Un lector me escribe para preguntarme por qué en algunas novelas actuales siente que, literariamente, hay una suerte de “subida y bajada en el lenguaje”. Y que la preocupación le asalta porque su hijo se resiste a leer los clásicos, pues “no son de su época” y porque en esas novelas —que han trascendido el tiempo— la gente habla “diferente”.
Uno de los grandes daños que la modernidad tecnológica le ha infligido a nuestra sociedad está en la lectura y la escritura. Escribimos todo el tiempo, en post de Facebook, en Instagram, brevísimos textos en Twitter, textos todo el día en el WhatsApp. ¿Se han preguntado alguna vez si utilizan bien las comas cuando escriben en estas plataformas? La más de las veces podemos leer en redes sociales uno o dos párrafos plagados de horrores ortográficos, ideas sin conexión, expresiones extremadamente básicas de adultos apurados o jóvenes apurados extremadamente básicos. Esta forma de afectación al lenguaje —que se observa además en la escritura— afecta a toda la sociedad, y también a no pocos jóvenes (y no tan jóvenes) escritores.
¿Qué le preocupaba exactamente al lector? Pues el empleo del habla contemporánea —básica y plagada de anglicismos— en los diálogos de los personajes de las novelas que su hijo tenía como lecturas obligatorias en el colegio. Si aceptamos la idea de que el cerebro es un músculo que está en constante entrenamiento, y de que, además, uno es lo que consume, entonces tenemos un problema serio. Pero aquí el problema no es solamente de lectura: el ser humano está constantemente captando información, muchas veces inconscientemente.
Por ejemplo, con la música contemporánea como el reggaetón o el trap, o con las cosas que uno encuentra en Tik Tok. En tiempos donde se privilegia el divertimento básico y mínimo, y donde se defiende con furia la libertad de ser muy básico y muy mínimo, cabe preguntarse si aún se puede hacer algo para recuperar, de alguna manera, una forma distinta de comunicarse, donde las palabras digan algo más allá de lo básico, donde la voz no sirva sólo para conseguir algo con qué alimentarse, sino y, sobre todo, para transmitir alguna idea elaborada y desarrollar el pensamiento crítico. Sólo no olvidemos algo: la responsabilidad empieza por casa. Visiten www.circulodelectores.pe