño antes señalado por el diseño oficial de la Marca País Perú. Le agradeceríamos si nos pueda facilitar un número telefónico para contactarnos o comunicarse con nuestras oficinas para explicarle con mayores detalles nuestras apreciaciones y fundamentos sobre este tema.

Atentamente,

“MARCA PERÚ” O “MARCA CHANCHO”

Después de ver este mockumentary (de moco, destilación nasal) mal llamado “Marca Perú”, la snuff movie peruvians de las clases retardatarias, no he podido sentir más que asco y rabia.

Pero ¿a qué reverendo imbécil se le ha ocurrido buscar un lugar en Estados Unidos (Perú-Nebraska) para generar conciencia de lo que significa “ser peruano”? ¿Tan difícil es encontrar a algún pueblo peruano en el Perú (como diría José Carlos Mariátegui, cuyo tropo desgentilizado: “peruanicemos al Perú” no terminaremos de entender jamás) o una ciudad con las características necesarias como para inspirar alguna conciencia nacionalista o, perdón, patriotera? Mejor lo hubieran hecho en el Asentamiento Humano Perú (imagino que el asombro de estos peruanos hubiera sido mayor que el de los nebraskeños) o, en última instancia, en la avenida Perú, esa avenida proletaria del distrito de San Martín de Porres, bautizada así en la época del temido y odiado Velasco Alvarado, hoy convertido en anatema por la maquinaria fujimontesinista (los Gildemeister, los Cavero, “los barones del arroz y el azúcar”, etcétera, etcétera, y todos los impresentables que aparecen en el libro Los dueños del Perú, de Carlos Malpica, siguen reclamando sus “expropiaciones” ¡!; señores, acuérdense de que Proudhon dijo que “la propiedad es un robo”, y la herencia también —acotación mía—. Y, si no es así, entonces que le devuelvan Machu Picchu a los herederos de Mariano Ignacio Ferro, dueños del terreno donde se levanta este monumento, que es patrimonio histórico de la humanidad (http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:o19J7hmgFLAJ:www.valicha.com/index.php%3Foption%3Dcom_content%26view%3Darticle%26id%3D289:los-reclamos-de-las-hermanas-abril%26catid%3D49:portal-de-historia-y-patrimonio-2011+juicio+por+los+terrenos+de+machu+picchu&cd=1&hl=es&ct=clnk&source=www.google.com), quienes aún hoy en día continúan en juicio contra el Estado y el Instituto Nacional de Cultura del Perú (INC); o que les devuelvan las tierras a todos esos que eran dueños de distritos y hasta de provincias, como, por ejemplo, esos 71 000 m2 que reclaman los herederos del multimillonario Enrique Marsano Campodónico, cuyo juicio aún prevalece contra el Estado, y en los que hace poco estuvo metiendo sus pezuñas el traficante Alberto Químper.

¿Acaso esos seudoartistas, enanos de circo, guaripoleras, freaks y bufones que aparecen en Marca Perú no saben que miles de niños mueren por enfermedades fácilmente predecibles aquí a la vuelta de la esquina, en el mismo cerro que se divide por un cerco de alambres y púas entre Chacarilla-Surco y Pamplona-San Juan de Miraflores o el que separa La Planicie de Puruchuco-Huaycán?, ¿acaso no saben que no solo ha aumentado la mortalidad infantil sino que, al subir los índices de pobreza, las enfermedades se disparan sin posibilidades de control estatal? Solo por el friaje murieron 219 niños el año 2008, 300 el año 2009, y la cifra ha seguido en aumento el año 2010 y en lo que va del año; ¿acaso no saben que cientos de pueblos viven en un atraso histórico cercano al feudalismo, por no decir esclavismo −y para muestra un botón: las mineras, los buscadores de oro y los niños-esclavos en Madre de Dios−?; ¿acaso no saben que millones no tienen seguro social de ningún tipo y dependen de lo que hagan hoy para comer mañana (así, literalmente) y que 30 000 peruanos se largan de este país todos los meses con la esperanza de no volver jamás a estas tierras del señor, y que tres millones de peruanos no viven en el Perú porque este país no les dio ninguna oportunidad y tuvieron que emigrar por las buenas o por las malas para poder encontrar un trabajo digno o estudiar con mejores oportunidades o, simplemente, vivir en “paz” y encontrar mejores vecinos?

