Opinión

Metástasis institucional en Bolivia

Lee la columna de Alejandro Herrera Núñez

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Cientos de tropas, un blindado del Ejército rompiendo la puerta del Palacio Quemado, un país confundido, transmisiones en vivo. Un presidente que se comunica por Twitter. Un careo entre el presidente y el general golpista. Todo en tres horas.

Bolivia es un desastre, pero también es un espejo de su siamés, el Perú, que hace dos años y medio vivió un intento de auto golpe, que duró dos horas y acabó con el presidente destituido y preso hasta el día de hoy. En Bolivia la cosa volvió a repetirse pero al revés. Un general se levanta y ataca palacio de gobierno acompañado de cientos de militares. Después de tres horas el golpe se diluye y este acaba preso.

En medio, un país desconcertado. Gente corriendo a los mercados a abastecerse, colas sin fin en las gasolineras, y miles en los cajeros de los bancos sacando sus ahorros antes de un inminente corralito.

Más allá de lo anecdótico, queda enfocarnos en lo esencial de estos acontecimientos acaecidos en ambos países con una gran mayoría de población indígena. El Perú y Bolivia, no nos engañemos, fueron, son y serán países unidos por algo más que las montañas. Hay en su sentir una comunión muy profunda que se evidencia en reventonazos de estallidos sociales. Pero lo que vimos en diciembre de 2021 y en junio de 2024, respectivamente evidencian la profunda descomposición institucional que viven, la cual no se arregla con simplemente ir a las urnas. El problema es más grave. Es una cuestión institucional.

Quien mejor lo resumió y durante esas horas angustiosas de tropas acantonadas en la plaza Murillo, fue el ex presidente Tuto Quiroga, quien resumió la situación en una crisis de descomposición institucional, en que las Fuerzas Armadas se levantaban encabezados por el general Zúñiga a hacer un reclamo ante el presidente semejante a un paro de un sindicato. Solo que en este caso se trataba del Ejército. Semejante descomposición institucional del cuerpo armado que concentra el monopolio de la violencia evidencia que tan mal está Bolivia, y algo peor, que tan contagiosa puede ser en una región donde los índices de respaldo al sistema democrático caen todos los años, y donde una salida autoritaria a la luz de la mileinización y la bukelización, son muchos más que una tentación pasajera.

Sorprende que en el caso peruano exista una tesis de 1948 (recientemente publicada este año), sobre la crisis de las instituciones de autoría del doctor José Antonio Russo. Ya muy temprano se dio cuenta este académico procedente de la militancia revolucionaria aprista, que el nudo gordiano peruano yacía en la cuestión de las instituciones. Es decir, en los usos y costumbres de una cultura organizacional por el que funciona el Estado. No obstante, ochenta años después las cosas solo empeoran en el país de los incas. Desde 2016 ya perdí la cuenta de cuántos presidentes ha tenido Perú. Este país sigue el modelo de República presidencialista al estilo francés, pero de facto desde 2016, algo ha ocurrido, y es que se ha convertido en una República parlamentaria, dónde el Congreso (el parlamento o cámara de diputados peruano) viene acaparando el poder, decidiendo el destino de los presidentes. Algo insólito. Algunos inocentes consideran que el problema del Perú se resuelve con más democracia, el problema es que eso son palabras vacías. También los socialistas de la URSS sostenían que el problema del socialismo se solucionaba con más socialismo, resultado, todos lo conocemos. El tema de la democracia es una cuestión que se tiene que ver de manera crítica. La democracia no es una teología, pero se comportan sus defensores como si así fuese, en detrimento de lo que defienden.

Presidente Luis Arce.

Pero volvamos a Russo. La cuestión de las instituciones es crucial, porque de lo que se trata es de cómo hacer que las instituciones correspondan con la realidad. Cuando una institución no cumple su función porque ya no responde a una realidad (la realidad es cambiante, como bien afirma Russo desde una perspectiva filosófica), ésta ha de ser reestructurada o reemplazada por una institución que responda a una nueva dinámica cultural. Si no fuese cierto esto, estaríamos todavía en el feudalismo.

