Lucianita León no solo es una de las congresistas más jóvenes del Perú, sino que, aparte de su belleza natural (“el alma es la forma del cuerpo”, decía santo Tomás de Aquino), gran personalidad, deslumbrante inteligencia, es también una mujer de trabajo y, sobre todo, de ahorro, de esfuerzo y sacrificio sobrehumano. Quizás los bancos o las financieras están pensando, ahora mismo, en ponerla de imagen / frontwoman y no harían mal, pues esta mujer que lo tiene todo: una gran familia, un gran padre, viajes, ropa de marca, alhajas de diseñador, etc., ha logrado comprarse, con su propio esfuerzo, en casi un año, un par de casas con cuatro cocheras (suponemos que para cuatro autos de lujo y últimos modelos) y todo dentro de la transparencia y el orden democrático, pues, es, además, un personaje público de reconocimiento internacional (según Play Boy es la quinta política más sexi del mundo), que expone y nos refriega en la cara, con todo derecho, su vida franciscana y sus penitencias en este país de cartón piedra.
Por lo tanto, todas las mujeres (y hombres) de esta nación deberían de tener de ejemplo a Lucianita León, esta mujer que vale oro, plata y diamante, y que nos enorgullece en lo más hondo de nuestro ser. Y no haría mal el Estado al proponerla como ministra de economía o, mejor, como premio Nobel de economía, pues sus innatas habilidades para manejar los recursos monetarios (¡herencia genética?), incluso más allá de toda lógica y razón, han dejado pasmados a medio mundo. Se rumorea que muchos economistas de renombre (Hernando de Soto y su Otro Sendero quedaron humillados) han pedido audiencia para conversar con nuestra lideresa aprista; pues, el Apra nunca muere, compañeros. (Alan vive y vivirá, por los siglos de los siglos, bajo el manto protector del Cristo Corcovado de Chorrillos). No olvidemos nunca que nuestra Lucianita león juramentó cuando fue investida como parlamentaria: “Por Dios, por la patria y por el cumplimiento de los ideales de Víctor Raúl Haya de la Torre.” (sic).
Quizás, para comprenderla en su verdadera dimensión, habría que revisar, un poco, sus humildes antecedentes que van desde que estudió en el colegio Villa María, ubicado en los cerros del asentamiento humano La Planicie y, luego, pasó por la proletaria Universidad de Lima. Y sus modestos almuerzos, porciúncula incluida, en restaurantes de mala muerte como el Nobu de Nueva York, de propiedad de Robert de Niro, donde iba con su novio chileno. Y, también, cómo olvidar, el respaldo incondicional de su señor padre, el ex diputado y ex ministro de pesquería Rómulo León, que tuvo un pequeño altercado con la justicia, nada importante de verdad, solo cuestiones de tráfico de influencias y algún dinerillo mal habido, siempre necesario en estos tiempos de crisis. (¡Cómo no entenderlo?). Razón por la cual, Lucianita le mandó un emotivo y amoroso email que decía: “Papito, estoy para apoyarte”. Frase que podría inspirar cualquier libro sobre la unión familiar, autoayuda o relaciones humanas. Y que nos trae a colación aquel pensamiento de Mozart que dice: “en el cielo, directamente después de Dios, viene un papá.”
Por todo ello, el Perú entero, especialmente los menesterosos, los muertos de hambre y, demás sin casa, que ni siquiera tienen zapatos o dientes, incluso los tullidos, tienen que ponerse de pie, respirar hondo y aplaudir a Lucianita León, nuestra nueva Máter nostra, sin pecado concebida; nuestra lideresa inmaculada, santa y purísima; nuestra nueva diosa de la economía, financias y producción; nuestra Eva Perón rediviva; nuestra María Antonieta de esta Lima y Perukistán de ratas sarnosas, perros esqueléticos y gallinazos sin plumas.