Opinión

No es Keiko, son los bancos…

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Por Fernando Casanova Garcés

El próximo 1 de julio se marcará un hito en la historia política del Perú. Se inicia el juicio oral por el denominado caso cocteles y pondrá al banquillo a los angelitos de Fuerza Popular y a un convenidamente discreto banquero. En este proceso los ciudadanos peruanos tendrán la oportunidad de presenciar un acontecimiento sin precedentes: el testimonio del señor Dionisio Romero hijo (al papá lo conocimos en la salita del SIN), quien explicará ante la justicia cómo y por qué entregó millones de dólares en bolsas negras de basura a la candidata Keiko Sofía Fujimori Higuchi. Este evento no solo marcará un punto crucial en el devenir del caso judicial por lavado de activos, sino que también abrirá las puertas a un posible develamiento nacional respecto a la manera en que las élites bancarias manejan, desde siempre, el poder en el país.

El testimonio de Dionisio Romero arrojará mucha luz sobre un aspecto fundamental de la política peruana: el predominio del poder económico en las decisiones políticas. Asistiremos, pues, a una radiografía de cómo los grupos financieros operan tras bambalinas, ejerciendo una influencia que va más allá de los límites de la democracia representativa. Este escenario invita a la reflexión sobre la verdadera naturaleza de la democracia en el Perú y en el mundo, siendo que, la sola presentación de Don Romero y su pull de abogados en las audiencias, nos cuestiona desde ya respecto a si el poder emana del pueblo o si es una ilusión para mantener a la población en un estado de conformidad, consumo irracional y letargo frente a los usos y abusos diarios del sistema financiero peruano.

Uno de los aspectos más relevantes que se espera conocer durante el juicio es el alcance del financiamiento político por parte del señor Romero y su conglomerado empresarial, especialmente en lo que respecta a otros partidos políticos, sus líderes y la relación de congresistas “apoyados” por su banco para que controlen cualquier iniciativa legal en contra de sus intereses. Sabemos de primera mano que hay congresistas cargando el maletín al señor Romero mientras otros le endulzan el café. Como dueño del Banco BCP y estampa manifiesta del oligopolio bancario peruano conformado por entidades como el BCP, BBVA, Scotiabank e Interbank, se le podrá interrogar sobre su papel como operador político y la duración de estas prácticas que han permanecido ocultas a la sociedad peruana desde que Alberto Kenya Fujimori Fujimori y su congreso montesinista firmaron la Ley de Bancos hecha por los bancos en 1996.

El proceso judicial denominado caso cocteles podría destapar además la red de influencias mediáticas tejida por el oligopolio bancario. Se espera conocer qué medios de comunicación han sido financiados por estas entidades bancarias para promover a determinados candidatos, ministros, gobernadores regionales, alcaldes, Superintendentes, Gerencias del MEF, etc. Este aspecto resulta fundamental para comprender cómo se moldea la opinión pública, se direcciona el voto de los ciudadanos y cómo se nos presenta a quienes las élites ya eligieron para que nosotros “votemos” y creamos que ejercemos el sufragio en libertad.

En última instancia, el juicio por el caso cocteles representa una oportunidad única para adentrarnos en los entresijos del poder económico y su imperio en la política peruana. Más allá de los detalles específicos del caso, este evento puede servir como un punto de inflexión en la conciencia ciudadana al evidenciar hasta qué punto se manipulan los destinos del país en las oficinas de los CEOs bancarios. Hasta ahora existe confianza en que la élite y los keikistas no lograrán tumbar el caso, ello a pesar de que anónimos vienen amenazado de muerte al fiscal Pérez a cargo. Quizá, como con los vladivideos, asistamos a un cambio de paradigma en la sociedad peruana, asumamos nuestra responsabilidad y nos revelemos frente a la grosera manipulación de nuestro futuro por los titiriteros de saco y chequera, como así lo vaticinara el historiador inglés Lord Acton: “La lucha dormida, latente durante siglos, y que tendrá lugar tarde o temprano es la lucha del pueblo contra los bancos”.

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