Opinión

No hay osos, de Jafar Panahi (2022)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Como bien señala la politóloga Nazanín Armanaian en su texto ‘Sobre la posible entrada directa de Irán en la guerra de Israel-Hamás’ los regímenes tanto de Irán como de Israel no representan a sus pueblos; y “por el momento ambas teocracias abrahámicas se han salvado de una caída segura externalizando sus crisis internas”.

Por desgracia, el último crimen del régimen iraní ha sido el asesinato a puñaladas (una semana después del inicio de la guerra, el pasado 15 de octubre) de los cineastas Dariush Mehryuei y Vahideh Mohammadifar, “para atemorizar aún más a la población”.

Es en este contexto que Panahi sobrevive, y en el que se producen ya varias de sus películas. Panahi pasa sus días entre el arresto domiciliario, la prisión (estuvo preso entre julio de 2022 y febrero de 2023) el impedimento de salida de su país, y claro, la prohibición de hacer películas, y hasta de dar entrevistas.

Así que no resulta casual que el corazón de este trabajo sea precisamente el de dar una mirada al peso del prejuicio, a la opresión de la tradición. Un peso irracional, ciego y devastador.

Al mismo tiempo que lo casi insoportable está la pasión absoluta por hacer películas. ¿Es algo banal hacer películas ante semejante escenario? ¿El cine sirve para algo en estas circunstancias? El cine, la vida misma, qué son, sin libertad para expresarse. ¿Estamos en otras latitudes expresándonos libremente, aunque nuestra vida no esté directamente amenazada? A que no adivinan.

Panahi deleita por su capacidad para descubrir o construir capas mostrando de entrada una superficie aparentemente simple. Plana, compacta, opaca, sin mayor relieve. Y enseguida comienzan las sorpresas. Puedes notar ese movimiento maravilloso, de la ficción, de alejarse como si temiera dar la cara a la pura y dura realidad, para hacer piruetas y así acercarse aún mejor. Panahi es un director sofisticado que trabaja con lo mínimo, ahora más que nunca, demostrando cuánto importa la potencia de las ideas en lugar del juego de servidumbres implícitas o explícitas.

Panahi es en el campo del cine el ejemplo más reciente de lo que es o debería ser un verdadero artista: alguien capaz de enfrentarse al poder, alguien que está con su pueblo, alguien que está dispuesto a luchar hasta el final. 

Película:

(Columna publicada en Diario UNO)

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