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Mi querido viejo

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(Keith Richards y su padre Bert Richards)

A veces pensamos que el mundo solo gira alrededor de nosotros y nos ensimismamos demasiado, al punto que exigimos que todos estén al servicio de nosotros. Esa sensación, en principio podría ser placentera porque coadyuva a la obtención de un empoderamiento banal. No obstante, nunca es tarde para acercarse y escuchar a las personas que nos rodean.   

En ese sentido, un padre siempre estará allí cuando uno lo necesite. Cabe aclarar, que el hecho de ser un mero progenitor biológico, tampoco brinda ni asegura en su concepción más pura y abstracta, la categoría de padre.

Por otro lado, de alguna manera y todos sin excepción hemos tenido un padre, o un segundo padre; así este haya sido el abuelo, el tío, la propia madre que también ejerce un rol de padre, el profesor de la clase, o el amigo incondicional que en ciertos casos protege al otro como a un hijo.

Generalmente, hemos escuchado entre el bullicio de la civilización que la condición de ser padre hay que ganársela. Me temo que esa premisa cae en el terreno de lo superfluo, porque la verdad, no creo que alguien tenga el deber de pretender ganarse el estatus de ser padre, ni que se tenga que imponer eso como primer rigor. La ecuación es tan elemental que no requiere mayor complejidad: Se es padre/o no se es padre. Ahora bien, los padres legítimos (me refiero a la legitimidad, más allá de la filiación) siempre han estado allí para dedicarse a sus hijos y sin necesidad de alguna imposición.

Sin embargo, no podemos cerrar los ojos con respecto a los millones de hombres esquivos que han engendrado a personas que hoy transitan con dignidad en el planeta, y si esos progenitores desde un principio emprendieron la huida para librarse de responsabilidades y perderse en el horizonte, tampoco debería crearse un desaliento, porque nadie ama a quien no conoce… por lo tanto, ellos no tienen categoría de padres.

Así las cosas, generalmente extrañamos y echamos de menos a las personas que siempre estuvieron allí cuando nosotros no tuvimos tiempo para ellos, sin embargo, cuando ya no estuvieron, recién nos dimos cuenta que existía un vacío y quisimos que vuelvan; pero fue demasiado tarde, porque el tiempo ya no vuelve.

En lo personal, siempre recuerdo a mi padre porque creo que la felicidad existe, en la medida que hagas feliz cada minuto que transcurra en tu vida… por eso soy feliz cuando hablo de él, porque nunca olvido que me ayudó en todas las formas que se puede ayudar a alguien.

En tanto, recuerdo una entrañable anécdota:

Cuando tenía diez años, un día mi padre me dio dinero para comprarme una porción de pollo a la brasa, y en el camino cuando iba de regreso a casa, no me di cuenta que el pollo y las papas fritas estaban tan calientes que el plástico de la bolsa se derritió hasta reventarse. Tanto el pollo como las papas salieron disparados entre aceras y calzadas. Inmediatamente apareció una jauría de perros que no tardaron ni medio minuto en devorarse todo. Nada pude hacer y cuando llegué a casa, estaba asustado y con lágrimas en los ojos, apenas miré a mi padre y le dije llorando lo que me había sucedido. Él apenas mostró una sonrisa y me dijo: ¡No te preocupes hijo! A cualquiera le puede suceder… y se dispuso a acompañarme para comprar otro pollo a la brasa.

No hay día que no recuerde sus ojos tiernos. A partir de ese momento, me sentí el ser más seguro del planeta. ¡Donde estés… eres grande Lucho!

La conmovedora historia de Keith Richards y su padre

Bert Richards, el padre de keef (seudónimo de Keith) no veía con buenos ojos que su único hijo apenas tenga tiempo para dedicarse a la guitarra, pero como el joven músico era muy rebelde, se marchó de la casa a los 17 años.

Luego, cuando fue obteniendo fama con los StonesKeef aseveró que de todas las personas que había conocido: el blusero Muddy Waters fue como un padre para él, porque lo había puesto bajo su tutela y lo protegió tanto, al punto que tocaron juntos. Sin embargo, aquella percepción dio un inesperado giro.

Cuando keef abandonó su casa, inmediatamente sus padres se separaron y él perdió contacto con su progenitor durante 20 años, quizá porque siempre imaginó que su padre no tendría un buen pensamiento de él, ya que era un tipo muy derecho y trabajador. Mientras Keef seguía elucubrando con respecto al pensamiento de su padre: La idea de que su hijo fuera atrapado por las drogas, quizá le hacía imaginar decir sobre él: “nunca hizo nada bueno”.

Finalmente, después de esos 20 años de distanciamiento, Keef le escribió una nota y su padre le respondió y concertaron un encuentro en la mansión que el músicotiene en Inglaterra.

Antes del encuentro, Keef llevó a su partner Ronnie Wood para que lo proteja porque estaba muy asustado y de pronto, cuando se abrió la puerta ingresó un hombre viejo… era un anciano que bamboleaba porque tenía las piernas débiles. En ese momento al ver a su padre, todo fue más fácil de lo esperado y aquel pavor desapareció. En pocos minutos resolvieron todo de la mejor manera y a partir de ese instante y durante los próximos 20 años su padre fue su mejor amigo y compañero.

Él siempre estuvo en cada viaje, en todos sus shows y viajó por todo el mundo junto a su único hijo Keef. A él como hijo famoso le encantó mostrarle el resto del mundo, y al viejo le encantó verlo.

Bert Richards murió en 2002 al lado de su hijo Keef, ya que ellos nunca más se separaron.  

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