Ya lo dijo el plagiario oligarca Bryce Echenique, el escritor de las amas de casa pedorrientas de los sectores A-B, que sigue dejando sus cagarrutas por doquier: “en el Perú solo se quedan los que no pueden irse y los cojudos”. Y los cojudos somos casi treinta millones.

Treinta millones de cojudos que siguen pensando que los chanchos vuelan y que los políticos son honestos y que el clero cree en dios (risas de la platea) y que las fuerzas armadas no funcionan como partido político (risa de la platea y del gallinero). Treinta millones de borregos que piensan que hay corrección cuando un exalcalde nos habla amores de los hospitales (de la insolidaridad), pero, cuando tiene que atenderse o se siente mal, acude corriendo a una clínica (o el criollazo Alberto Andrade, que se fue a Estados Unidos para curarse un cáncer; lo mismo que el mal recordado izquierdoso Barrantes Lingán, que, cuando le salió una piedra en el riñón, se fue corriendo a Cuba), lo mismo que Fujimori, García o Toledo o cualquier bribón aupado en el poder que habla bien de la educación en este país corral de chanchos, mientras construyen centros educativos que se caen a pedazos, pero, cuando tienen que mandar al colegio o a la universidad a sus hijos, los mandan al extranjero, e incluso les aconsejan casarse por allá; de esto aprendieron bien los engendros del reptil Fujimori: Keiko casada con un norteamericano y Sachi casada con un alemán. Kenji está soltero solo porque la ley no reconoce el matrimonio con perros (además, el pobre chino es tan repulsivo como Tongo).

No me cabe la menor duda de que “Marca Perú”, realizado a un costo de 300 000 dólares bajo la batuta de una agencia extranjera de “superior talents”, FutureBrand (¿y por qué no le encargaron el trabajito a la Asociación Peruana de Agencias de Publicidad [APAP]?) o siquiera a Percy Céspedes, el videasta del mainstream roquero local?), es una estafa, trafa y farsa; por cierto, esta FutureBrand nos conoce tanto como sir Pol Macarni cuando dice “Viva el Perú, carajo” (o Pol Estanley, el cantante de Kiss cuando nos visitó y cantó “Guantanamera”, como si estuviera en Cuba, porque para ellos es lo mismo: “No hablo el español muy bien, pero comprendo tus sentimientos y mi corazón es tuyo”) o cualquier ciudadano de un país nórdico que piensa que Perú queda en África, etcétera, etcétera, porque todo este psicosocial, enmarcado dentro de la guerra de cuarta generación, no es más que un insulto al peruano de a pie, un escupitajo en el rostro de la miseria, el hambre y la opresión, una pantomima que quiere imponerse como verdad histórica al modo en que Rasputín disfrazaba a los menesterosos con ropas de utilería y alfombraba las calles para que el zar y la zarina pudieran seguir reinando sin cargos de conciencia y, cuando estos regresaban al Palacio de Invierno, mandaba a recoger todo lo que había prestado para maquillar la realidad; o al modo en que Procusto, ese personajillo de la mitología griega, cuando brindaba su hogar y su lecho a los viajeros y huéspedes ilusos: cortándoles los pies o estirándolos con un torniquete para que se ajustaran al tamaño de la cama (al tamaño de la realidad que él quería ver). Por eso, ahora, tenemos que creerle a ese holograma de país Marca Perú o quedarnos en el vacío y conformarnos con que la realidad cambia y los enfermos se curan solo repitiendo, como loros de hombro, que “Estamos bien” y que “Vamos a estar mejor”. Tenemos que alegrarnos como enfermos mentales o como si tuviéramos un sueño de opio, coqueados o mariguaneados, porque ahora “nuestra” Marca Perú puede intentar superar a la Marca Chile, la que mató a Colo Colo −del mapudungun colo-colo, ‘gato montés’− y lo convirtió en un equipo de fútbol, y asesinó a los mapuches porque era más fácil exterminarlos que ocuparse de ellos. El ejemplo ya está dado, y las mineras y empresas expoliadoras están esperando con las armas del viejo Estado, las mismas que bendijo y justificó el papa demoniaco Juan Pablo II en Ayacucho, en 1985, para entrar a sangre y fuego, robar y matar a los indios de merde.

