Opinión

Nada nuevo bajo el sol

Lee la columna de Fernando Bogado

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La reciente aprobación de la Ley Bases en el Senado argentino vuelve a hacer chocar al pueblo del extremo sur americano con una tensión histórica nunca del todo resuelta entre modelos liberales ortodoxos y populismos con cierta tendencia a la sustitución de importaciones y al desarrollo de la industria nacional. Básicamente, porque la victoria de Javier Milei en el ámbito legislativo, todavía supeditada a la aprobación en Diputados de algunos aspectos menores de la Ley, sería el verdadero comienzo de su plan de transformación política y económica de la Argentina. En principio, apoyada por la seguridad jurídica del cambio económico que parecería darle el tener una base legal no sustentada por decreto, lógica que venía siendo regular en estos primeros seis meses de mandato. Pero, luego, bancada también por los auténticos beneficiarios de las reformas legales de la Ley Bases: basta con leer algunos aspectos para darse cuenta de que es un paquete armado para beneficiar a los grandes capitales extractivistas, de ahí que se explique el fuerte apoyo por parte de gobernadores de diferentes provincias a la aprobación.

Es la cantinela de siempre: la llegada de capitales extranjeros con el objetivo de sacar barato los recursos para generar una mejor competencia en el mercado internacional (como sucede, por caso, con el litio) sirven en el corto plazo para mejorar la posición de diversos gobernadores que ven en sus provincias una inyección de dinero impensada en el marco de un fuerte recorte de los gastos del Estado nacional hacia el interior. Además de que, de un modo u otro, generará un rebote en el mercado laboral que se opone al crecimiento de la tasa de desempleo, acercándose peligrosamente a los dos dígitos. O sea: en corto tiempo, con la llegada de estas empresas extractivistas beneficiadas por leyes de desregulación tanto laborales como impositivas, es lógico pensar que va a haber plata y trabajo… por una ventana lo suficientemente amplia que asegure la reelección del gobernador de turno. ¿Y después? Que se arregle el que venga luego. A veces, la política es el arte de pasarle la papa caliente al próximo y esperar que nadie se dé cuenta.   

La aprobación de la Ley Bases el miércoles no estuvo exenta del marco represivo que suele caracterizar al gobierno de Milei, abiertamente militarista, apoyado en los llamados “valores occidentales” (término que lo acerca, sin ningún tipo de matiz, a lo que los propios militares de la Junta de 1976-1983 establecían como lema) y con un claro posicionamiento a favor de desmantelar las políticas de Memoria, Verdad y Justicia que caracterizaron al gobierno de los Kirchner desde 2003 en adelante. El accionar de las fuerzas de seguridad, defendido por la actual ministra y ex opositora Patricia Bullrich (quien, entre otras cosas, parece olvidarse en su giro a la extrema derecha de su pertenencia histórica a la guerrilla de izquierda peronista Montoneros), tuvo como saldo más de treinta personas encarceladas y acusadas de terrorismo y de atentar directamente contra el normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Entre los presos podían encontrarse: un vendedor de empanadas y su familia, un músico ex miembro de la banda Julio y Agosto, un docente que estaba desconcentrándose de manera pacífica, etc. En conversación del lunes 17 de junio con Reynaldo Sietecase, en su programa La Inmensa Minoría en Radio Con Vos, el mismísimo vendedor de empanadas, Remigio Ramón Ocampo, de 64 años, aseguró que había un grupo de instigadores que arrojaban piedras muy cerca de las fuerzas policiales, y que ninguna de esas personas fue capturada en el accionar de control. Deslizó, como cualquiera puede comprobar con ver sólo un video, la hipótesis de que quizás toda la situación haya sido armada con el objetivo de justificar la represión y amedrentar a la población civil para que no se acerque al Congreso.

Con la visita al G7 por parte del presidente argentino, el crecimiento de los movimientos de ultraderecha (los Alt Right que empiezan a extenderse en Europa), con Trump con posibilidades de llegar a la Casa Blanca, el mundo parece listo para que los Milei se reproduzcan y generen un cambio hacia una lógica mundial represiva, de un falso nacionalismo, que parece querer volver al orden del mundo de finales del siglo XIX: las cosas se producen en las principales potencias, acá, en Latinoamérica, lo único que hay que hacer es extraer bienes naturales y venderlos lo más barato posible. Marx llamó a esta falsa apariencia de valores tradicionales que esconde nuevas formas de represión, explotación y ortodoxia económica “bonapartismo”. Nada de nuevo hay bajo el sol de junio en Argentina, otra más de las cosas que buscan importarse y venderse como propias: bonapartismo modelo sudamericano.    

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