Javier Milei es muy locuaz y suele incursionar en todos los temas, incluso aquellos que desconoce, de los cuales habla con total desparpajo, sin temor al ridículo. Sin embargo, hay una cuestión que elude y a la que trata de disparar. Nos referimos al hecho de que fue funcionario y ejecutivo del holding encabezado por Eduardo Eurnekián. Es lógico que se sienta incómodo y prefiera gambetear un punto tan embarazoso. El libertario que despotrica contra la injerencia del Estado, fue uno de los colaboradores de confianza de un empresario que vive de las concesiones del Estado.
Eurnekián es el dueño de Aeropuertos 2000, que concentra en su manos el manejo de los servicios de Ezeiza y Aeroparque. Su fortuna es inseparable de los vínculos con el Estado. A nadie se le escapa en Argentina que la adjudicación de un contrato o licitación no es fruto usualmente de la libre competencia. Eurnekián de esto sabe mucho y sin ir más lejos, los trascendidos señalan que ha sido uno de los que más ha hecho lobby para el cierre del aeropuerto de El Palomar. El titular de Aeropuertos 2000 nunca vio con simpatía la inauguración de un aeropuerto que pudiera rivalizar con los que están bajo su órbita.
En medio de la pandemia, que perjudicó sus negocios al paralizarse el movimiento aerocomercial, Eurnekián, sin embargo, se las ha ingeniado para quedar bien parado no por el libre juego de mercado sino por sus nexos con el poder. El empresario hijo de inmigrantes armenios que construyó un imperio consiguió a finales del 2020 estirar 10 años más la concesión hasta 2038 (cuyo plazo expiraba en 2028). Pero el premio mayor es el renovado impulso que viene desde la Casa Rosada para construir la represa Chihuido en Neuquén, la única gran obra de infraestructura prevista para 2021, que tiene a Helport, la constructora de Eurnekián, a la cabeza del consorcio.
El presidente Alberto Fernández ratificó, a pedido de Helport, en una carta dirigida a Angela Merkel, que la construcción del Chihuido resultaba de “considerada relevancia para este Estado Nacional”. La jefa de Estado alemana se había interesado personalmente en el proyecto cuando recibió a Fernández en la primera gira del argentino por Europa.
Una de las características en la última etapa del empresario de origen armenio es su bajo perfil en la vida empresaria. Mientras Paolo Rocca, al igual que Marcos Galperin, le ponen el pecho a la campaña de la Unión Industrial contra la presión impositiva y a otros pronunciamientos empresarios, Eurnekián no figura en la partida.
Importa señalar que la principal espada libertaria, tan suelta de lengua para denunciar la asociación de las empresas con el Estado, mantiene un silencio sepulcral sobre este punto. Este mutismo ha sido tan notorio que algunos liberales cercanos han hecho notar que José Luis Espert, su socio electoral, se pronunció contra el cierre de El Palomar, pero en cambio Milei brilló por su ausencia. Las razones que llevaron a Espert a dicho pronunciamiento tienen que ver con el hecho de que Palomar era la base de operaciones de las compañías low cost basadas, entre otras cosas, en el pago de salarios más bajos, flexibilización laboral y desconocimiento del convenio, cuestiones que son defendidas acaloradamente por los libertarios. Este hecho realza aún más el silencio de Milei.
Pero no es solo eso. Milei no ha ahorrado elogios respecto a Eurnekián, a quien sindica como un empresario importante y valioso. No tiene desperdicio, para quien pueda buscarlo en Youtube, ver a Milei dos años atrás en los almuerzos de Mirta Legrand, donde el libertario se despacha en términos laudatorios respecto a su jefe. Aquí se cumple la máxima marxista de que la existencia determina la conciencia. Los principios de Milei terminan siendo sacrificados en el altar de los intereses materiales. Habría que agregar que si bien el holding de Eurnekián es su fuente de ingresos, una parte de los mismos, al menos en la pandemia, han salido… del Estado. Aunque Milei ha tratado de desmarcarse, lo cierto es que su nombre figura en las planillas de beneficiarios de los ATP que ha venido otorgando el Estado al grupo empresario.
Milei, en un reportaje, señaló: “si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia. Porque la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente. Y sobre todas las cosas, la mafia compite”. El libertario parece muy convencido de lo que dice. ¿Este convencimiento nace de sus propia experiencia? Cabe señalar que el grupo Eurnekián no escapa a las prácticas corruptas, que al igual que las mafias solo pueden funcionar gracias a la las relaciones, protección, apañamiento e impunidad que les ofrece el Estado. Contra lo que sostiene Milei, no hay tal disyuntiva. Mafia y Estado son complementarios y se retroalimentan. Eurnekián es uno de los exponentes de este nexo, que está en la base del ascenso meteórico del empresario. Lejos de una burguesía impoluta, la clase capitalista, a medida que avanza el proceso de concentración, se vale cada vez más del Estado para dirimir sus rivalidades. El Estado actúa como soporte fundamental (y apela a todas las armas a su alcance -económicas, políticas, diplomáticas y si hace falta militares) para hacer prevalecer los intereses de las corporaciones de sus respectivas naciones. Y eso mismo se traslada hacia dentro de las fronteras nacionales, donde el Estado arbitra entre los capitalistas e inclina la balanza favor de ciertos apetitos contra otros.
El estatismo y antiestatismo se acomoda y ajusta a los intereses de la clase capitalista.
Anarcocapitalismo
El libertario argentino señala que su fuente inspiradora es el economista Murray Rothbard, un neoyorquino que radicalizó las ideas de la Escuela Austríaca y fue muy activo en el mundo libertario estadounidense. Milei señala que un librito del economista titulado “Monopolio y competencia” le “partió la cabeza” (“El libertario peinado por el mercado”, revista Anfibia, 15/3).
