I.
Los nazis marchan nuevamente en el mundo. Esa marcha es atroz pero más atroz es no haber dado en casi tres cuartos de siglo desde la caída del Tercer Reich, opciones que sean entendidas y defendidas por toda la gente libre del planeta. Ni el comunismo ni el liberalismo brindaron alternativas suficientemente válidas y a los gobiernos de las potencias mundiales les tuvo sin cuidado proponer una u otra forma de libertad sino, tan solo, asentar en los territorios bajo su poder su propia interpretación del ejercicio imperial.
En este sentido, debemos recordar que el paralelo de Hitler, es decir, la única figura mundial a la que se le puede comparar, radicó, siempre, en Stalin.
Por otro lado, que Roosevelt se haya aliado con el dictador eslavo para vencer al perverso líder alemán viabiliza casi sin impedimento las acciones de Truman, es decir, el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki dada la total falta de ética del gobierno de los EE.UU. Parece mentira, pero el juego político del nortemericano, el ruso y Churchill aun antes de Yalta, demuestra la nulidad que representa la ética para la realpolitik y aunque, sin duda, la realidad es más que cruel con cualquier tipo de ideal humano, partir desde un inicio sin ningún tipo de ideal es una muestra plena de inhumanidad.
Es menester aprovechar este resurgimiento del nazismo para reevaluar nuestras categorías morales. En este sentido, los poetas llevan la delantera siempre. Por ejemplo, Nicanor Parra, hace 5 años dijo sobre el dictador y mil veces asesino Pinochet: “Por una parte es un salvador, si no fuera por Pinochet estaríamos como Cuba. Eso es un hecho. Pero enseguida las atrocidades que se cometieron. Uno quisiera un salvador sin atrocidades. ¿Cómo junta uno las dos cosas? La atrocidad con una operación de salvataje. Si uno quiere pensar en grande la cosa, no hay tal salvador. Un salvador a corto plazo ¿para qué? Un mecanismo que se llama consumismo, pan para hoy y hambre para mañana”.
Este párrafo explica como una mente consciente puede discernir el bien y el mal sin confundirse. Lamentablemente, no todos pueden seguir este buen ejemplo y aun hay quienes no consienten ni el menor asomo de crítica a sus ídolos.
II.
El Che Guevara es una buena prueba de la falta de discernimiento o de entereza entre sus fieles seguidores que no asumen todos los elementos conformantes del mito guevarista. De hecho, es terrible que tantas décadas después de su asesinato en Bolivia, el revolucionario argentino siga siendo una especie de santo de la izquierda mundial al que no se le reconocen defectos.
En este sentido, negar los asesinatos injustificados del Che – crímenes distintos al enfrentamiento contra una fuerza armada, es decir, homicidios de gente rendida, fusilada o ejecutada en el acto, como el mismo Che confiesa haberlo hecho, sobre todo, en su diario y en cierta famosa intervención suya en la ONU – y algunos elementos oscuros de su personalidad es un despropósito y un absurdo, un ejercicio de intenso negacionismo de izquierda .
Esa gente que trata de colocarlo en un altar, no puede ser considerada positiva para el mundo. Además, ningún hombre merece esa «beatificación» laica.
La valentía del Che no se puede negar, pero, del mismo modo, no se pueden negar sus crímenes, excesos y caídas. Por ello, el ejemplo heroico del Che es importante solo para un izquierdista revolucionario no evolucionado, no para uno democrático ni, mucho menos, para un liberal.
Solo los izquierdistas de bien son capaces de reconocer siquiera la posibilidad de que en algunos fusilamientos y ejecuciones extrajudiciales al Che se le fue la mano; los otros, los que lo justifican en todo momento, a sangre y fuego, son irrecuperables.
Sería interesante averiguar a través de una encuesta u otra forma igual o superiormente satisfactoria, ¿cuál es la principal diferencia entre El Che y tipos como Néstor Cerpa Cartolini ?
Debo precisar que en temas tan férreos como la guerra o la insurrección donde la violencia es el medio de resolución de conflictos más inmediato, por una cuestión de principios, se debe dotar de ciertas garantías a los procesados sino se desencadenaría la barbarie como en los casos de la contrarrevolución genocida que muchos oponen como si el exceso de violencia puede justificarse por la procedencia ideológica de cada uno.
