Opinión

Minedu en tiempos de crisis: el legado del Papa Francisco sobre educación

Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, falleció ayer, lunes 21 de abril, a las 7:35 horas (Roma) en su residencia de la Casa Santa Marta, en la Ciudad del Vaticano.

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Su muerte ha sacudido al mundo. Un argentino que llegó a ocupar el trono de Pedro y que transformó la Iglesia con su visión de fraternidad y cuidado por los más vulnerables. Pero mientras muchos se concentran en los protocolos fúnebres y las especulaciones sobre su sucesor, pocos están prestando atención a uno de sus legados más importantes: su defensa inquebrantable de la educación como pilar fundamental para construir una sociedad justa.

El Papa no se andaba con rodeos. En su encíclica «Fratelli Tutti», publicada el 3 de octubre de 2020, advirtió claramente sobre la amenaza que representa un sistema que privilegia el mercado sobre las personas. ¿De qué sirve hablar de libertad cuando millones nacen sin la posibilidad de ejercerla plenamente debido a una educación deficiente? Con sabiduría escribió: “Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad«.

Lo sabemos todos. Lo vemos diariamente. Mientras nuestros políticos se llenan la boca hablando de progreso, las escuelas públicas se derrumban como castillos de naipes bajo el peso de la negligencia sistemática. ¿Esto es lo que llamamos política educativa?

El sistema educativo se ha convertido en un campo de batalla ideológico donde los estudiantes son las principales víctimas. Francisco lo entendió perfectamente cuando escribió que necesitamos «diversos cauces de expresión y participación social» para que «cada ser humano pueda ser artífice de su destino». Pero nuestros políticos prefieren ciudadanos dóciles, poco críticos, fácilmente manipulables. Una población educada exige, cuestiona, demanda. Una población ignorante aplaude promesas vacías.

¿Cómo esperamos cosechar ciudadanos íntegros cuando sembramos en terreno árido?

La educación no es un gasto. Es la inversión más rentable que puede hacer un país. Sin embargo, nuestros «visionarios» políticos prefieren obras faraónicas que puedan inaugurar con bombos y platillos, en lugar de la silenciosa pero transformadora revolución que representa una escuela bien equipada.

En la encíclica «Laudato Si'», publicada el 24 de mayo de 2015, el Papa Francisco nos recordaba que «una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida».

La metáfora de las semillas que utilizó el Papa Francisco es particularmente poderosa. Una semilla, requiere cuidado constante, atención personalizada, paciencia. No puedes simplemente plantar y olvidarte. No puedes esperar resultados inmediatos. La formación de un ser humano sigue el mismo ritmo natural: lento, progresivo, resiliente pero frágil ante el abandono.

Pero para el gobierno de Dina Boluarte, la educación es simplemente un departamento más que administrar, no la columna vertebral del desarrollo social del país. Incluso “no se necesitan docentes de inglés, para enseñar inglés” de parte del ministro de Educación Morgan Quero, es el reflejo del desprecio por los docentes, solo le falta decir no se necesitan médicos para realizar cirugías.

La pandemia dejó al descubierto la fractura digital, la desigualdad educativa, el abandono escolar. ¿Y cuál fue la respuesta? Parches provisionales, como los que dejó la exministra de Educación Flor Pablo Medina, quien hoy tiene las fórmulas y respuestas que no implementó en su momento. Mientras tanto, familias enteras quedaron a la deriva.

Pienso en María, una estudiante brillante de una Institución Educativa en una zona rural de Perú, quien tuvo que abandonar sus estudios porque no podía conectarse a las clases virtuales. Su futuro, su potencial, sacrificados en el altar de la incompetencia política. ¿Cuántas Marías hemos perdido por la incompetencia de la exministra Flor Pablo y el gobierno de Martín Vizcarra y sus tabletas desechables?

El Papa Francisco agregó: “La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo”.

 ¿Hacia dónde vamos? Si continuamos por este camino, caminaremos directamente hacia un precipicio social. Una sociedad sin educación ambiental es como un cuerpo sin sistema inmunológico: vulnerable a cualquier amenaza, incapaz de defenderse de los demagogos y manipuladores que nos llevan a consumir sin pensar en el impacto sobre nuestra casa, el planeta.

La muerte de Francisco debe servir como un llamado a la acción, no solo para llorar su partida sino para honrar su legado educativo. Necesitamos políticas que consideren la educación como un derecho fundamental, no como un servicio opcional. Necesitamos inversión sostenida con enfoque ambiental, pero no solo en el papel, formación docente continua, infraestructura digna y currículos relevantes para los desafíos actuales.

El tiempo se acaba. Los estudiantes de hoy no pueden esperar a que resolvamos nuestras mezquinas disputas políticas. Francisco nos lo advirtió: «La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.»

La pregunta es ¿Estamos dispuestos a abandonar el modelo mercantilista de la educación para abrazar uno centrado en la dignidad humana y la sostenibilidad?

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