Recordemos que la escuela austríaca, que tiene como referentes principales a Von Mises y Von Hayek, es ultraliberal y se declara enemiga de la intervención del Estado, alentando el libre funcionamiento del mercado sin interferencias. Rothbard ha llevado esta idea hasta el final y basado en ello, fue uno de los padres en Estados Unidos del llamado “anarco capitalismo”, que pregona que el remedio de todo es erradicar del todo al Estado, hasta en las funciones de justicia y seguridad. Pero a diferencia de los liberarles tradicionales que reivindican la libre competencia, el economista estadounidense defiende y justifica los monopolios. “Milei cayó en la cuenta de que los argumentos neoclásicos contra los monopolios no tienen sustento y que ‘la competencia perfecta –que promueve esta escuela de pensamiento– es tan estúpida que termina por no haber competencia en absoluto’. Para Rothbard, por el contrario, los monopolios no son malos en sí mismos, e incluso pueden ser buenos si son producto de la acción emprendedora; son nocivos, por el contrario, si son creados por el poder del Estado” (ídem).
Por supuesto, esta división que plantea Rothbard -y agreguemos Milei- no existe y menos en Estados Unidos, donde el entrelazamiento de las empresas y el Estado es fenomenal. La imagen idílica del empresario “emprendedor” es una fantasía y con más razón en la época actual de gigantesca concentración empresaria. El monopolio es la negación de la libre competencia, que era, aunque sea parcialmente, un factor que empujaba a a la innovación para no quedar desplazado. El monopolio tiene la posibilidad subir los precios o en su defecto la cantidad discrecionalmente, cuyas consecuencias más tarde o temprano terminan golpeando el bolsillo popular. Las tendencias a la concentración del poder económico en pocas manos acentúa las tendencias parasitarias, confiscatorias y despóticas inherentes al capitalismo, pues no olvidemos que el capital es un relación social de explotación basada en la expropiación del trabajo ajeno, que tiene como fundamento el hecho de que una minoría es dueña de los medios de producción y una mayoría no tiene otra salida que vender su fuerza de trabajo.
El espejo donde mirarse: libertarios yanquis
Rothbard y su discípulo argentino se presentan como abanderados de la libertad pero plantean sustituir el despotismo del Estado por el de las grandes corporaciones, aunque el empresario que plantean como modelo esta sólo en sus cabezas pues el empresario de carne y hueso es el que encarna Eurnekián y que se replica en Argentina y a escala planetaria. Milei no tiene nada de original, pues luego de tanta diatriba libertaria plantea una transformación y una salida para el país de la mano de la misma clase social que la ha hundido. El anarco capitalismo es la peor mezcla de todas, pues es la combinación de la anarquía capitalista con la acción depredadora del capital en todos los terrenos. La condena del Estado de estos demagogos derechistas no detiene las prebendas y ventajas que obtiene el capital. Pero en cambio, sirve como punta de lanza contra los derechos y condiciones de existencia del pueblo.
Esto se ve claramente cuando nos detenemos en la plataforma de los libertarios norteamericanos, una de las referencias de Milei. Su política super-reaccionaria salta a la vista cuando abogan por desmantelar la totalidad del Estado de bienestar. Esto incluye la eliminación de cupones de alimentos, viviendas subsidiadas y otros subsidios sociales. La asistencia quedaría reservada a entidades de caridad. El Partido Libertario se opone a regulaciones gubernamentales de salario mínimo con el argumento de que elevan el costo de emplear trabajadores adicionales. Y favorecen la flexibilización de las leyes en esa materia. Asimismo, es partidario de suprimir el sistema público de salud y educación, abriendo paso a un régimen de libre mercado (léase, una amplia e irrestricta privatización de la salud y educación).
Los libertarios promueven un severo ajuste al plantear un presupuesto equilibrado que debería tener como base una reducción de impuestos, empezando por el impuesto a las ganancias , y un recorte de los gastos. Por otra parte, la desregulación debería llegar al extremo de suprimir la Reserva Federal y liberar el funcionamiento de los bancos, lo cual va en sintonía con las presiones que viene ejerciendo el capital financiero que pretende tener mayor libertad para la especulación en todos los terrenos y que, como la experiencia lo indica, las consecuencias y platos rotos las termina pagando solo el pueblo. Los mismos que reclaman libertad concluyen pidiendo que el Estado salga en su rescate.
Se trata, como se ve, de un plan de guerra contra los trabajadores, colocándolos a merced de la voracidad capitalista. Los libertarios exponen en forma cruda una agenda que los políticos y partidos tradicionales pretende disimular.
Los liberatorios norteamericanos, más allá de sus proclamas y consignas altisonantes, se han limitado en EEUU a actuar como rueda auxiliar de los partidos republicano y demócrata, que se vienen turnando en el poder. Los vasos comunicantes entre el partido libertario con los denominados partidos del sistema son muy fluidos: funciona en forma muy aceitada el mercado de pases. Políticos y funcionarios que eran republicanos o incluso demócratas han pasado a revestir en las filas libertarias y viceversa. Quizás el caso más renombrado sea el de Ronald Reagan quien arrancó como libertario para luego pegar un salto e incorporarse al partido republicano. En síntesis, la acción política libertaria es funcional a la clase capitalista de la que es tributaria y, que, por ahora, sigue concentrando sus fichas en los partidos tradicionales. Son agentes de segunda categoría, actores de reparto del establishment y del sistema que dicen denostar. En este mismo campo, hay que ubicar a Milei.