Sé, perfectamente, que algunas personas son irrecuperables para la sociedad mas no por ello se les debe exterminar, en circunstancias extraordinarias, sin, asegurar, por lo menos, el cumplimiento del debido proceso.
El Che, mismo confesó haber ajusticiado a un tipo – Eutimio Guerra- solo por sospechar que era soplón. ¿ Alguien sabrá alguna vez si Eutimio Guerra era culpable de la imputación del Che ?
Yo soy un defensor de la libertad pero sé que la realidad es más que cruel con los ideales de la humanidad ya que a las luchas más importantes por enaltecerla y lograrla le han sucedido como consecuencias funestas, las caídas más hondas y despreciables. Me estoy refiriendo sin ambages, a las revoluciones de 1789 y a la de 1917 ya que ambas degeneraron, para mal de todos los involucrados, en formas muy particulares del terror; la guillotina, por un lado, los juicios de Moscú y el Gulag, por el otro.
De los campos de concentración nazis es imposible describir algo que no esté comprendido en el horror y, por ello, ni los mencionaremos. No por ello, debemos dejar de luchar por la libertad desde cualquier trinchera que no atente contra ella.
Sin embargo, aún en los extremos del despotismo comunista puede rastrearse un potencial liberador, elemento que niegan quienes soslayan los excesos de muchos de sus líderes mundiales. En cambio, en una aberración tan baja como el nazismo, el potencial liberador no existe ni puede existir. Es imposible que una «ideología» cimentada en la supuesta supremacía de una raza pueda liberar a cualquier ser humano. La historia nos ha demostrado que solo posibilitó su hundimiento absoluto.
Finalmente, ¿es menester justificar el uso de la violencia para reprimir a todo aquel que atente contra el orden público o la seguridad ciudadana o no ? Desde luego, sí. El problema es la rigurosidad y justicia de quien define estos términos pero esta fundamentación corresponderá a un próximo documento específico.
III.
Es curioso que se tome como referencia de los supremacistas blancos al General Robert Edward Lee, quien no solo fue abolicionista en un primer momento, sino que fue tan buen soldado y devoto de la Unión que el mismo Lincoln le ofreció el mando supremo del ejército yanqui antes del inicio de la Guerra de Secesión. En este punto, entra a relucir parte de la grandeza de Lee y, a la vez, su más grande equívoco, puesto que al no aceptar la propuesta de Lincoln, respondió que era fiel a la causa de la Unión pero su orgullo militar le impediría levantar su espada contra el Estado de Virginia. El resto de la historia es harto conocida. La sola figura de Lee hizo resistir al sur más del doble del tiempo que debería haber resistido la implacable marcha azul sobre sus campos y así cubrió de una tenue ignominia una prestancia más bien egregia y digna.
Los supremacistas blancos , pobres diablos sin ninguna posibilidad de mostrar grandeza en un campo de batalla, ni en ninguna otra parte, vejan la dignidad del gran guerrero que fue Lee al tomarlo como prototipo de su imbecilidad pero, los otros, los que creen que deben vejarlo por haber luchado por los Estados Confederados esclavistas solo comprenden la mitad de la historia.
Nadie es perfecto pero debe reconocerse cierta grandeza en hombres como Lee pese a haber peleado en el bando equivocado, quizás, con El Che pese a sus notorios elementos oscuros y a la farsesca beatificación que le han impuesto sus seguidores y ninguna, absolutamente, ninguna, en los pobres diablos de los supremacistas blancos y en los defensores acéfalos de cualquier forma de tiranía.
Criticar al nazismo es necesario pero fácil, puesto que su ejercicio de maldad y estupidez es inconmensurable y evidente. Más difícil es juzgar al mal cuando viene camuflado en la apariencia de justicia social e inteligencia.
Aunque solo ante el fascismo cabe la unión de todos los que estén decididos a enfrentarlo, siempre cabe la posibilidad de realizar las observaciones y confrontaciones de rigor porque la liberación de los pueblos del mundo no puede provenir de un mero intercambio de opresiones.