El transporte peruano… ay ay… las combis asesinas, las combis discotecas, los piques, las competencias por ganar pasajeros, el apegate, el asencillame, más al fondo hay sitio, apoyame hermano, los maltratos a los universitarios, los claxon, las interminables esperas por que el policía de pase a tu carril, las injustas tarifas, las minicouster, las extremadamente angostas y pequeñas combis, la chatarra móvil, la decorativa literatura en los vehículos, las groseras ilustraciones, los mañosos, los mirones, los (as) delincuentes, los quejones (as)-tómate un taxi, pe-los maleducados que no ceden el asiento reservado, los que van a paso tortuga, los que dicen que la subida es por delante y la bajada por detrás, pero que al final suben pasajeros donde sea, los osados que cambian la ruta cuando le da la gana, los que no permiten viajar a escolares y universitarios.
Nunca terminaría de enumerar el sinfín de novismos que constituyen el hablar cotidiano de aquellos encargados del transporte público. Sacando cálculos paso obligadamente 3 horas del día en el carro (lo que demoro en ir y venir de la universidad, y sin contar los días que el tráfico infernal se torna imposible y puedo llegar a las 5 horas diarias) eso quiere decir que son 15 horas a la semana, 60 al mes y 720 al año, en conclusión un mes de mi año lo paso de combi en combi.
Diría que es mucho tiempo, que tal vez puedo aprovecharlo haciendo otras actividades más productivas, lastimosamente es mi triste realidad. Como escuché por ahí de todo lo que ves en el viaje en un un microbus, combi entre otro medio de transporte, se pueden escribir hasta libros, no sabría decir si se convertirían en best-seller, pero sí calarían distintos sentires en la sociedad.
Tener auto propio es todo un lujo, que no solo termina en comprártelo, es todo lo contrario es el principio de grandes gastos, que conllevan mantenerlo en óptimas condiciones o simplemente mantenerlo, esto sin mencionar el combustible que a diario consume el carro.
Por eso la gran mayoría de la población tiene que conformarse con dirigirse de un lado a otro a través de el transporte público, que en nuestro país, me atrevo a decir, es el peor. No solo al nivel técnico, ya que el parque automotor es un gigante deposito de chatarra, con vehículos de la década de los 60 aún en funcionamiento, sino también por el pésimo trato que se le da al pasajero. No pedimos eruditos o especialistas en comunicación brindándonos este servicio, nos conformamos con personas educadas con sentido común.
Los problemas son varios, la solución es drástica: desaparecer el transporte informal, deshacernos de esa chatarra, y reglamentar adecuadamente. El año pasado el saldo de muertos a nivel nacional por accidentes de tránsito superó los 3 mil, en 86 mil accidentes. Es realmente alarmante la situación.La demanda es tal que la oferta no puede cubrirla a cabalidad hay que aceptar que ahora somos más peruanos, aún más limenos (pasamos los 9 millones).
Para no hacer pesado y desesperanzador el post dedicaré a contar algunas anécdotas que me acontecieron en mis travesías diarias en el transporte público, entre otras que he ido recogiendo de algunos conocidos.
Chosica es un distrito limeño que se encuentra a las afueras de la cuidad, es muy conocido por sus centros recreativos y sus paisajes similares a los de la sierra. En promedio te demoras dos horas en llegar a Lima centro desde Chosica, en la facultad tengo conocidos que siguen esa ruta a diario, muchos de ellos viven en Chosica, Huachipa o en San Juan de Lurigancho un día de relajo en el que llegué tarde me quedé conversando con ellos, sino me equivoco el motivo de la plática era lo decepcionante que era viajar en el Rápido o la 5, ya que de rápido no tenia nada últimamente. Así fue como salió la idea de narrar anécdotas.
Muchos detalles me llamaron la atención y provocaron mi femenina indignación, como que en los chosicanos (como se les llama a los vehiculos que tienen la ruta Lima-Chosica) de lo llenos que estaban, las jovencitas muchas veces se veían obligadas a sentarse en las piernas de quienes estuvieran sentados, o que en ocasiones los pasajeros de la desesperación por no perder el microbus ingresaban por las ventanas, por un momento no quise creer, tras habérmelo ratificado me quedé estupefacta.
Y es que Perú es el país donde todo puede pasar, así que sorprenderse está de más. Es terrible encontrarse en hora punta al medio día en una couster que tiene la ruta callao-Pachacamac, con decenas de personas empujándose entre sí, sudando, expeliendo extraños olores, intentando robarte (algunas), otros manoseándote, eso es sobrevivir.
Cuando te tienes que levantar a diario a las 5:00 am y sufres de insomnio, por tal motivo has dormido como máximo dos horas, sabiendo que te espera hora y media de viaje lo que deseas es dormir ese tiempo hasta llegar a tu centro de estudios (en mi caso). Pero qué pasa… para empeorar la situación suben las más extrañas personas contando su problema de vida, intentando persuadirte de que le compres su gomita fruyelé a diez céntimos o que le des unos centavos para ayudar a su madre que se encuentra internada en el hospital,otros aún más descarados te pedirán apoyo para comprarse una bolsa de caramelos para vender.
Quiénes son estos personajes, realmente sus hijos no comerán nada esta noche, sino les das una moneda, o se verán obligados a retornar a esa oscura vida de crímenes y delitos por no haberle dado tu apoyo. Realmente eso no lo sé, lo que sí, es que existe una mafia alrededor de estas personas, que opera inescrupulosamente armando todo un tinglado para engañar al más intrépido. Algunos actúan por cuenta propia, pero los que están dentro de esta mafia, tienen que rendirle cuentas a un jefe y extraer su comisión.
No sólo es un martirio viajar en el transporte púbico, sino también pones en peligro tu integridad física y psicológica, hace un par de años se escuchó mucho sobre el denominado por el mundo amarillista «loco jeringa» y aunque cause risa ese apelativo de chistoso no tiene nada, resulta que esta persona subía a los carros afirmando ser VIH+ y con jeringa impregnada de sangre en mano amenazaba a los pasajeros que no le compraban su productos con inyectarlos del mortal vírus.
Esto causó conmoción en la sociedad, no estoy segura si se sigue dando este caso, pero lo que sí es que a diario uno es amenazado en los microbuses, pues estas personitas intentan obligarte a consumir sus productos golosinarios con la condición de no robarte. Esto empeora la situación, pues hay que estar cuidándose de los demás pasajeros (ya que representan un peligro también, pues la honestidad no existe, esto es tierra de nadie) de aquellos pseudovendedores que los conductores y cobradores permiten subir y de los mismos encargados de prestar el servicio que manejan como alma que lleva el diablo disputándose la clientela.
Además de todos los enfermos, de mente retorcida que suben a los microbuses, combis y demás únicamente para toquetear jovencitas o rozarlas aprovechando la turbulencia del vehículo, en qué sociedad estamos, ya no hay respeto por nadie.
Esperemos esta situación mejore, con la nueva propuesta del metropolitano que empezará sus labores en abril del presente año.