De las ocho generosas porciones que podían salir de un panetón que oscilaba su peso entre los 900 gramos y el kilo, ahora en las mesas peruanas solo toca conformarse con una ‘lengua de gato’ tímidamente decorada con una que otra fruta confitada y una moribunda pasa.
Los peruanos son de buena sazón y de buen diente, y el querer jugar a la comidita no va con ellos. Es por ello que vienen viendo con malos ojos las nuevas presentaciones de panetones de 750 gramos que más que panetones se asemejan más a un bizcocho grande dentro de una llamativa caja.
Y sí, los panetones desde hace décadas son ya una tradición de las fiestas navideñas, impregnándonos la idea de compartir con nuestros seres queridos y extraños, aunque sea una tajada del delicioso producto. Esa tendencia a reducir el peso de manera paulatina, pero conservando la presentación tiene un nombre y es la reduflación.
La reduflación, bienvenidos al mundo de la comida liliputiense
Jaime Delgado, ex presidente de la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso, explicó para Infobae Perú que se trata de una estrategia utilizada por la industria para modificar las cantidades sin que los consumidores lo perciban claramente en el precio de venta final.
Esta técnica consiste en reducir la cantidad de producto en los envases mientras se mantiene el mismo precio, creando la ilusión de estabilidad o incluso de reducción de costos. De esta manera, la reduflación afecta a diversos productos de consumo diario, como el aceite y el yogur, donde las cantidades tradicionales han sido alteradas sin que el consumidor lo note fácilmente.
Pero la práctica de reducir el contenido de los productos sin modificar el precio es una táctica antigua que sigue vigente en el mercado actual. Según Delgado, los consumidores suelen confiar en su memoria para identificar el tamaño de los productos, como una botella de aceite de un litro o una lata de leche de 500 mililitros.
El especialista sostiene que las empresas aprovechan esta confianza para introducir cambios sutiles en las cantidades, lo que puede pasar desapercibido para el comprador promedio.
“El problema radica en la falta de claridad en la información proporcionada al consumidor. La similitud en los tamaños de los envases dificulta la detección de las diferencias a simple vista. Por ejemplo, una botella que históricamente contenía un litro de aceite puede ahora tener 950 mililitros, pero esta reducción no es evidente sin una inspección detallada. Delgado subraya que esta estrategia no solo se aplica en Perú, sino que es una práctica común a nivel mundial”, destaca el abogado.
Delgado enfatiza la necesidad de que tanto las autoridades como las empresas sean más transparentes en la divulgación de la información sobre el contenido de los productos. La transparencia ayudaría a los consumidores a tomar decisiones más informadas y evitaría que sean inducidos a error por prácticas que, aunque legales, pueden considerarse engañosas. “La vigilancia y la educación del consumidor son esenciales para contrarrestar estas tácticas de mercado”, refiere.