En Mariano Melgar confluyen diversas facetas que condicionan sus valoraciones que los críticos han elevado a condición de sus emociones o contextos en los que fueron escritos. Confluye la peregrina voz de un romántico de acalorados versos naturales, intimistas, y musicales y el hombre que ama la libertad de su patria y busca en esa causa los tranquilos designios de su propósito de vida. Más allá del amor o a pesar de él ostentan un conjunto de actos de fe que lo definen en la realidad de su entorno: una idea de patria.
El crítico y poeta Juan Yufra ha dicho lo siguiente comentando la Antología Esencial (Aletheya,2015)editada por José Gabriel Valdivia: “En principio, permite situar tanto al autor como a su producción en un escenario convulsionado, el mismo que se desarrolla entre las dos más importantes rebeliones: la de Túpac Amaru en 1780 y la de Pumacahua en 1814, que anticipan a la Independencia, donde la subjetividad que se simboliza en los textos de dicho período, revela la crisis del aparato institucional colonial así como las estrategias discursivas que se evidencian como un metarrelato alterno y transcultural».
Le preguntan a José Gabriel Valdivia estudioso de la vida y obra del poeta en una entrevista acerca de su obra: Mariano Melgar 200 años: crítica, nación e independencia (Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar / Latinoamericana Editores,2016). Lo siguiente:
Entonces, ¿La imagen de Melgar y del yaraví es parte de una singularidad especial de la creación literaria?
“Hay un interés no solo por el héroe sino por el poeta y por los yaravíes. Interesa el héroe por su participación en la emancipación; importa el poeta por las formas neoclásicas de su primer momento, pero después, a finales del siglo XIX, surge el yaraví como un objeto de estudio a tener en cuenta. Es así que la crítica del siglo XX ha querido desentrañar ¿qué cosa era el yaraví? Y me parece que ha sido esclarecido este fenómeno. Sin embargo, paralelamente, aparecerá otro aspecto, y es la discusión sobre la cuestión nacional, y allí Mariátegui critica las formas del yaraví y de la nación».
Ya el otro gran poeta insurgente (y no de guerras ni de escaramuzas) sino de las exquisitas formas, Martin Adán anota bien en su tesis De lo barroco en el Perú los puntos de referencia de don Marcelino Menéndez Pelayo que los versos de Melgar “son naturales y sencillos” o como “los ensayos de un estudiante aprovechado” obviamente lo dice con cierto resquemor valorativo sin ningún asombro de un talante de genio o con rigor de esteta. Pero agrega -siguiendo a Adán- que fue “un buen humanista”.
Estas condiciones “humanísticas” que Menéndez y Pelayo le atribuye deben ser sustentadas en un espíritu del conocimiento que lo valide. Melgar
Veamos un verso romántico:
Todo mi afecto puse en una ingrata,
Y ella inconstante me llegó a olvidar.
Si así, si así se trata
Un afecto sincero,
Amor, amor no quiero
No quiero más amar.
Nótese el desafío juvenil, sensiblero y lastimero. Un tanto musical pero escaso en un horizonte de estética lograda.
Podemos contraponer este verso Gustavo Adolfo Beker, otro romántico:
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Otro poeta romántico, Carlos Augusto Salaverry, nos dice en unos de sus más famosos versos:
ACUÉRDATE DE MÍ
¡Oh! cuánto tiempo silencioso el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmóvil: ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán
Otro poema de Melgar con mejor factura:
La cristalina corriente
de ese caudaloso río
lleva ya del llanto mío
más aguas que de su fuente.
Llega al mar, y es evidente
que el mar, con ser tan salado,
lo recibe alborotado
y aun rechazarlo procura,
por no probar la amargura
que mis lágrimas le han dado.
Becker o Salaverry eran románticos puros. Por eso José Gabriel Valdivia grita “A Melgar lo hicieron romántico los románticos del siglo XIX.”
Alfonso Rabí Do Carmo escribe: “La importancia de Melgar descansa en varios factores. Uno de ellos es la visibilizarían de la tensa dinámica entre Lima y las provincias. Si bien la mayor parte de la literatura colonial se produjo en Lima, como observan varios críticos, los que se consideran los dos primeros poetas peruanos provienen del interior: Olmedo de Guayaquil y Melgar de Arequipa».
