Octava edición del Hay Festival Cartagena de Indias
Florentino Ariza se sentaba todas las mañanas en la escalinata de mármol menos visible de la plaza Fernández Madrid, frente a la casa de Fermina Daza. Aparentaba leer poesía a la sombra de un palo de almendros, aunque en realidad lo que buscaba era poder cruzar al menos una mirada con su amor platónico. La casa de don Benito es ahora una parada obligada para los turistas que pululan por Cartagena de Indias, más prendidos de las boutiques de lujo, que de la historia de cólera y pasión que narró Gabriel García Márquez en esta esquina del Caribe colombiano, titulada El amor en los tiempos del cólera. El Hay Festival aterriza en la ciudad desde hoy y hasta el domingo para encerrar la literatura tras la muralla que separa las grandes casas de colores, del resto del mundo –más realista, pero menos mágico-.
“Cumplimos ocho años en Cartagena, 25 del festival y lo vamos a celebrar con dos premios Nobel”, explica Cristina Fuentes, directora de la cita cultural, en referencia a la presencia de Herta Müller y Mario Vargas Llosa. En el hotel Santa Clara, a la luz de las velas y frente a un café muy oscuro para superar el jet lag, el ensayista colombiano Carlos Granés se prepara para sus dos citas literarias. “Intentaré establecer un paralelismo entre el Vargas Llosa de 1962 que escribió La ciudad y los perros y el de 2012, con La civilización del espectáculo”, explica el autor. Granés cree que la crítica radical que diseccionó la sociedad limeña hace 50 años, se repite en sus dejes en “el análisis más despiadado del presente” que se desglosa en la última obra del escritor peruano. Eso sí, “Vargas Llosa no es el mismo, sus preocupaciones sociales persisten, pero cambian los métodos para llegar a ciertos fines”. Del socialismo al liberalismo a partir de la década de los setenta.
Tras su encuentro con el Nobel, mañana, Granés se encontrará con Fernando Savater unas horas después para tratar de desentrañar “al novelista oculto», en ocasiones, tras la pátina “del intelectual que pone el dedo en la llaga”. En su agenda, además, Philipp Blom y su obra Gente peligrosa, unido a la asignatura pendiente de dar un repaso a la cantera colombiana que desde España lee, pero a la que no pone cara.
Mientras los nóbeles lucen en la parte alta del cartel, los noveles se niegan a que les cieguen los neones de los veteranos. Los escritores mexicanos Valeria Luiselli y Tryno Maldonado, la autora colombiana Carolina Sanín o la franco-iraní Lila Azam Zanganeh parten de la casilla de salida con una maleta literaria en la que se mezclan los maestros y la experimentación de una nueva generación que cuenta el mundo mirando más allá de sus fronteras. “Intentamos conseguir un programa equilibrado, en el que es innegable que el reclamo son los autores más conocidos, pero de donde siempre surgen sorpresas jóvenes como ya ocurrió con el escritor filipino Miguel Syjuco”, apostilla Fuentes.
El Hay Festival se aleja del atril de la intelectualidad elevada gracias al formato de sus charlas distendidas y la participación del público. La cita colombiana, además, propone dos nuevas iniciativas: Hay Joven, el encuentro entre estudiantes universitarios y algunos de los escritores del programa oficial, como es el caso del español Javier Cercas; y Hay Verde, siguiendo el modelo del Hay Earth de Gales (embrión de este festival), con encuentros centrados en la preocupación y protección del medio ambiente.
En la parte media de la tabla, el irlandés Colum McCann y el colombianoJuan Gabriel Vásquez se baten el cobre conscientes de que por encima de ellos, en la segunda posición del pódium, se encuentran Julian Barnes yDavid Grossman.
La cantante peruana Susana Baca espera en el hotel Santa Clara la hora de la cena, al tiempo que repasa el repertorio con el que inaugurará la cita: “Sonarán mis discos antiguos, Travesías y Eco de sombras, y habrá alguna canción del último, Afrodiáspora”. Expectante por ver a su compatriota Vargas Llosa, Baca reconoce que quiere encontrarse con Herta Müller para “descubrir a esa mujer que narra sentimientos universales”, al otro lado de donde está su casa.
Con un presupuesto de algo menos del millón de euros, sustentado en ayudas públicas regionales y financiación privada, también circunscrita a la ciudad donde se celebre el festival, el Hay amplía fronteras hacia el cono sur latinoamericano y Asia. “Queremos consolidar las citas en Bangladesh [ya va por su segunda edición] y Beirut, y organizar nuevas en países de América Latina, que por el momento no puedo adelantar”, dice la directora de la organización.