Deporte

México 70: El mundial más lindo de todos los tiempos

Published

on

Se han cumplido cincuenta años del mundial de fútbol llevado a cabo en México, en 1970. Más que cualquier otro, es el que ha quedado hondamente anclado en la memoria e imaginario colectivos por no pocas razones, la primera de ellas, la consagración en los cinco continentes de Pelé como el rey indiscutido del balompié. La segunda, la obtención por Brasil de la hermosa estatuilla que era la copa Jules Rimet, al campeonar por tercera vez y que, por ello, como estipulaba entonces la FIFA, habría de quedársela para siempre. La tercera, la alegría del pueblo mejicano y su insuperable talante de anfitrión, lo que constituyó el colorido marco en el que el fútbol fue poesía, artes plásticas, cine, música, belleza, en suma.       

La revista francesa anticonformista SO FOOT consagra un número especial a aquel mundial, y, aunque Francia no logró clasificar, dedica una amplia cobertura a los diversos aspectos de aquella justa mundialista, tanto futbolísticos como culturales: la importancia de la televisión en colores y las trasmisiones “vía satélite”, Woodstock aún reciente, la masacre de Tlatelolco, los Beatles, las minifaldas, todo con un lenguaje desenfadado y lleno de humor como cuando en su “Hall of Fame” pone como leyenda bajo la foto de Héctor Chumpitaz “Ministro de la Defensa” (en el “Hall” aparece también Teófilo Cubillas), o bajo la del formidable goleador alemán Gerd Müller : “Dios perdona, él no”, o la del portero inglés, Gordon Banks (“La Banca de Inglaterra”), o “Uruguayo, como su nombre lo indica”, bajo la foto del arquero de la Celeste, Ladislao Mazurkiewics”. So Foot publica además una interesante, nostálgica y lúcida entrevista al escritor mexicano Juan Villoro, que es también un reconocido connaisseur de las cosas del fútbol, en el que evoca el impacto que tuvo el Mundial del 70 en la sociedad mexicana, cuando él era un chiquillo. Y hay cinco páginas dedicas a la selección de Perú, “el otro Brasil”, hechura de Didi. La revista es todo un homenaje a la auriverde, la más portentosa selección entre selecciones portentosas y cuyos jugadores, cada uno de ellos, merecería un número especial: Tostao, Rivelino, Gerson, Jairzinho, Carlos Alberto, y todos los demás, practicantes de un fútbol que era todo sensualidad y elegancia.  

Revista francesa SO FOOT.

México 70 marca un antes y un después. El antes fue que el dinero y la publicidad con sus multimillonarios intereses aún no habían emponzoñado la FIFA, la que dejaba un amplio margen a la organización de cada mundial: desde la concepción de la mascota hasta la canción mundialista; cada país organizador le daba un toque nacional a su mundial, cada selección tenía un estilo de juego inconfundible. La corrupción, los horarios adaptados a los intereses de las cadenas de televisión y la publicidad, la presión de los sponsors, el diseño de los estadios y la forma de colocar en ellos los anuncios publicitarios vendrían pocos años después, con Joao Havelange a la cabeza de la FIFA para hacer del fútbol un producto comercial que había que vender.  

Para el Perú y su selección nacional, México 70 fue una apoteosis: tras cuarenta años de haber participado en un mundial (el de Uruguay, invitado), se volvía por la puerta grande. Una generación de jugadores sobresalientes y carismáticos dejó su impronta junto a las de quienes eran ya leyendas vivas del fútbol: Uwe Seeler, Bobby Fischer, Franz Beckenbauer, Bobby Charlton, Luigi Riva, Sandro Mazzola…

Pelé en hombros celebra el título de campeón mundial en México 70.

Ningún peruano ignora, aunque haya nacido después de 1970, que el día mismo de la inauguración del mundial, el 31 de mayo, un terremoto asoló el país provocando un gigantesco aluvión sobre el pueblo de Yungay, borrándolo del mapa. Los muertos, no menos de setenta mil, además de heridos y cuantiosísimos daños materiales, interrumpen la expectativa por el debut de Perú en el mundial. Sin embargo, llegado el día del partido, con el dolor a cuestas y acaso por eso mismo, gran parte de la población se ubicó frente al televisor, el propio, el del vecino o único del barrio. El rival era Bulgaria. Un minuto de silencio precedió el partido, Perú jugó con la camiseta alterna, roja, que llevaba un crespón en el hombro. Un inicio inseguro, nada claro, significó dos goles búlgaros. La reacción tardó, pero llegó: Gallardo, Chumpitaz y Cubillas voltearon el partido con un juego de pronto mágico.  Luego tocó enfrentar a Marruecos, al que se venció por 3-0, y se obtuvo el pase a la etapa siguiente, los cuartos de final. Por eso, a la derrota ante la inmensa Alemania, 1-3, no se le dio demasiada importancia. Ante Brasil, Perú cayó 4-2, jugándole con respeto, aunque de igual a igual. Los peruanos se enfrentaron ante la esencia misma del fútbol y, por eso, no podía ganar, pero sí dejar en claro que esa camiseta blanca de franja roja practicaba un fútbol leal y bello.

México 70 fue “el último mundial romántico” declara Juan Villoro a So Foot, con razón. Entonces aún podía verse a los jugadores paseando por las calles o comprando souvenirs, pedirles un autógrafo; en sus camisetas o uniformes apenas si se distinguía la marca. Era una cierta forma de inocencia. En una de las tantas fotografías de la ceremonia de otorgamiento de la copa Jules Rimet, en la tribuna oficial, rodeado de un público desbordante de alegría, se ve a un policía de servicio que, olvidando su labor, celebra el momento en que Carlos Alberto, capitán de la Seleçao, levanta el trofeo. Aquel policía de servicio, en ese momento, fue como millones de personas en el mundo entero, incluido el Perú en duelo, felices de haber presenciado un fútbol lleno de encanto. De haberse esforzado más, Perú le ganaba a Alemania y en cuartos de final le ganaba a Inglaterra, luego a Italia y le habría ganado a Brasil en la final y habría sido campeón, como cualquier otra de las selecciones pues, México 70 fue el último mundial en el que se podía soñar.

Comentarios

Trending

Exit mobile version