La Agencia de Promoción de la Inversión Privada (PromPerú), la Cancillería y el Estado “peruano” (así, entre comillas) en su conjunto (¿a quién representan estos señores?) no han hecho más que expresar su rabia de clase y su justificación del por qué no hay chorreo (y sí choreo) y del por qué unos cuántos pueden disfrutar de estas tierras que nunca dejaron de ser el Nuevo Mundo (o los países cuna del “buen salvaje”, como diría Rousseau cuando se refería a unos domadores de animales en la Argentina), con playas donde las empleadas domésticas no pueden bañarse (“Tienen derecho a correr buenas olas”), con restaurantes lujosos donde los mendigos pegan las narices a las vitrinas para ver “comer rico” a los vampiros que le chupan la sangre al pueblo y que se zurran en esas grandes mayorías, que viven con sueldos de hambre (650 soles el sueldo mínimo cuando la canasta familiar está en 2112 soles y la canasta básica en 1292 soles; eso para distinguir quién es pobre y quién no lo es), o sobreviven con cachuelos, subempleos, mendicidad o cualquier método porque-el-peruano-para-eso-es-creativo, y en cuyos extremos está la delincuencia, la prostitución (solo Lima tiene 50 000 putas que venden el culo por veinte soles y, como ya no podemos ocultarlas, tenemos que “legalizarlas” y darles su “zona rosa” o su “casa verde” o cualquier corralón para que lo administre cualquier proxeneta al modo del villano Víctor Hugo Shimabukuro, con armas de guerra y corte marcial a las que intenten dejar el negocio), o cualquier lacra social como el robo, el asalto, que, en muchos casos, no son más que reflejo de la desesperación y el vacío, y no solo “vicio o excrecencia de las sociedades en desarrollo”. Quizás el gran revolucionario anarquista Buenaventura Durruti, previendo esta realidad tercermundista del oprobio, se convirtió en asaltante de bancos.

Repasemos a estos palomillas de ventana que se han prestado para este juego sucio, celada y desbarrancamiento contra il popolo, imaginamos que bien pagados y bien comidos, y con la promesa de una segunda parte y otras prebendas por debajo de la mesa o encima de ella (total, a nadie le importa): (a) Gastón Acurio, el calientaollas (parónimo de “calientahuevos”) de la reacción y rostro publicitario del Banco Continental, el hijo del ministro acciopopulista que estudió en uno de los institutos más caros del mundo, el Le Cordon Bleu de Francia, cuando nuestro país se sumía en la peor de sus desgracias, (re)iniciada por el traidor vendepatria y verdugo de los trabajadores: Belaúnde Terry (el mismo que, como buen señor terrateniente, bajo la escafandra de arquitecto, solo veía “abigeos” o robavacas y al que dibujaban parado encima de una nube cuando este Perú se iba a la mierda y el pueblo hambriento tenía que alimentarse con Nicovita, Vita Ovo, afrecho y comida para cerdos), cuyo primer ministro, el plebeyo Manuel Ulloa Elías, logró convertirse en “noble” al casarse con la condesa Elizabeth, de Yugoslavia, descendiente de la reina Victoria de Gran Bretaña, y cuyos hijos, por lo tanto, son primos del príncipe Carlos (¿¿¿???); Carlos Alcántara, rostro payasesco de la transnacional cervecera Brahma, vivazo de barrio y tarado por la fama y la estupidez, que contrata a asesores norteamericanos y excluye a los peruanos para su trabajo de bufón de la burguesía parasitaria (¿sí o no, Carlitos?); (b) Dina Páucar, la empollerada fujimorista militante, la que le canta a la hija del ladrón y asesino diciéndole: “Qué lindos son tus ojos” (la misma canción de cumbia boliviana que ha embarrado como excremento de perro en este falso documental y que ahora será cambiada a última hora, como se acostumbra hacer las cosas en el Perú: http://www.netjoven.pe/noticias/61764/Marca-Peru-Reemplazaran-cancion-boliviana-interpretada-por-Dina-Paucar.html), la misma Dina Páucar, rostro de la expoliadora Telefónica, a la que le ayuda a jalar la soga con la que ahorcan a los peruanos de a pie y a miles de familias desesperadas que creen que un teléfono o un celular es “estatus”, y, según las estadísticas, que todo lo falsean, tenemos 29 115 000 líneas telefónicas celulares, así que nos debemos dar por bien servidos, “porque la democracia es libertad de opinión, pero no solo a través de medios escritos o de la radio; democracia es también el derecho de hacer conocer la opinión de uno a través de medios modernos, como el teléfono celular”, Alan García dixit; mientras la transnacional se niega a pagar los impuestos devengados y nos clava tarifas exorbitantes, ni siquiera equiparables a países del Primer Mundo; (c) Magaly Solier, el amuleto del cine criollento, la baby sister de Claudia Llosa, la chola que saca al perro chimú a hacer sus necesidades fisiológicas, al igual que Perú Negro, exóticos como cualquier tribu ágrafa en taparrabos que adora a un pedazo de hueso y se solaza en la antropofagia, y que continúa repitiendo el rezago de la esclavitud pre-Ramón Castilla, vergüenza de Nicomedes Santa Cruz, Stokely Carmichael, Malcolm X, Basquiat o de cualquier bien nacido negro chinchano o cañetano o yapatero; (d) el plagiario y ladrón intelectual Rafo León (¿o ya nos olvidamos de ese libro, Lima bizarra –para muestra un botón—, que publicó a base de robar artículos a periodistas de menor rango en el estercolero El Comercio), quien hipócritamente, y en plano detalle, coloca en el stand de libros de Perú-Nebraska un texto de recetas de Nicolini y un libro de Vallejo (qué tal ofensa que ahora nuestro embajador cultural sea un ratero; Vallejo, de seguro, hubiera mordido o pisado esa mano cleptómana); (e) la Mulánovich, que solo piensa cuando está encima de una ola (el discurso ridículo y mal masticado a Alan García, propio de una niñata acojudada por tanta agua que le ha entrado en las orejas habla por sí solo); y (f) el tal “Gonzalete”, a quien le han regalado un programa en el canal del Estado, solo por ser felón y no chocar con los intereses privados de un país puesto en remate y condenado al desfalco, etcétera, etcétera.

