Cine

«No mires arriba», muchas estrellas para una película sin mayores brillos

Una película aburrida y llena de clichés.

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Una de las cintas más esperadas de la época navideña en Netflix, que no estuvo a la altura de las expectativas. Dos astrónomos descubren un meteoro de 10 kilómetros de diámetro que chocará con la Tierra, provocando la extinción de la especie humana, así que deciden avisar al gobierno de los Estados Unidos para que, como en «Armagedón», manden a Hellboy a colocar bombas nucleares en el meteoro y así desviar su trayectoria.

Hasta acá no es nada que no hayamos visto ya en tantas otras cintas con meteoros que amenazan al planeta cada domingo a las 12 después de la misa: el fin del mundo llegaba con forma de un volcán en Los Ángeles; otro meteoro gigante en «2012»; el fin de los tiempos con Elijah Wood corriendo colina arriba con el adolescente amor de su vida; una pandemia recorriendo el planeta como un mal viento; etc. Y entonces todos los personajes que desfilan en esta película llena de estrellas —de ahí la enorme expectativa— se convierten en clichés que ya hemos visto antes en cintas con muchísimo menos presupuesto y bastante pantalla verde.

¿Qué la hace entonces interesante para algunos y tan aburrida para otros? Puedo ensayar una respuesta desde mi punto de vista: a mí me pareció una película aburrida hasta el hartazgo porque para mí —al menos— no es nuevo el tema de la hiper dependencia digital en los jóvenes y esa necesidad enfermiza de registrarlo todo en sus redes sociales (lo he visto en las revistas donde he trabajado, en medios poblados de «influencers», en series populares como «Emily en París» donde el Instagram registra todo por un like que al final se monetiza, o en mis propias redes sociales llenas de personajes cuyos likes son estratosféricos y mientras menos ropas tengan encima, más estratosféricos aún; y todavía podría decir que en mis propios post donde pongo algún plato de comida, porque si pongo un libro a las justas merece cierta atención), y lo he visto también en épocas electorales, donde los políticos manejan estupendamente bien las taras y falencias de una generación esclava de lo digital y de la gigantesca necesidad de aprobación ajena. Y también en cierta prensa que te vende noticias de gatitos y perritos en medio de asesinatos y convulsiones políticas, que es la prensa que aparece en «No mires arriba», una donde todo tiene que tener un final feliz porque eso genera tráfico y vistas.

Entonces tal vez esta cinta no sea para público en general sino que esté dirigida a aquellas personas que —en un incomprensible asombro en medio del mundo que habitamos— descubren por primera vez que vivimos en un planeta dependiente de las redes sociales y consideran por ello a esta cinta como una «genial sátira política» o una «estupenda crítica social». Tiene sus momentos, es cierto, como aquel donde los defensores del planeta organizan un concierto ¿les suena conocido? para «concientizar» al otro bando: los que no creen en el meteoro porque desde el poder les han venido diciendo que no miren arriba, que todo es un invento, que no hay nada que temer: hasta que alguien levanta la mirada y ve el brillante círculo surcando la noche en que el mundo se irá a la quinta paila del infierno ¿no es esto también archiconocido y ya lo vimos en «Día de la Independencia» donde la gente saltaba en una azotea agitando sus manitos hasta que los marcianos los convierten en polvo cósmico con un láser?

Y así, la escena poscréditos da para un último colerón pero supongo que ya la verán, tiene su no sé tú. Pero ahí nomás, no ha sido, en todo caso, la película que yo esperaba, ni siquiera resulta «divertida», mucho menos «hilarante» como he leído por ahí, aunque tiene sus momentos, claro que sí (y Meryl Streep se lleva todos los aplausos). Un hashtag no cambia nada: entiéndelo de una vez.

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