Leamos este otro poema:
A LA LIBERTAD
Por fin libre y seguro
Puedo cantar. Rompióse el duro freno,
Descubriré mi seno
Y con lenguaje puro
Mostrará la verdad que en él se anida,
Mi libertad civil bien entendida.
Oye, mundo ilustrado,
Que viste con escándalo a este mundo
En tesoros fecundos
A ti sacrificado,
Y recogiendo el oro americano,
Te burlaste del preso y del tirano.
MARCHA PATRIOTICA
Ya llegó el dulce momento
En que es feliz Arequipa,
Ya en mi suelo se disipa
El Despotismo feroz:
Ya se puede a boca llena
Gritar: que la Patria viva,
Que la libertad reciba
Que triunfe nuestra Nación.
El historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán nos dice que “Melgar es un símbolo social de la Arequipa mestiza”
El crítico literario Marco Matos sentencia que es una poesía que marca nuestro incipiente republicanismo.
En los Siete ensayos el amauta José Carlos Mariátegui escribe lo siguiente:
“Melgar es un romántico. Lo es no sólo en su arte sino también en su vida. El romanticismo no había llegado, todavía, oficialmente a nuestras letras. En Melgar no es, por ende, como más tarde en otros, un gesto imitativo; es un arranque espontáneo. Y éste es un dato de su sensibilidad artística. Se ha dicho que debe a su muerte heroica una parte de su renombre literario. Pero esta valorización disimula mal la antipatía desdeñosa que la inspira. La muerte creó al héroe, frustró al artista. Melgar murió muy joven. Y aunque resulta siempre un poco aventurada toda hipótesis sobre la probable trayectoria de un artista, sorprendido prematuramente por la muerte, no es excesivo suponer que Melgar, maduro, habría producido un arte más purgado de retórica y amaneramiento clásicos y, por consiguiente, más nativo, más puro. La ruptura con la metrópoli habría tenido en su espíritu consecuencias particulares y, en todo caso, diversas de las que tuvo en el espíritu de los hombres de letras de una ciudad tan española, tan colonial como Lima. Mariano Melgar, siguiendo el camino de su impulso romántico, habría encontrado una inspiración cada vez más rural, cada vez más indígena».
Líneas siguientes nos dice Mariátegui que Melgar “es un poeta romántico, entregado apasionadamente a la revolución. En él la revolución no es liberalismo enciclopedista. Es, fundamentalmente, cálido patriotismo. Como en Pumacahua, en Melgar el sentimiento revolucionario se nutre de nuestra propia sangre y nuestra propia historia.” Discrepamos con esta tesis del amauta tratando de encajar su particular visión ideológica en los móviles del espíritu que motivaron a Melgar su involucramiento en la causa emancipadora. Su formación clásica, sus estudios en el seminario de San Gerónimo, su visión jurídica y política del entorno, la amistad con Corbacho sus aquelarres en la Tertulia Literaria de Arequipa dan cuenta de un hombre en progresiva formación humanística capaz de comprender por cuenta propia los conceptos europeos de los nuevos aires por la libertad ajenas a los primitivos ensayos de un incipiente comunismo.
Acerca de su poesía agrega:
“Tienen, a veces, en sus imágenes sencillas, una ingenuidad pastoril que revela su trama indígena, su fondo autóctono. La poesía oriental, se caracteriza por un rústico panteísmo en la metáfora. Melgar se muestra muy indio en su imaginismo primitivo y campesino».
En el mismo libro del amauta dice José Carlos que “González Prada no interpretó este pueblo, no esclareció sus problemas, no legó un programa a la generación que debía venir después».
Agrega luego en tono crítico:
“El proceso biológico del Perú no necesitaba literatos sino políticos. La literatura es lujo, no es pan».
A diferencia del maestro de la juventud Melgar entonces supo articular un sentimiento de patria, una formación con horizonte histórico y cultural y desde luego política (¿el germen de una visión programática como quería José Carlos?), un anhelo de libertad con plenitud de conciencia de su vida y de su obra. Abrazar la memoria de sus ideales tachonados como los más grandes sueños de los hombres que le dieron candor a sus hazañas y levantar los estoicos cimientos de una tierra libre de yugos entregando el sacrificio de sus angustias románticas (el amor a Silvia, sus dolorosos Yaravíes, su mestizaje y folclorismo integrador e intentando un pedacito de cielo en el maravilloso porvenir de la humanidad.