Marca Chancho es como las clases populares conocen a una marca hecha en el Perú o, simple y llanamente, cuando no hay marca o carece de origen (los ferreteros llaman “hechizo” a lo que es “made-in-Perú”, “hecho a mano”, hand made, o “hecho en casa”, home-made), y Marca Chancho es este “documental” del odio a lo nuestro, un adefesio filmado en “pantalla azul” o un videojuego para que el peruanito (que todavía siente, respira y tiene necesidades urgentes) pueda matar sus pulgas, piojos y garrapatas, y realizarse, aunque sea viendo voyeuristamente o arañando y frotándose como esquizofrénico o como sarnoso sobre esa realidad de vidrio, mientras muere por inanición.

Total, no fue casi lo mismo lo que dijo el perro de chacra, reelecto congresista de la diarrea aprista, Mauricio Mulder: “Antes los peruanos podían ver detrás de los escaparates, ahora los peruanos pueden entrar a los centros comerciales, aunque sea para mirar o a comprarse alguito”; o, mejor, ahora, podemos adentrarnos en un video y ser parte de esa realidad de oropel, de ese mundo de ensoñación que es la televisión y el cine, casi como un orgasmatrón, donde cualquier hombre (o mujer) puede diseñar a la mujer (u hombre) de sus sueños y luego brindarse el placer que quiera solo mirando a la pantalla y dejándose seducir por unos electrodos conectados a la cabeza. ¿Para qué mierda necesitamos comer, vestir, estudiar, viajar, correr olas, comprar casa o vivir de alquilado, etcétera, etcétera? ¿Para qué mierda necesitamos preocuparnos del mundo, de las estadísticas negativas o de la miseria asfixiante que nos rodea y enloquece día a día? ¿Para qué mierda necesitamos preocuparnos de la política o de si votamos por tal o cuál candidato o si nos invade el neoliberalismo thatcheriano, la CIA, o un grupo de pobres diablos y rateritos bajo el fustán de un partido político? ¿Para qué mierda necesitamos saber si invaden a un país árabe o si explota una planta nuclear en Japón o si Bin Laden, muerto por los mercenarios de la Blackwater, es verdadero o falso? ¿Para qué mierda necesitamos la realidad, señores? ¿Para qué mierda necesitamos todo esto?

Seamos a francos: solo para ir al baño, para defecar; o para vomitar, como ahora.

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