Política

Mientras el Perú arde, Dina Boluarte hace turismo diplomático

La presidenta partirá el 5 de agosto rumbo a Japón e Indonesia, ignorando el creciente rechazo ciudadano. Su escasa presencia en regiones golpeadas y su desconexión con el país refuerzan la imagen de una mandataria ausente, más preocupada por el protocolo extranjero que por la crisis nacional.

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En medio de una profunda crisis de seguridad, caos institucional y un creciente descontento ciudadano, la presidenta Dina Boluarte ha decidido —una vez más— abandonar el país. Esta vez será por ocho días, del 5 al 12 de agosto, para participar en actividades protocolares en Japón e Indonesia. El Congreso, en una ya habitual muestra de complacencia, el último viernes 1 de agosto autorizó el viaje con 63 votos a favor.

¿Es realmente prioritario para el Perú que su presidenta siga acumulando millas aéreas mientras en el territorio nacional se multiplican los asesinatos, la informalidad campea, y las regiones claman por una gestión más presente?

Desde que asumió el cargo, Boluarte Zegarra ha adoptado un estilo presidencial errante, con una agenda internacional que parece ignorar la magnitud de los problemas internos. Su gira por Asia, que incluye reuniones con empresarios, ceremonias protocolares, y cenas de gala, refleja más una obsesión por la vitrina internacional que un compromiso real con el país que gobierna.

En mayo estuvo en Vaticano con el papa León XIV y luego quiso irse a Ecuador para la toma de mando del reelegido presidente Daniel Noboa.

Un itinerario de lujos y formalidades

La apretada agenda de Dina Boluarte en Japón incluye eventos como la XVI Reunión del Consejo Empresarial Peruano-Japonés (CEPEJA), un almuerzo en su honor, encuentros con la comunidad peruana y la clásica foto con el emperador Naruhito. También hará acto de presencia en la Expo Osaka-Kansai 2025, donde visitará el pabellón peruano y participará en ceremonias que, si bien simbólicas, tienen escaso impacto en la vida cotidiana de los ciudadanos peruanos.

En Indonesia, más de lo mismo: reuniones con el presidente Prabowo Subianto, firma de acuerdos, un foro empresarial, visitas al Parlamento y a la Secretaría de la ASEAN. El protocolo como protagonista, y la realidad peruana como telón de fondo ignorado.

Una presidenta ausente de su país, pero presente en la foto

La ausencia de Dina Boluarte se ha convertido en una constante preocupante. La presidenta parece más interesada en estrechar manos extranjeras que en resolver el caos interno que azota al Perú. Durante su mandato, se han disparado los niveles de criminalidad, con regiones dominadas por mafias, extorsión y sicariato. A esto se suma la parálisis en la gestión pública, con ministerios sin rumbo claro y una ciudadanía cada vez más harta de la desconexión entre el poder y el pueblo.

Mientras Boluarte Zegarra disfruta de recepciones diplomáticas en hoteles cinco estrellas y trenes bala en Japón, miles de peruanos en zonas rurales no tienen acceso a servicios básicos. El contraste es obsceno.

El costo político y económico del ausentismo presidencial

Cada salida internacional de la presidenta implica un despliegue de recursos públicos: seguridad, logística, alojamiento, viáticos y, por supuesto, la delegación que la acompaña. En momentos en que se exige austeridad y eficiencia, estos viajes resultan un lujo difícil de justificar.

A ello se suma el costo político. La presidenta parece ajena al rechazo creciente que genera su gestión. Su desapego del territorio nacional, su escasa presencia en regiones golpeadas por desastres naturales y su nula conexión con la ciudadanía construyen la imagen de una mandataria que gobierna a distancia, sin empatía ni sentido de urgencia.

En junio del 2024 viajó a China con una extensa comitiva. Fuente: 24 Horas.

Una gira que llega en el peor momento

La autorización del Congreso llega justo cuando el país enfrenta una nueva oleada de inseguridad ciudadana y corrupción. La desaprobación de Boluarte Zegarra alcanza niveles históricos, y varios de sus ministros son cuestionados por su ineficiencia y lambisconería. En lugar de concentrarse en una reforma profunda del Estado, o en liderar una cruzada contra la delincuencia, la jefa de Estado prefiere mantener una agenda de relaciones públicas fuera del país.

El argumento oficial es el mismo de siempre: atraer inversión extranjera. Sin embargo, los resultados de sus anteriores giras no se traducen en cambios tangibles para la economía nacional. La promesa de convertir al Perú en un polo de inversión permanece en el discurso, pero no en la realidad.

El pasado 1 de agosto el Congreso autorizó nuevo viaje de Dina Boluarte a Asia.

¿Una presidenta en piloto automático?

La sensación es clara: Dina Boluarte ha optado por sobrevivir políticamente sin enfrentar los problemas de fondo. Sus viajes son parte de una estrategia que prioriza la exposición internacional sobre el compromiso nacional. No hay liderazgo visible, ni decisiones audaces. Solo una administración que parece moverse en piloto automático mientras el país se hunde en la incertidumbre.

En suma, la nueva gira de la presidenta Boluarte no es solo un símbolo de desconexión, sino también una muestra preocupante de prioridades distorsionadas. El Perú necesita una presidenta presente, no una turista diplomática.

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