Escribe: Gabriel Rimachi Sialer
Gabriel Campos y Alexandra Porras habían terminado el colegio hace algunos meses cuando decidieron, como pareja de jóvenes enamorados, buscar un trabajo para ahorrar, construirse un futuro y pasar lo que quedara de vida juntos. Les quedaban apenas cuatro meses. La madrugada del domingo, mientras cumplían un horario laboral de doce horas (de siete de la noche a siete de la mañana por mil soles al mes) encontraron la muerte en uno de los locales de la multinacional McDonald´s ubicado en Pueblo Libre, mientras trapeaban el piso y un cable pelado de una de las máquinas expendedoras de gaseosas hizo contacto con el agua. No llevaban guantes ni botas de seguridad.
Murieron en la madrugada. Primero ella, según indican las pesquisas hasta hoy, y luego él que, al intentar salvarla, también fue alcanzado por el shock eléctrico. El local no contaba con el sistema eléctrico de seguridad que corta la luz al milisegundo en que se produce un corto circuito. Las familias fueron notificadas de sus muertes recién a las diez de la mañana porque “no contaban con las fichas de identificación de las víctimas y tuvieron que llamar a una Central”. Los bomberos fueron impedidos de entrar al local por el administrador de la franquicia y el abogado de la franquicia Arcos Dorados (que tiene según indica, el más alto nivel de contratación de jóvenes en América Latina) impidió el paso del abogado de los deudos, para luego declarar al diario La República que los jóvenes “sí contaban con las botas y los guantes de seguridad”.
McDonald´s emitió un comunicado lamentando “el accidente” y anunciando un cierre de dos días a nivel nacional “por luto”. ¿De verdad creen que somos tan cojudos que no nos damos cuenta que esos dos días están siendo dedicados a parchar y revisar las condiciones de infraestructura de sus locales? Hay más de dos mil locales de McDonald´s en el Perú, y ahí maltrabajan en condiciones de moderna esclavitud miles de jóvenes que ven una oportunidad para ganarse alguito y ayudar en sus casas o pagarse sus estudios. La municipalidad clausura ese local hasta nuevo aviso, la SUNAFIL se hace la sueca y los medios de comunicación “oficiales” se mueren de miedo de perder el dinero de la publicidad navideña poniendo en sus noticieros “jóvenes mueren en restaurante”, “pareja de enamorados mueren electrocutados en local de comida rápida” y etc. etc. etc.
Hace unos años, el periodista Carlos Navea denunció que encontró una cucaracha en su pizza pedida a Domino´s. Ante el maltrato de la marca al usuario y la denuncia de este en redes sociales, la franquicia tuvo que irse del Perú porque los consumidores dejaron de ir a sus locales. Si algo hemos aprendido en todo este tiempo, nadie debería siquiera pensar en comerse un cono de helado en cualquiera de sus locales. Una cajita feliz no vale la felicidad truncada ahora para siempre, de dos jóvenes peruanos que solo se buscaban un futuro en una sociedad donde la precariedad laboral es marca registrada y aceptada por las autoridades a quienes poco les importa el prójimo.
Y si esto hubiera ocurrido en los Estados Unidos, ya podemos imaginarnos el juicio y los millones que la McDonald´s tendría que desembolsar por este crimen. Y no, no eran “colaboradores”, eran dos jóvenes trabajadores que, como cualquiera de nosotros, se buscaba una oportunidad para ser feliz en el Perú. Pero ya sabemos cómo acabará la historia.