Literatura

NAVIDAD EN TODAS SUS LETRAS

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NAVIDAD EN TODAS SUS LETRAS

Escribe Luis Humberto Moreno

La Navidad es quizá, el momento del año en el que nuestros sentimientos se revuelven, y no necesitan de ningún medio catártico para ser manifestados. Por más que nos sumerjamos de lleno en la vorágine frenética y compulsiva de las compras a doquier, el tráfico y el raspón constante de las tarjetas de crédito, los intercambios de regalos, los brindis, los abrazos y parabienes, la navidad actúa sobre nosotros siempre en pretérito imperfecto, invitándonos a evocar épocas que, sin saber por qué, resultan siempre mejor que nuestro presente. Es esa nostalgia, precisamente, la que nos lleva a meditar sobre nuestro futuro inmediato: a veces nos deprime, a veces nos regocija; pero sea cual sea el derrotero de nuestra añoranza, la navidad nos invita a buscar compañía y a reflexionar. No hay corazón, por férreo que se pinte, que no tenga un momento de debilidad por esa búsqueda de paz.

La literatura, como parte fundamental de nuestra vida, es el mejor manifiesto de esa conjunción sentimental que nos invade y que, puesta sobre una hoja en blanco, ha logrado crear historias maravillosas, cada una con un sabor distinto, pero delicioso. Muchas historias han acompañado mis navidades, así como también me iluminaron en la infancia. Los relatos navideños han sido mi soporte en momentos de soledad, y también me han alegrado largas noches en vela, cuando de niño esperaba la cena y moría por abrir los regalos bajo el árbol de navidad.

Si hablamos del relato insigne, sin duda pensaremos al unísono en Dickens y “Un cuento de navidad”, en el que el cruel Ebenezar Scrooge atraviesa un cambio de vida luego de las visiones que los espíritus le revelan, y cuyo final muestra a un hombre reconciliado consigo mismo, celebrando con dicha y dadivosidad la fiesta navideña. Pero, con un toque más realista y, ciertamente, conmovedor, podemos encontrar relatos agridulces, de impecable calidad. De Truman capote podemos leer “Una navidad” y “Un recuerdo navideño”, que narran la historia del pequeño Buddy y su canosa amiga miss Sook. La primera nos cuenta la decepción que Buddy sufre al enterarse que Papá Noel no existe, luego de viajar a Nueva Orleans a visitar a su padre. Y la segunda –la cual personalmente prefiero- nos narra la navidad en Alabama, donde Buddy y miss Sook, acompañados de la simpática terrier Queenie, hacen los preparativos de navidad, cocinando tartas, comprando whisky de contrabando en la tienda del indio Ja Ja, cortan el árbol y pasan la tarde con tijera y papeles de colores decorándolo; ambas historias nos hablan de la amistad, el paso del tiempo y lo efímera a veces es la felicidad.

Antón Chejov usa también su pluma magistral para detenerse a contarnos la historia de Vanka Chukov, un niño huérfano que sufre castigos inclementes y maltrato, abandonado por su abuelo. Nostálgico, escribe una carta conmovedora, mientras recuerda la casa donde vivía, el fogón y los dos perros guardianes Canelo y Serpiente. “Vanka” es un relato brevísimo, pero que, gracias a la genialidad de Chejov, logra estrujar nuestros corazones.

Su compatriota Fiódor Dostoyevski, otro genio de las letras, nos lega un relato impresionante sobre el egoísmo y la ambición en “Un árbol de Noel y una boda” donde el narrador inicia su relato desde una boda la cual le hace evocar, años atrás, una fiesta de navidad en una casa amiga donde conoce a un humilde comerciante y al peculiar Yulián Mastakóvich -nunca he podido olvidarme de ese nombre- quien, ciertamente, reacciona de muy mala forma al ver a la niña, hija del comerciante, jugando con un niño pobre. Grande es la sorpresa cuando finalmente el narrador nos devela la identidad de los novios en la boda que está presenciando. La historia nos muestra la desigualdad, la pobreza, la búsqueda desmedida de posición y la discriminación. Casi de forma alegórica nos invita a reflexionar sobre el trato a nuestro prójimo, sin que por ello la calidad del cuento se afecte.

Regresando de la dorada literatura rusa, no podemos pasar por alto el cuento “Una navidad para un niño en Gales” del notable y bohemio Dylan Thomas, más conocido por su poesía que por su narrativa, pero que a través de este gran relato demuestra su dominio en ambos géneros literarios. De carácter autobiográfico, Thomas narra una navidad de calles frías y hogares cálidos a principios del siglo XX, alejado del consumismo que ahora nos agobia, y cargado de anécdotas y tradiciones familiares, donde los niños soportan el frío de las calles para fastidiar a los gatos con bolas de nieve y ver a los carteros tiritando de frío mientras cumplen con su labor. Una historia breve que a diferencia de las anteriores, nos llena por completo de felicidad invitándonos a recordar nuestra niñez.

Pero si de pronto queremos un poco de emoción no tan infantil, podemos optar por “El deseo de navidad de Pat Hobby” de Francis Scott Fitzgerald, que empieza por la añoranza del guionista Pat Hobby, mientras charla con su compañero Joe Hopper, y que luego se involucra en la decepción amorosa que su nueva secretaria, la señorita Keagle, ha tenido con su ex jefe, descubriendo un secreto que le permite desear, como regalo de navidad, el sueño de ser promovido a productor; el cuento “Póngase usted en mi lugar”, de Raymond Carver, donde el personaje “Myers”, ex empleado que lo deja todo por escribir, recibe, por azares de la vida, el regalo de poder contar una gran historia de parte de la particular familia Morgan; y el brevísimo pero ejemplar llamado de atención que Gabriel García Márquez nos hace en “Estas navidades siniestras”, donde acusa la falta de espiritualidad en la gente y cómo el modernismo y la globalización perpetran el fin de las tradiciones familiares y las costumbres locales. “Ni es raro que los niños –viendo cosas atroces- terminen por creer que de veras el niño Jesús no nació en Belén sino en los Estados Unidos”, sentencia al final de su relato.

Para librarnos de esa condena que vaticina García Márquez, los libros resultan un elemento esencial para nuestros niños y adolescentes, la variedad es amplia, desde el “Cascanueces” de Hoffman, los cuentos de Hans Christian Andersen y los Hermanos Grimm, la nobleza del hermano Longinos en el “Cuento de Nochebuena” de Rubén Darío y para nosotros, por supuesto, los cuentos ya mencionados anteriormente, historias que testimonian la certeza de esos tiempos mejores, que nos invitan a alejarnos de toda esta insustancial fiesta del despilfarro que vivimos actualmente, y nos ayudan a encontrar la verdadera esencia de la navidad (como Buddy y miss Sook en el cuento de Truman Capote, echados en el prado mirando al cielo. “En cuanto a mí, podría dejar este mundo con un día como hoy en la mirada”, dice miss Sook).

Apaguemos el televisor por un momento, bajemos el volumen de la música, detengamos el intercambio de cosas costosas e inútiles, y sentémonos a repasar las páginas de aquellos que gracias a su indiscutible talento, nos han legado la oportunidad de recordar las buenas épocas navideñas –cuando Diciembre era algo más que burdo el correteo de una lado para otro en malls y supermercados,- pero sobre todo la posibilidad de empezar a emularlas, de volcarnos a descubrir que a fin de cuentas, el verdadero recuerdo de la navidad no queda en un regalo, sino en vivir una hermosa experiencia interior y tener, sentados ya en la cena, una gran historia que contar.

Feliz Navidad.

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