Entonces, el problema son las instituciones, y estas han de adecuarse a la realidad a través de las respuestas de la cultura política de cada país. En el caso peruano este responde a cambios constitucionales. En promedio un peruano que llegue a vivir 70 años vivirá bajo cuatro a cinco marcos constitucionales distintos, que responden a soluciones macro.  Creer que una constitución como la de 1993 ha de ser eterna, cae en el fundamentalismo legal de una teología herética. Las constituciones cambian para cambiar las instituciones y adecuarlas a nuevas realidades sociales y económicas. Ahora bien, tampoco se debe ver el fenómeno constitucional de manera acrítica. Son respuestas dentro de un marco, el republicano, si este no es capaz de brindar soluciones, también este es reemplazable.

Pero sin ir tan lejos. La cuestión de la corrupción de las instituciones es inherente a una cultura global que antepone el lucro por encima del bien común. El lucro y la permanencia en el poder como señal de éxito. Un caso ejemplar de que tan profunda es la corrupción de las instituciones lo vemos en las universidades. La universidad del siglo XXI es una universidad de educación con enfoque en la renta. Es decir, se educa para formar a las personas en hacerse de una carrera con un fin económico. Desde la educación en clásicas, este enfoque resulta paradójico, pues enseñar a trabajar en una universidad, es un error. En el mundo educativo grecolatino, se entiende que el lugar preciso para aprender a trabajar es en el trabajo. Sin embargo, la educación superior desde las universidades en España hasta Argentina están enfocadas en formar trabajadores en el peor lugar posible. Esto de por sí es una corrupción de una institución bisagra como lo es la universidad. De ahí, el resultado es que como se estudia para trabajar, y se trabaja para ganar dinero, entonces el fenómeno del salto a la corrupción (sea a través por ejemplo de comisiones ediles de 3%) es un hecho casi inevitable. A esto súmese el deseo de acaparar el prestigio de la fama o el ansia de poder. El resultado es el que tenemos.

Sin embargo, la corrupción no es un patrimonio exclusivo de nuestro siglo. La novela Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa de la década de 1960, evidencia la erosión social que genera la corrupción entre el sector público y privado, pero incluso entonces había búsquedas alternativas de corrientes idealistas que se oponían a ese stablishment, la rebeldía de los jóvenes tenía su origen en organizaciones, en instituciones como eran sindicatos y universidades. Hoy ya no existen. La primera perdió peso con el fenómeno de deslocalización y la liberalización de un mercado laboral orientado más hacia el sector servicios, mientras que el segundo simplemente fue convertido en auxiliar de una cultura de la codicia. Con estas instituciones fuera de juego, lo que queda son residuos aglutinados en una mayor sensación de descontento que se va acumulando.

Paz Estenssoro y Diles Suazo, ex presidentes de Bolivia. Hermanos en la política hasta que como Arce y Evo se enfrentaron por el poder.

Pero volvamos a Bolivia

La corrupción de las instituciones se puede resumir en la lucha personalizada del ego entre dos o más actores políticos. La descomposición de la república en la antigua Roma se debió a la ambición de poder de los cónsules César, Pompeyo y Craso. Lo acontecido en Bolivia es una pugna entre Morales y Arce. Pero esta pugna a su vez recuerda a la descomposición de la famosa troica boliviana que llevó al enfrentamiento entre Paz Stenssoro y Siles Suazo, que acabó con la primavera democrática en Bolivia y abrió paso a gobiernos autoritarios. Y todo por ambición de un Paz Stenssoro que como Evo Morales quería volver al poder y permanecer en este de manera indefinida.

El recuento de los sucesos recientemente vividos en Bolivia podríamos retrotraerlos a 2019, el intento de perennizarse al estilo Fujimori de parte de Evo Morales después de tres mandatos, lo que llevó a protestas nacionales y a su caída. Luego un ínterin acaparado por el ala más extrema de la oposición que no duró más de un año. Luego el regreso del MAS al gobierno en la figura de Arce, el cual se viene enfrentando a un Evo Morales que no termina de comprender que desde 2019 ha sido bajado al llano.

