En un nuevo artículo publicado en el diario El País, el premio Nobel Mario Vargas Llosa menciona que desea que Keiko Fujimori se convierta en la nueva presidente del Perú. Un deseo que hace unos años era impensado, ya que Vargas Llosa fue el más duro crítico que tuvo el fujimorismo. A solo horas de las elecciones en Perú, el escritor destila su odio contra el comunismo.
«En Bolivia, las fuerzas de Evo Morales han vuelto al poder y éste tiene ahora un candidato al cual promociona y llama “hermano” y “cholito” en todos sus discursos. Pero no es boliviano sino peruano: Pedro Castillo, que se disputa la segunda vuelta con Keiko Fujimori en las elecciones peruanas que se decidirán hoy domingo. Colombia, como se ve en los periódicos, arde por todas partes y el presidente Iván Duque es atacado incluso por su propio partido y su maestro, el expresidente Álvaro Uribe, lo acusa de ser débil y no recurrir más al Ejército para aplacar a los violentos que, guiados por la mano venezolana, quieren arrebatarle el poder. El solitario Ecuador, con otro solitario, Uruguay, países donde los votantes han sido más sensatos que el resto de los sudamericanos, son las escasas excepciones democráticas en un subcontinente que parece empeñado en resucitar el marxismo-leninismo que los europeos y asiáticos se han encargado de enterrar».
«El caso del Perú, país que tiene fronteras con cinco países sudamericanos, y es un blanco favorito en lo inmediato para el eje cubano, venezolano, boliviano y nicaragüense, se dirimirá este domingo, entre el candidato de esa cuadriga, Pedro Castillo, y Keiko Fujimori, los dos finalistas de la primera vuelta electoral. Esta última ha ido reduciendo la distancia que tenía con el ganador, de más de seis puntos, y aquel descendiendo suavemente hasta alcanzar ambos, según las últimas encuestas, un empate técnico. Gane quien gane tendrá muchos problemas con un Parlamento muy dividido, en el que será difícil, para cualquier Gobierno, obtener esa mayoría indispensable que se necesita para aprobar las leyes».
«Muchos peruanos hemos decidido votar por Keiko Fujimori. Ella ha pedido perdón públicamente por sus errores del pasado y ampliado considerablemente su equipo de gobierno, incorporando a antifujimoristas convictos y confesos, y comprometiéndose a respetar la libertad de expresión, al poder judicial y a entregar el mando luego de los cinco años como establece la Constitución. No es seguro que estas promesas le hagan ganar la elección. Pero, si la pierde, lo seguro, eso sí, es que con Pedro Castillo en el poder no volverá a haber elecciones limpias en el Perú, y las supuestas “consultas” electorales serán idénticas a esas farsas colectivas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, cada cierto número de años, en que se pide a la población que confirme con sus votos a los candidatos que elige el poder».
«Mi impresión es que buena parte de la izquierda peruana se resigna a una dictadura como la que se avecina en el país si el pequeño partido de Vladimir Cerrón (que se graduó de médico en Cuba, donde vivió 10 años), el exgobernador de Junín que no pudo ser candidato presidencial de su partido por haber cometido delitos sancionados por los jueces, gana la segunda vuelta. La aparición de Pedro Castillo, un maestro de Chota, una región de Cajamarca, ha sido una sorpresa para los limeños, que de pronto descubrieron que las provincias existían, con reivindicaciones enormes contra la capital —que representa más o menos la tercera parte de la población pero que concentra la mayor parte del poder económico y político del país— y un resentimiento que el pésimo manejo de la pandemia ha agravado pues mató hasta ahora a uno de cada doscientos peruanos (unas 180.000 personas), sobre todo en las provincias y aldeas de la sierra, se refleja como en un espejo en estas elecciones. Pero ceder a lo más inmediato, como las enormes distancias que separan a los ricos de los pobres en el país y que esta pandemia ha hecho más visibles y dramáticas, es precipitarse en un suicidio político que cerraría para siempre –o por muy largo tiempo— la posibilidad del país de recuperar su vieja historia, cuando fue, en el pasado prehispánico, cabeza de un imperio que daba de comer a todo el mundo, o en los trescientos años coloniales cuando el virreinato peruano era el más próspero de América. Todo ello para convertirse en un agente al servicio de Cuba y Venezuela, países que, aunque se mueren de hambre y convertidos en cárceles, saben sobre todo reprimir y controlar a una sociedad en bancarrota. Por eso, he hecho campaña por Keiko Fujimori y deseo ardientemente que gane esta elección».