Por Raúl Villavicencio
Resultan llamativas las últimas declaraciones del ministro del Interior, Vicente Romero, quien ‘recomendó’ a todos los peruanos que se animen a no caminar por la ciudad con un celular o una cartera en la mano para no “provocar” a los amigos de los ajeno. Si esas son sus recomendaciones, mejor nos quedamos encerrados.
Lo que en otros países resulta lo más natural caminar despreocupado hablando por teléfono, acá, para el ministro del Interior, es una invitación para el delincuente. Ni qué decir de los países del primer mundo donde uno puede dejar sus pertenencias sin que nadie ose llevárselas; aquí esa sola idea resultaría descabellada y fuera de toda lógica, pero ¿realmente estamos tan mal?, ¿tanta será la inseguridad que hemos distorsionado todo a nuestro alrededor?
El solo hecho de atravesar el umbral de nuestros hogares nos coloca en una postura defensiva, a la espera que alguien nos aborde, nos apunte con un arma de fuego, o que acose a alguna mujer si opta por salir con ropa cómoda así sea a la esquina de su cuadra.
Lo que debería ser una conducta sosegada, muchos de nosotros salimos con los ‘nervios de punta’ ante la imparable ola delictiva. Miramos de reojo a los costados, no nos confiamos de nadie, volvemos la mirada ante un vehículo desconocido. Nuestra tranquilidad no se encuentra asegurada a causa de la poca seguridad que ofrecen los agentes del orden.
Queda claro que lo que quiso decir el ministro Romero era que las personas sean más cautas con sus pertenencias, sin embargo, lo más sensato era brindar un pronunciamiento indicando que se reforzará mucho más la seguridad ciudadana, realizando operativos constantes, deteniendo y condenando a los delincuentes, recomponiendo los patrulleros, activando los servicios de inteligencia para dar con los cabecillas de las organizaciones criminales, y no sugerir que uno camine por la ciudad como las manos en los bolsillos.
Lo normal sería que uno salga y regrese sano y salvo a su hogar, lo normal sería que los delincuentes son capturados y encarcelados, lo normal sería que las personas se puedan vestir como les dé la gana, lo normal sería caminar libremente tanto de día como de noche en tu propio barrio, lo normal sería que nosotros no hagamos el trabajo de nuestras autoridades.