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Morir dos veces

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Escribe: Edwin Cavello Limas

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos pasado por momentos difíciles, situaciones duras que vinieron acompañadas incluso por las críticas y rechazo de nuestra propia familia. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos querido morir o desaparecer porque no aguantábamos más que el mundo nos golpeara tan fuerte. Pero acá estamos, aguantando los golpes, la indiferencia, la crítica, la traición, el odio y el abandono. La vida nos golpea de diferente manera, pero seguimos aferrándonos a la vida. Pero qué hacer cuando lo que más te golpea es tu propia mente, tus pensamientos y tus demonios internos. Álvaro Daniel Rosales Rodríguez gritó una y otra vez “Quisiera ayudar al mundo… Pero ¿quién me ayuda a mí?”. Jamás encontró respuesta.

Traté de imaginar ese momento tan duro que vivió Álvaro antes de tomar la decisión de suicidarse en las vías del tren. Llegar a la Estación Angamos, sacar su tarjeta, mirar a su alrededor, controlar sus nervios y subir en silencio con la cabeza agachada por la escalera eléctrica. Nadie pudo notar sus intenciones, nadie se dio cuenta de lo que iba suceder. La noticia corrió por todas las redacciones, redes sociales, y grupos de WhatsApp. Su suicidio provocó tristeza, preocupación y mucha indiferencia.  Álvaro Daniel Rosales murió el jueves por la mañana, pero hasta el día de hoy lo siguen matando.

La indolencia y la burla de la gente nos ha permitido ver el verdadero rostro de nuestra sociedad. Muchos de los indolentes son jóvenes, muchos de ellos serán padres y madres, muchos de ellos viven cerca de nosotros, y eso es lo que más asusta. Nos estamos convirtiendo en una sociedad salvaje donde lo único que importa es el individualismo, el materialismo y el dinero que acumulas en los bancos. Hay gente que no llora, hay gente que no sueña, hay gente que solo existe y no vive. Hay gente que no tiene emociones ni conoce el amor, y eso también duele.

Antes pensaba que solo los cobardes se suicidaban, pero estuve siempre equivocado. El valor y coraje de un suicida es enorme. El suicida lo planifica todo, oculta sus intenciones y ni siquiera te mira a los ojos, y si lo hace, es para despedirse. Conozco esa mirada, conozco ese silencio y también conozco ese dolor.  Álvaro Daniel Rosales Rodríguez tomó una dura decisión, como lo hacen otros suicidadas que eligen la privacidad. El suicida no busca la atención del público, lo que busca es la forma más segura de morir.

Respetemos la decisión de Álvaro, respetemos el llanto de su madre, respetemos el luto de su familia, respetemos a los muertos, porque al final la muerte es el único camino seguro al que todos llegaremos.

Descansa en paz Álvaro, tu grito desesperado al final ha sido escuchado: “Las personas no necesitan casi comida, no necesitan casi agua, lo único que más necesitan es amor… para que, si mueren, mueran felices, sin eso, aunque coman o beban igual se morirán sin sentirse llenos”.

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