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Murió el Loco Gatti: se fue el arquero que convirtió el arco en un escenario

Tras estar hospitalizado dos meses por neumonía se confirmó el deceso del arquero argentino.

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Hugo Orlando Gatti murió a los 80 años. No fue un arquero más. Fue un personaje irrepetible que se animó a vivir el fútbol como un espectáculo, un hombre que saltaba al campo no solo a cuidar el arco, sino también a entretener. Murió el Loco. Pero su locura queda: su melena desobediente, su vincha eterna, su estilo de arquero-jugador que desafiaba la propia naturaleza del fútbol.

Durante dos meses luchó contra una neumonía en el hospital Pirovano de Buenos Aires. Allí falleció, acompañado por sus hijos, tras haber sufrido una caída y una fractura de cadera que complicó su salud. Se fue en silencio un hombre que hizo del ruido su forma de vivir.

Nacido en Carlos Tejedor, su historia empezó como tantas otras: un chico del interior, un sueño, y un viaje a la gran ciudad en un Rastrojero. En Atlanta lo pusieron a prueba y le hicieron 14 goles. Pero el técnico Nano Gandulla vio lo que nadie más vio: “Pibe, usted se queda”. Y el pibe se quedó.

Fue arquero de River, Gimnasia, Unión y Boca, donde alcanzó la eternidad con seis títulos, incluyendo dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Fue también el dueño de un récord que nadie ha igualado en la primera división argentina: 765 partidos jugados. Y atajó hasta los 44 años.

Gatti reinventó el puesto. Fue discípulo de Amadeo Carrizo, pero también su hereje. Se adelantaba, jugaba con los pies, improvisaba. A veces erraba. Siempre brillaba. En tiempos de arqueros estáticos, Gatti fue movimiento. En un fútbol que tendía a la solemnidad, él fue alegría.

Su atajada a Vanderlei en la final de la Libertadores del ‘77 le dio a Boca su primera corona continental. En el amistoso ante la URSS bajo la nieve, lo bautizaron el “León de Kiev”. Era valiente, desfachatado, único. Un arquero que entendía que el fútbol debía dar algo más que un resultado: debía emocionar.

Su rivalidad con Fillol fue el duelo de dos formas de ser: el reflejo contra la intuición, el músculo contra el arte, el hombre que protegía el arco contra el que salía a conquistarlo. Ambos terminaron con 26 penales atajados, compartiendo estadísticas pero nunca estilos.

El Loco se convirtió en ícono fuera de la cancha también. Fue rostro de publicidades, pionero en la televisión, y personaje habitual del debate futbolero. Siempre con una sonrisa, siempre con una frase que descolocaba. Fue fiel a sí mismo hasta el final.

Dijo una vez: “Yo hice algo: atajé, me cuidé y sigo amando al fútbol como el primer día, pero el que decidió lo fundamental fue Dios”. Quizás por eso atajó hasta los 44. Quizás por eso hoy lo llora todo un país.

Murió Hugo Gatti. Pero en la memoria del fútbol argentino, seguirá atajando penales con una sonrisa en los labios y una vincha al viento.

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