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Meshes of the afternoon, de Maya Deren & Alexander Hammid (1943)

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El sueño y el símbolo, el inconsciente, lo misterioso y lo secreto; el enigma que evadimos, sistemática y cotidianamente, está siempre presente y siempre, en múltiples formas, actúa sobre nosotros; así que no hay escapatoria: es lo que creo que Maya Deren puntualiza, repetidamente, en prácticamente cada plano de esta obra irrepetible.

Hay, entonces, en este clima de masiva e intrigante incomodidad metafísica, de enrarecimiento y saturación agudas, una manía por lo siniestro, por lo ominoso, por la torsión de la normalidad, por la irrupción incontenible de lo oscuro. Que no tiene necesariamente por escenario favorito la tradicionalmente mítica noche. También puede hacerse evidente e invadirnos a la plena luz del día.

Todo tiene un doble, incluso o para empezar ella misma, y uno se pregunta qué esconde esta gracia. Y los dobles no son por fuerza benevolentes. El espacio de la casa, su arquitectura, los objetos desperdigados dentro, todo es un signo, una señal, un lenguaje, remitiendo a lo interior; y todo puede tender a literalmente ‘animarse’, quiero decir a volverse o a insinuarse como algo animado, dotado de alguna clase de vida. O poseído. ¿Por espíritus? La propia casa = interioridad puede ya no ser solo tierno refugio, un lugar seguro, sino a la vez la entrada a un laberinto y a un peligro.

Conviene además recordar que la directora y protagonista es bailarina -no es un detalle menor-. Es su cuerpo, el ritmo y la expresión de sus fuerzas internas en constante movimiento o ebullición -aunque aparenten una cierta quietud- la que se proyecta y se derrama sobre todo cuanto vemos, lo que podría llamar sus fantasmas corporales y alucinaciones instaladas en un nivel sensorial intensificados por efectos de cámara lenta o ángulos inclinados, lo que importa, lo que es. Podría llamarlos (cómodamente) estados alterados.

Podría también decir que la película es obra de un cuerpo que juega o pretende o sabe que pertenece no solo a los espejos materiales, que lo reflejan en ámbitos al fin y al cabo más o menos reconocibles, sino asimismo a otra dimensión. De la que Deren intenta dar cuenta o dejar testimonio. La empresa es difícil, y el cuerpo es un campo de lucha, atrapado en una red o cayendo al vacío desde otra.

Aquí la película.

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