Durante la APEC, las instalaciones del Ministerio de Cultura se convirtieron en el patio trasero de una cumbre encabezada por el presidente chino Xi Jinping. Es decir, no sirvió como una vitrina para mostrar las riquezas culturales de nuestro país, solo sirvió como galpón. Esto no es de sorprendernos, ya que cuando no hay APEC, el MINCUL termina convertido también como velatorio. Es por eso que el Ministerio de Cultura, la entidad que debería proteger e impulsar la cultura en nuestro país, no es más que un holograma en la avenida Javier Prado.
La sede principal del MINCUL no es otra cosa que una fría mole institucional. Sus ministros, incluyendo al actual Fabricio Valencia Gibaja, no han logrado administrar debidamente el poco presupuesto que tienen. El dinero solo se gasta en el pago de personal, viajes, adquisiciones absurdas, oscuras órdenes de servicio y premios para la argolla de siempre.
Lo que debería ser el motor de la identidad nacional y la salvaguardia de nuestro legado cultural se ha convertido en una caricatura grotesca, incapaz de promover siquiera una agenda mínima en el marco de la APEC. Mientras otros países impulsan sus expresiones culturales, inauguran grandes bibliotecas y museos, en nuestro país el Ejecutivo no puede inaugurar desde el 2016 el Museo Nacional del Perú (MUNA), ubicado en Pachacamac. Otra promesa incumplida que se inició durante el gobierno de Ollanta Humala.
La incapacidad del ministro Valencia Gibaja es evidente. No hay gestión, solo hay excusas; no hay visión, solo se respira la rutina de la mediocridad. El MINCUL es señalado no solo por su parálisis operativa, sino también por presuntos actos de corrupción que socavan la confianza pública. Los altos niveles de irregularidades se han convertido en una constante, manchando aún más una institución que ya se tambalea por falta de liderazgo y por su permanente blindaje a funcionarios denunciados por presunta corrupción.
En la APEC 2024, el Perú pudo haber mostrado su diversidad lingüística, su arte milenario, su cultura viva pero lo que se vio fue un show deplorable con harta cháchara y una presidenta postiza que intenta llegar de forma desesperada al 2026.
Si seguimos tratando al Ministerio de Cultura como un gasto innecesario, sin exigirle resultados ni reformarlo desde sus cimientos, no será solo un holograma; será también una mole de la inoperancia y símbolo de la mediocridad.
(Columna publicada en Diario UNO)