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Medio siglo de Reynoso: ¿y qué?

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Oswaldo Reynoso. Foto: El Peruano.

Déjenme preparar el ambiente:

En vez de esta luz monótona que nos ilumina, golpea e intimida, piensen que nos alumbran semáforos callejeros. Semáforos que cambian primero en verde, luego en rojo. Piensen que en vez del estrado es el centro de un gran bar, que entre nosotros están los amigos de Reynoso, todos los que alguna vez le pidieron consejos, se acercaron a él para pedirle lecturas, secretitos o una simple conversación sobre literatura y vida.

A lo mejor con un poco de fortuna podamos ver entre el público a los escritores favoritos de Reynoso, sus escritores tótem: Gide, Blake, Pound. O sus amigos: Arguedas, Martín Adán, Maynor Freire.

Y sus seguidores, todos nosotros, programando una música en la rocola, quizá la Sonora Matancera, Los compadritos, etc.

Pero todos, destapando una chela helada. El idioma etílico que unía la palabra de Reynoso y la literatura.

Imaginemos que comienza no una presentación, ni exposición sería, sino una reunión de amigos.

 

Dicho esto, iniciemos.

 

El aporte de Reynoso en la Literatura es la preocupación por el estilo, basado en esencia en el cuidado puntilloso del lenguaje. Reynoso es un orfebre de la precisión lingüística. Ya que ha escrito poesía, su retórica es siempre sutil, ágil y adorna sus escritos con imágenes sugerentes y cautivantes.

El otro gran aporte es el rescate de la jerga. El uso amoldable y desprejuiciado de ella, a lo Sartre cuando decía que la jerga era el mayor nivel de la metáfora. Así Reynoso la puso en vitrina, y para suavizar la fuerza y hasta furia de la replama urbano marginal la matizaba con pinceladas poéticas.

Otro gran baluarte de Reynoso fue su permanente espíritu contestatario. Era un inconforme por naturaleza, siempre buscaba la mala intención de una clase social que siempre lo postergó. La sospecha permanente de que lo usaban para legitimar su no convocatoria a lo popular, su poca convocatoria con lo popular. Reynoso no se quejaba, combatía siempre, sabía que la mejor manera de reclamar era atacando no pidiendo disculpas o permiso para hablar.

Y por último, reivindicó el homerotismo como un acto legítimo de la sexualidad humana, vivió, pensó y creó con esa sensibilidad. Lo declaró, defendió y siempre se sintió orgulloso de su condición homosexual.

 

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