Pareciera que el hogar, para un cineasta, es la imagen, un lugar justo, más equidistante, que no se deja, en los mejores casos, arrastrar por el sentimentalismo, que busca algún tipo de verdad más perdurable que eso.
La casa de la madre, y la madre como casa, como origen, como principio y fin de todo, y junto con esto la necesidad de partir, de salir, de dar vueltas por el ancho mundo, tal vez para tratar de reconectarse con esa otra madre, la naturaleza, si existe algo así.
Las cosas, la casa, hablan. Chantal Akerman las ve, las escucha, las toca con su cámara. La compartimentación de los espacios, las formas de los objetos que la componen, las presencias de los cuerpos humanos, también vistos como cosas, como casas dentro de casas, más frágiles y evanescentes que los objetos.
La madre es objeto de adoración y de tenaz observación. Y sin miedo a lo cotidiano. Es curioso: las imágenes más cálidas, y esto es típico de Akerman, son las que, en otro sentido, son las más distantes, me refiero a las imágenes de la madre por skype. La imagen en un sentido menos definida parece atravesar el interior, hace más visible y sensible el vínculo amoroso.
El tema de Aushcwitz se menciona pero el documental lo muestra más a las claras en la propia figura de la cineasta, cuya vida, cuya obra, cuyas imágenes concretas, también aquí, de alguna manera dialogan con la vieja figura del judío errante. Dado el estado del mundo, no solo la casa, sino que el mundo mismo, es también una trampa.
La libertad y estremecimiento en los espacios ‘vacíos’. El viento sobre un árboel, el desietro, las inmensidades. Que igual se ‘llenan’ de alguna cosa o de varias. La presencia de lo no-humano, que no es necesariamente un enemigo nuestro, que además nos envuelve y completa el sentido.
El espacio de la casa, donde la cámara-cuerpo, la cámara en mano, la cámara que reacciona acaso de manera espontánea e impredecible se combina o alterna con planos fijos, que atestiguan la geometría de esta construcción humana, que nos protege y que también nos encarcela y ahoga.
Chantal Akerman se distancia conforme la madre desmejora y nos niega imágenes dramáticas. El plano final es elocuente acerca de esa decisión. Es un plano compuesto, perfecto y frío, cruel, o simplemente revela un orden que rebasa nuestra condición.
Película
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