Opinión

Ministerio de Cultura de cabeza

Lee la columna de Edwin Cavello

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En medio de la crisis que sacude al gobierno de Dina Boluarte, el Ministerio de Cultura, bajo la dirección de Fabricio Valencia Gibaja, continúa sin rumbo, profundizando la desconfianza de la ciudadanía respecto a la gestión pública. A pesar de las promesas y discursos, la cultura en Perú sigue siendo una de las áreas más relegadas por el Estado. Una de las principales muestras de esta desidia es el interminable conflicto en torno al Museo Nacional (MUNA) ubicado en Pachacamac. La obra que se inició en la gestión de Ollanta Humala como un hito cultural, costó más de 600 millones de soles y aún continúa sin ser inaugurada. Lo que se prometió como un emblema cultural se ha transformado en un elefante blanco.

El manejo de recursos también deja mucho que desear, especialmente en lo que respecta a las contrataciones dentro del Ministerio de Cultura. Mientras el país atraviesa dificultades económicas, el gobierno parece haber priorizado el despilfarro de dinero público en contratos para amigos cercanos al entorno de Fabricio Valencia. La Biblioteca Nacional del Perú (BNP) es uno de los ejemplos más claros de esta mala práctica. Las órdenes de servicio “doradas” han colapsado el presupuesto de esta institución, que, lejos de cumplir con su función de preservar el patrimonio cultural, se ve reducida a una caja registradora para aquellos vinculados al poder.

La jefa de la BNP, Ana Peña Cardoza, tendrá que enfrentar a la Comisión del Congreso a las 4 pm de hoy para explicar las contrataciones laborales realizadas en 2024 y la millonaria suma gastada en este concepto.

El Archivo General de la Nación no corre una suerte mejor. Esta institución fundamental para el resguardo de nuestra memoria histórica está sumida en el caos debido a problemas con sus instalaciones y la falta de un plan adecuado para el traslado del archivo. Sin embargo, el colapso institucional no termina ahí. El IRTP, el canal y radio del Estado, también está experimentando una crisis, agravada por la llegada de exasesores vinculados al fujimorismo, lo que pone en peligro la independencia editorial de estos medios. Todo esto ocurre justo cuando el país se alista para enfrentar una nueva campaña política.

Día a día nos damos cuenta de que lo único que ha cambiado en el gobierno es el rostro de Dina Boluarte y la masa corporal de algunos ministros de su gabinete.

(Columna publicada en Diario UNO)

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