Por Jorge Paredes Terry
Recuerdo vívidamente el año 2020. Antauro Humala estaba recluido en el Penal Militar Virgen de las Mercedes de Chorrillos. Una idea comenzó a tomar forma en mi mente: un partido político que capitalizara su ya reconocido nombre. Le dije: «Tu nombre es como la Coca Cola, no necesitas propaganda para que la gente lo recuerde». Esa mañana, la idea de ANTAURO nació.
No se trató solo de una sugerencia casual. Elaboré un acróstico, un PowerPoint que imprimí y llevé un domingo hasta el penal. Cada letra de su nombre representaba un sector clave para la unidad nacional: Alianza Nacional, englobando un nacionalismo presente en muchos partidos a nivel mundial; Nacionalismo; Trabajadores; Universitarios; Reservistas; Obreros. No era solo un nombre; era una plataforma. Era una declaración de intenciones.
El diseño no fue arbitrario. Busqué la resonancia, la fuerza simbólica. Quería ir más allá de un simple nombre llamativo. Quería un nombre que representara una visión, una promesa. Una promesa de inclusión, de representación de sectores a menudo silenciados.
La respuesta fue abrumadora. Reservistas, trabajadores, el pueblo organizado… se unieron a la causa. ANTAURO se convirtió en una realidad, un partido legalmente inscrito. Pero la verdad, a veces, tiene un precio. Hoy, ANTAURO enfrenta una persecución política, jurídica y judicial. Se le ataca por decir la verdad, por representar a quienes otros ignoran.
La elección del nombre «ANTAURO» fue estratégica y simbólicamente poderosa. Más allá de la simple asociación con Antauro Humala, el nombre mismo resonaba con fuerza. Su sonoridad, su brevedad, su fácil recordación, lo convertían en un nombre ideal para un partido político. En un panorama político saturado, un nombre memorable es fundamental para captar la atención y construir una identidad. ANTAURO logró precisamente eso: un nombre que se graba en la memoria, que transmite una sensación de fuerza y unidad, y que, al mismo tiempo, se asocia directamente con un líder carismático y con una ideología claramente definida. Este impacto en la imagen del partido fue crucial para su crecimiento inicial y para la movilización de apoyo popular.
Aunque hoy nuestros caminos no son los mismos, mantengo siempre mi patriotismo, mi nacionalismo radical, y los exhorto a no rendirse. La lucha continúa. La justicia debe ser ciega, imparcial. Si hoy persiguen a ANTAURO, mañana podrían perseguir a cualquier otro que ose desafiar el statu quo. La defensa de la verdad y la justicia es un compromiso que trasciende a un solo partido. Es una lucha por la democracia misma. Y esa lucha, la seguiremos librando.