El caso de Evo es un caso perfecto de una figura que empieza como héroe de los movimientos sociales y se convierte en otro Fujimori. Recientemente ante su insistencia de ser candidato presidencial para 2025, fue inhabilitado para ser candidato por el tribunal constitucional. Sin embargo, Evo insiste, y amenaza con lanzarse a la presidencial, desoyendo lo dictaminado por el TC.  Cuando el ex presidente amenaza al tribunal constitucional con ser candidato a las buenas o a las malas para las elecciones de 2025, el plato de la crisis ya estaba servido. El resto es una cadena de acontecimientos que se han acelerado.

Al involucrarse en un tema claramente político, como lo hizo en declaraciones periodísticas el general Zúñiga días antes de su intento de golpe, quedó claro que la crisis institucional boliviana hizo metástasis. El presidente Arce lo cesa, y la respuesta es un amotinamiento en forma de un coche blindado del ejército derribando la puerta de Palacio Quemado. Esta situación es una consecuencia directa de la desestabilización que Evo Morales ha provocado en su afán proto fujimorista de volver al poder. Pero esto a su vez, se retroalimenta en una descomposición institucional. No olvidemos que los mandos militares como Zúñiga son resultado de los ascensos direccionados por el MAS en la cúpula militar. Es decir, se está cosechando lo que se ha sembrado.

Cuando la ambición de los hombres predomina sobre los nobles fines de la república, el resultado es la corrupción de sus instituciones, su mal funcionamiento y finalmente la anarquía. Las instituciones existen para ordenar el mundo social, cuando se corrompen, emerge la anarquía que da paso a la tiranía.

El resultado actual, es que la oposición boliviana corre el riesgo de ser postergada en el relevo de poder, cuando por fin tiene mayores posibilidades de sacar a un MAS bicéfalo y corrompido que no es capaz de responder a los problemas del país.

Son varias las narrativas sobre lo ocurrido el miércoles en La Paz. Lo único cierto es que Arce sale en apariencia fortalecido en una narrativa que confirmaría sobre los hechos las consecuencias de las presiones de Morales que se han visibilizado. Por otro lado, Arce queda como el civil que venció el golpe militar y encima se ha ganado un amplio respaldo institucional incluido el de la oposición, bajo la bandera de estabilidad y continuidad institucional.

Presidentes Luis Arce de Bolivia y Vladimir Putin de Rusia.

Bolivia en la geopolítica

Ahora bien, queramos o no, Evo es muy popular. Pero es Arce quien está en el poder ahora. A Arce lo tildan de ser pro ruso y a Evo de pro chino, y aquí lo que está en juego es el litio.  Hace poco Arce y Putin examinaron la posibilidad de que Bolivia ingrese a los BRICS. En un ambiente global cada vez más tenso en que los imperios empujan a los países pequeños pero estratégicos a alinearse, el riesgo en la región es casi una profecía cumplida. En el caso peruano en noviembre es la visita del presidente de China que corresponde con la inauguración del puerto Chancay, que sirve de enclave geoestratégico en la ruta de la seda transpacífica.  Estos días está de visita en China, la presidenta del Perú. Es cada vez más preocupante pensar en un Perú alineado con el imperio del dragón, mientras Bolivia se alinea con el imperio del águila imperial rusa. Y no olvidemos a la Argentina de Milei y al Chile de Boric, ambos políticamente distintos, ya se alinearon con el águila calva gringa respecto a su litio. A Estados Unidos solo le falta Bolivia para tener el control del triángulo del litio que reúne el 85% de todas las reservas globales. Esto cada vez se parece al preámbulo de la guerra del salitre.

Triangulo del litio, concentra alrededor del 85% a nivel mundial de este material.

No podemos ignorar tampoco las advertencias de Alfredo Jalife, el mayor experto de geofinanzas en Latinoamérica, quien advierte de un repliegue norteamericano al hemisferio occidental y de un Revival de una neo doctrina Monroe, que cierre el continente entero ante influencias de otros imperios.

En ese sentido una mileinización y bukelización de Latinoamérica será funcional a los intereses norteamericanos. De momento el único país fuerte que resiste en la región es Brasil, porque México ha caído en manos de una ex trabajadora de BlackRock, a la cual los medios liberales gringos alaban con sospechoso entusiasmo.

Cuidado con los imperios y sus juegos que despedazan países, cambian fronteras y construyen la paz en base a fundar cementerios.

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